Ciudad del Vaticano, 8 dic (EFE).- Nadie sabe lo que pasa en el Vaticano, ni siquiera Francisco, asegura a Efe el periodista español Juan Vicente Boo, que recoge lo que en tono humorístico le dijo el papa para resumir la dificultad de explicar «la más extraña mezcla de lo humano y lo divino, de belleza artística y mediocridad administrativa» que existe, incluso para un curtido vaticanista con 22 años de experiencia.
«Es una broma de Francisco, pero refleja una realidad: nadie sabe lo que pasa en el Vaticano, un conjunto de noventa y tantos departamentos cada uno de los cuales se ha creído, durante mucho tiempo, autónomo e importante», explica sobre la cita que abre su libro «Descifrando el Vaticano. Desde dentro y desde fuera» (Ed. Espasa), todo un manual sobre ese pequeño Estado que «reina» sobre 1.300 millones de católicos.
Ahora el papa está «reconduciendo todo eso», lo que, a medio plazo, «decantará a los útiles de los inútiles, mejorará el organigrama y aumentará la eficacia de la organización», asegura Boo, corresponsal del diario español ABC en Bruselas y Nueva York, con un breve paréntesis en Hong Kong, antes de aterrizar en Italia y el Vaticano en 1999.
La institución más antigua del mundo «cumple su función gracias a un extraño milagro por la ayuda de quien lo puso en marcha», según el autor, que se vale de un estilo ameno, un lenguaje sencillo y un original esquema de doce columnas (los departamentos básicos) y siete arcos (los que dan perspectiva) para responder a dos preguntas: ¿qué es y cómo funciona el Vaticano?.
El secretismo, el misterio y una cierta fascinación han rodeado al Vaticano «desde el siglo IV, cuando Constantino manipuló a los obispos para constituir una ‘iglesia imperial’, lo que se agravó a partir del VIII con la creación de los Estados Pontificios, en los que el papa era al mismo tiempo rey de un territorio en el centro de la península italiana y eso le separó de los fieles de muy modo muy triste».
Los patriotas italianos, a partir de 1870, lograron con la unidad de Italia que «los papas y la maquinaria vaticana fueran cada vez más cercanos, pero les queda mucho camino por recorrer».
Boo explica en el libro que cuando cubrió la Unión Europea y la ONU logró acceder al 80 por ciento de la información y al 40 por ciento en la OTAN, pero que en el Vaticano solo ha podido llegar al 20 por ciento.
«Hay una parte justificada, pues los nombramientos de obispos o cambios de diócesis deben hacerse de modo confidencial, pero en muchísimos otros terrenos es consecuencia de una ‘cultura de los burócratas’ que tienden a hacerse los importantes ocultando siempre la información con la que trabajan, sea relevante o no».
En su libro, Boo habla de «fakenews», confusión «provocada», «cuervos» o filtradores de información, «desmentido y disculpa mentirosos»: «Las turbulencias que encuentra un periodista en torno al Vaticano no tienen tregua, pues a las de cualquier estado se unen las del italiano y las de una cultura clerical y carrerista».
Y a eso hay que añadir «los elementos sensacionalistas que muchos medios», aunque no los vaticanistas permanentes, añaden a la información y los intentos de influir de algunos grupos de poder, como «algunos millonarios» próximos al Partido Demócrata de EEUU.
«Muchos intentaban ya corromper la Iglesia estadounidenses antes de Donald Trump, pero personajes de su entorno, como Steve Bannon, organizaron una auténtica ofensiva que incluía desacreditar al papa Francisco por todos los medios e incluso crear un ‘pseudo vaticano’ en una cartuja a unos 80 kilómetros de Roma; es lo que él llamaba ‘escuela de gladiadores’, presentándola como cristianismo cuando era justo lo contrario», afirma.
Francisco está luchando por hacer cambios y, aunque no parece haber logrado aún el de hacer más fácil comunicación con los medios, si ha avanzado en otros: «El cambio mas importante y ya muy notorio es el cultural, hacia una cultura de servicio a los demás que apenas existía en un mundo de burócratas intermedios que solo pensaban en sus ascensos».
También «el efecto beneficioso de abrir muchas puertas y ventanas para que todos en el Vaticano piensen en las periferias, en los fieles que sufren agresión o persecución en tantas partes del mundo y en los refugiados que se juegan la vida para llegar a Europa, Colombia o Bangladesh».
«La defensa de los rohinyás por parte de Francisco, incluyendo su visita a Myanmar y Bangladesh, ha sido una lección para toda la humanidad», destaca.