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Carolina Jaimes Branger
En el arduo, comprometido y complejo escenario de la medicina, donde las historias de sacrificio y dedicación abundan, hay ocasiones en las que encontramos a profesionales que destacan no sólo por su extraordinaria vocación, sino por su dedicada atención hacia sus pacientes. Nacho Salvi, un médico oriundo de Venezuela que ahora trabaja en Barcelona, España, es uno de esos ejemplos destacados.
Por razones de vida, en el caso de mi hija, quien tiene una condición calificada como “enfermedad huérfana”, he conocido muchos médicos en el extranjero. Eminencias, jefes de departamentos, profesores eméritos… Y puedo decir con rotunda seguridad que no cambio a mis médicos venezolanos por ninguno de los médicos que he conocido en otras partes del mundo. Como hija de un médico venezolano, crecí viendo de primera mano la calidad humana de mi papá y de los otros médicos que nos atendían. Y no sólo era esa benevolencia, esa afabilidad, esa generosidad, era también su sapiencia, su dedicación y su devoción hacia sus pacientes.
Una fuerte gastritis acompañada de dolor agudo me llevó a la emergencia del Hospital de la Nuestra Señora del Remedio, en Barcelona, España. Fue allí donde tuve el privilegio de conocer al doctor Ignacio Salvi. Desde el momento en que entró en el consultorio, su acento y su calidez humana me resultaron familiares. De inmediato, reconocí en él a un compatriota venezolano. Su sonrisa amable y su excelente disposición me brindaron una inmensa tranquilidad en medio de mi malestar físico. Conmigo estaba un médico con vocación, mística y empatía, como deberían serlo todos.
La historia de Nacho Salvi es la de un médico que ha llevado consigo su fervor por ayudar a los demás desde sus días de formación en Venezuela. Su decisión de dejar su país natal no fue fácil, según me comentó, pero estaba motivada, como la de tantos, por no avizorar en nuestra patria la posibilidad de un futuro estable para él y su recién formada familia, como les ha pasado a tantos otros. Por supuesto, también lo ha movido el deseo de adquirir nuevas experiencias y enfrentar desafíos profesionales en el país que le abrió las puertas.
Cada paciente que Nacho atiende en Barcelona recibe su atención con el mismo amor y dedicación que le caracterizan. Y es que ese calor humano es una de las más bellas características de la venezolanidad. La empatía y el trato humano de Nacho Salvi constituyen una parte integral de su estilo de trabajo. Su capacidad para conectarse con los pacientes, establecer una conexión especial y transmitirles confianza es una cualidad que ha llevado consigo a Barcelona.
Irse de Venezuela fue un desafío, pero está dejando un legado inspirador: un recordatorio de que el talento y la vocación trascienden fronteras. Su valentía para enfrentar nuevos retos en un ambiente desconocido es encomiable. Nacho Salvi, un médico venezolano que ahora ejerce en Barcelona, es un ejemplo inspirador de dedicación, vocación y calidez humana en el campo de la medicina, porque continúa llevando consigo el mismo espíritu que lo impulsó a estudiarla: el deseo de ayudar a los demás y brindarles atención médica de calidad. Él mismo es un testimonio conmovedor de que para el calor humano no existen barreras geográficas y que el compromiso con el bienestar de los demás no conoce límites.
@cjaimesb