Morochito Rodríguez: 55 años de mi grata experiencia olímpica

Ya pasó más de medio siglo de aquella gloriosa gesta, escrita por un pequeño boxeador cumanés, quien sin complejo alguno y a fuerza de temple, destreza, técnica y puñetazos precisos se erigió como el primer medallista de oro olímpico que recuerde nuestro deporte internacional. Mucha agua ha corrido debajo del puente, luego de esta inmarcesible epopeya atlética.

Su combate final con el coreano Joun Ju Lee fue un toma y dame de leyenda

Gabriel Montenegro.
gabymonti59@gmail.com

El día 27 de octubre de 1968, a muy tempranas horas de la mañana, mi madre, Isabel Teresa Rojas de Montenegro, me encomendó el mandado de ir a comprar el sabroso y recordado pan de maíz, el cual expedían hace un montón de años en la ya desaparecida panadería familiar de los «Hermanos Viloria», situada en el sector Lasso de la Vega de Valera y ubicada a escasos metros de la vetusta escuelita » Andrés Eloy Blanco».

Al llegar al referido negocio, un grupo de unas tres personas escuchaban pegados a un radio «Telefunken», las noticias que emitía en ese momento la emisora » Radio Rumbos» desde la ciudad de Caracas.

!Ganó Morochito…es campeón olímpico!…celebraba con gritos de alegria el trío de adultos, al momento que yo solicitaba mi pedido…» Deme un bolívar de pan de maíz señor Viloria».

Como un mozalbete que apenas superaba los diez años de edad, nada sabía yo de lo que hablaban los mayores y menos de la palabra «olímpico», ignorando también que dos deportistas venezolanos cuyos nombres leía en los periódicos que papá llevaba a casa, eran también olímpicos.

Me refiero a Horacio Estévez y Arquímedes Herrera, quienes despuntaban entonces a nivel internacional, junto a una muchachita bobureña llamada Elsa Antunez.

Jamás me imaginaba en ese momento que Francisco «Morochito» Rodríguez, el pequeño y ágil boxeador de mi patria, acababa de ganar la primera medalla de oro olímpica de Venezuela.

La foto que plenó de alegría a través de la prensa escrita nuestra primera medalla olímpica.

 

Un poco de historia

Rebuscando datos de ese histórico momento y sin tratar de «fusilar» el trabajo informativo de los demás, encontré por allí que desde su nacimiento el 20 de septiembre de 1945, Francisco era conocido cariñosamente como el «Morochito» Rodríguez, por haber nacido en un parto gemelar con su hermana Alida.

Se crió junto a sus catorce hermanos, siendo el segundo en un hogar de pocos recursos, por lo que desde pequeño tuvo que trabajar con su abuela vendiendo pescado, sin tener oportunidad de recibir educación formal.

Aprendió a leer y escribir al llegar a la adolescencia, le enseñó las letras la que sería su esposa, Sabina Blondell.

 

Nació para ser campeón

A los 11 años entró al mundo del boxeo y fue entrenado inicialmente por el profesor Pedro Acosta y luego, por Hely Montes.

Después de ganar fama en Cumaná por su fino estilo y su calidad en el entarimado, viajó a Caracas, donde completó su preparación deportiva y es cuando se gana el puesto, siendo incorporado a la Selección Nacional de Boxeo, destacando primero al salir de Venezuela en un torneo latinoamericano realizado en Chile.

Ese sábado 26 de octubre de 1968, Morochito pasaría a la historia del deporte venezolano, fecha en la que nuestro país, obtuvo como dije su primera medalla de oro en una gesta olímpica. La hazaña fue tan grande como el corazón y la voluntad del pequeño y humilde vendedor de pescado que la logró, Morochito Rodríguez, primer oro olímpico, gloria dorada de Cumaná y de Venezuela entera.

El campeón venezolano fue objeto de múltiples reconocimientos.

 

Nada fácil la medallota

Para Francisco Antonio Rodríguez Brito no fue nada fácil llegar a la disputa por el ansiado oro. Primero hubo de sortear al favorito cubano Luis Carbonell a quien dio una lección de boxeo técnico. Luego despachó por nocaut al neocelandés Kata Karumarate para llegar contra su rival panamericano, el de Estados Unidos Marbley Harland y finalmente el toma y dame de leyenda frente el peligroso coreano Joun Ju Lee a quien le arrebato su glorioso oro.

Recuerdo también que desde ese momento, hace 55 años, mi pasión por el deporte fue creciendo y creciendo. Incluso ya tenía en mente el antecedente de su similar Carlos «Morocho» Hernández, casualmente nuestro primer campeón mundial de boxeo profesional, quien logrará la corona welter junior al derrotar al norteamericano Eddie Perkins.

También evoco claramente, que el boxeador más popular del mundo era en ese momento un jovencito de nombre Cassius Marcellus Clay, quien posteriormente tomaría el nombre musulmán de Muhammad Alí.
Muchos de mi edad y otros más vetustos, también recordarán que en esa época se rumoraba insistentemente que la » maffia» había asesinado a Sonny Listón, a quien por cierto Cassius Clay le había arrebatado la a corona con un relampagueante nocaut, vengando a su amigo, el ex- campeón Floyd Patterson quien había sido muy humillado y maltratado por Liston.

Pero volviendo a lo de «Morochito», debo decir que después de su triunfo en las Olimpíadas de México todo fue una locura; su apoteósico recibimiento, la fiebre del boxeo en todo el país y sobre todo el inicio de una generación de paisanos cumaneses de nuestro protagonista, entre ellos Pedro y Antonio Gómez, Alfredo Marcano, el «loco» Cruz Marcano, fallecido lamentablemente muy joven y un potencial futuro campeón del mundo.

Además de estos pugilistas, dos de ellos coronaron, pocos años después de la gesta de Morochito, su sueño; a la sazón Antonio Gómez en el peso pluma nockeando en Tokio al campeón japonés Shozo Saijo y Alfredo Marcano quien sacó un «Upper» milagroso para destronar a Hiroshi Kobayashi, en una pelea en la que estaba recibiendo una paliza por parte del nipón. Luego también llegaría la época más prolija para Venezuela con cuatro campeones del mundo, al sumarse a ellos Vicente Paul Rondón y Betulio González. Sin olvidar al » enredador» minimosca Luis «Lumumba» Estaba.

Actualmente sigue campante su trabajo con los nuevos valores del boxeo.

 

Un momento que jamás se borrará

En síntesis podemos decir, que fue en profesional el «Morocho» Hernández y luego su homólogo más diminuto, en el amateur, quienes abrieron la llave de la fuente inagotable de talento venezolano para el denominado » deporte de las narices chatas y las orejas de coliflor», así como describió Jack London en su momento al boxeo, el no menos recordado.

 

Morochito es símbolo indiscutible de nuestro deporte

Ya pasados sus setenta y tantos años de edad ha sufrido varios descalabros de salud, sin embargo se mantiene muy cuidadoso y compartiendo en familia y amigos. Ojalá Dios le otorgue salud y mucha vida a nuestro lado.

Desde Super Deportes y Diario de Los Andes, nos sentimos orgullosos de recordar y legar a la nueva generación de periodistas y comunicadores, lo hecho por nuestros atletas venezolanos a nivel internacional, especialmente en tiempos donde las informaciones eran muy escasas, motivado a la falta de tecnología comunicacional, de la cual actualmente contamos con múltiples recursos a la mano.

Han pasado sencillamente 55 años de mi primera gran experiencia con el olimpismo deportivo y fue el Morochito quien me permitió esa inolvidable y gratísima experiencia.

 


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