Mutilados, calcinados y sepultados hallaron a pareja sexagenaria en Carache

La mañana del sábado fue la última vez que vecinos y familiares supieron de Delmiro Colmenares y Josefa María Betancourt de Colmenares, quienes residían hace un par de años en la calle El Silencio en La Concepción de Carache, su tierra natal.

La pareja vivió parte de su vida en el estado Mérida, pero al llegar a la tercera edad decidieron pasar sus años dorados en la tranquilidad de su pueblo. El domingo a los moradores les extrañó que no abrieran las puertas de su casa, ni se asomaran a las ventanas.

Cuando inició la semana presintieron que algo pudo pasarles y tocaron la puerta, pero nadie contestó, el martes alertaron a sus familiares, quienes intentaron comunicarse vía telefónica pero no obtuvieron respuesta y decidieron ir el miércoles a buscarlos.

Cuando ingresaron a la vivienda se toparon con una escena sangrienta que los condujo al patio trasero, donde se notaba que recientemente removieron la tierra y al escarbar hallaron restos, desmembrados y calcinados, pero que a simple vista parecían de la pareja.

La policía custodió la escena descubierta en horas de la noche, mientras una comisión del Cicpc se dirigía al sitio para buscar pistas de interés criminalístico y trasladar los cadáveres a la morgue del Hospital Central de Valera, donde el Servicio Nacional de Medicina y Ciencias Forenses (Senamecf) practicaría la autopsia y confirmaría su identidad.

Ayer por la mañana familiares de las víctimas se presentaron en el recinto forense para reclamar los cuerpos y darles cristiana sepultura. Comentaron sentirse aturdidos con lo sucedido, la pareja vivía sola y tuvo un solo hijo, que hasta los momentos no aparece.

Delmiro Colmenares (66)

Desconocen los motivos por los que los asesinaron, no obstante trataron de desaparecerlos. El Cicpc espera hallar a su único hijo para interrogarlo y despejar algunas sospechas, aunque no descartan que por venganza o líos entre bandas pudieran atacar a la pareja sexagenaria.

 


Ensañamiento

El ensañamiento contra las víctimas hace presumir a las autoridades que los verdugos querían afectar a sus dolientes, más allá de arrebatarles la vida, impedir que pudieran velarlos y despedirlos. Además, el modo sanguinario de deshacerse de los cuerpos hace sospechar de una peligrosa banda que opera en el eje panamericano.

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