El sospechoso sacó el arma y la accionó en contra del estudiante, quien como él, disfrutaba de una fiesta de miniteca en la vía pública del sector Casa de Tabla, a eso de la 1:00 de la madrugada. La bala se alojó en el lado derecho del joven, en el pecho, del cual rápidamente la sangre brotó. Los presentes se desesperaron. La novia del muchacho se agachó para levantarlo, también su suegra quiso ayudarlo, mientras el agresor corrió a una callejuela y se perdió de vista.
En medio de la confusión, los presentes auxiliaron a la víctima, quien arribó al Hospital Dr. Pedro Emilio Carrillo de Valera, a las 4:00 de la mañana del pasado lunes. A esa hora, en el caserío de Santa María del Horcón, en el municipio Monte Carmelo, pero muy cerca del estado Mérida, los funcionarios de la Policía de Trujillo le seguían la pista al pistolero.
Los allegados de José Enrique Quevedo Cegarra, como fue identificado el estudiante, contaron que el supuesto asesino intentó esconderse, pero los efectivos, pertenecientes a la estación 3.6 de Monte Carmelo, lo arrestaron a las 7:00 de la mañana. No tuvo escapatoria. E. Torres, de 24 años, fue señalado por su víctima y otros presentes como el autor material y ahora se encuentra a la espera de un proceso judicial, a la orden de la Fiscalía Novena del Ministerio Público. De acuerdo a la versión policial, le incautaron un arma de fabricación artesanal (chopo) sin seriales o marcas visibles.
Paro respiratorio
Pese a la atención médica recibida y el esfuerzo de su familia por conseguir todos los antibióticos necesarios, Quevedo, de apenas 17 años de edad, resistió solo un día. Falleció al mediodía de este martes, a causa de un paro respiratorio. Según declaró su madre, en los alrededores de la morgue del Hospital de Valera, su sueño era convertirse en un investigador del Cicpc. Quería ser una figura de justicia, pero la delincuencia lo privó de ese derecho.
Descartan un accidente
Quevedo era estudiante de cuarto año de bachillerato, en el Liceo María Ramona Araujo. No tenía problemas, era un joven jovial y divertido. Le gustaban las fiestas, pero también trabajaba en la tierra para obtener dinero legalmente. En la mañana llevaba sol en las fincas de la Zona Baja y en la tarde asistía a clases. Sus familiares explican que el agresor no tenía motivos para atacarlo. Se conocían, no eran amigos, pero tampoco enemigos, ni siquiera habían peleado. No creen que haya sido un accidente. El atacante, de unos 24 años, actuó, presuntamente, bajo los efectos del alcohol y sin razón. Incluso, las personas en la fiesta le habían dicho que no sacara el arma, porque insistía en querer disparar al aire.