En este diciembre 21 se cumplen 39 años de la inauguración del Monumento a Nuestra Señora de la Paz en la ciudad de Trujillo, “la tierra de María santísima”, como siempre lo había afirmado don Mario Briceño Iragorry. Esta obra transformó la visión de la “ciudad viajera” como lo dijo don Mario Briceño Perozo.
Recordemos a don Gilberto Quevedo Segnini, en su libro “Monumento a Nuestra Señora de la Virgen de la Paz”. “El miércoles 21 de diciembre de 1983, en horas de mediodía, con la asistencia del Presidente de la República doctor Luís Herrera Campíns, inició el ceremonial su Eminencia el Cardenal José Alí Lebrún, con una misa concelebrada con los Excmos. señores Mons. Luciano Storero, Nuncio de su Santidad y decano del Cuerpo Diplomático, Monseñor Miguel Antonio Salas, Arzobispo de Mérida, Monseñores Vicente Hernández Peña, Feliciano González, Ángel Polachini, Marcos Tulio Ramírez Roa y Tomás Márquez, obispos de Trujillo, Maracay, Guanare, Cabimas y San Felipe, y los obispos auxiliares de Barquisimeto, Ciudad Bolívar y Mérida, Monseñores Eduardo Herrera, José de Jesús Núñez y Baltazar Porras y sacerdotes diocesanos y visitantes; al terminar la cual se procedió a la solemnísima bendición de la monumental estatua de Nuestra Señora de la Paz, en cuyo acto alzaron vuelo desde los balcones de la imagen una bandada de cuatrocientas palomas mensajeras”. (S/F. 26)
Hay obras arquitectónicas que cambian la imagen de la ciudad y se transforman en iconos de identidad por su simbología, como es el caso de algunas en nuestras ciudades: Barquisimeto, donde el obelisco es un símbolo; el puente sobre el lago en Maracaibo; el teleférico en la ciudad de Mérida y aquí en Trujillo el Monumento a la Virgen de la Paz, una creencia religiosa y advocación mariana que pasa los cuatrocientos años de fe guardiana de la ciudad.
Está ubicado en lo alto de la montaña Peña de la Virgen, un lugar mágico, inventado por sus propios habitantes, que se han venido arraigando en una tradición que se ha mantenido en el tiempo gracias a la oralidad. Muchas son las leyendas, relatos, los diálogos mágicos que se cuentan de ese lugar, pero siempre en torno a la Virgen. Es el ambiente literario de la novela costumbrista de Joaquín Delgado “Mana Juana”. Al mismo tiempo es una mirada panorámica para la ciudad portátil, la ciudad que poco cambia.
De la crónica popular se puede hacer una excelente compilación, la presencia de la Virgen María en este lugar se remonta desde hace mucho tiempo, dice Francisco Domínguez Villegas lo siguiente: “ … en torno al recio y hermoso peñón, otrora selvático y umbrío, desde donde según la leyenda, la Virgen María presidiría la fundación de la ciudad, y su ilustre fundador, al trazarla en nombre de su rey, según la formula ritual acostumbrada, invocó el nombre de la Madre de Dios, a cuya protección la encomienda bajo la advocación de Nuestra Señora de La Paz”.( 1947 :20).
Ese 21 de diciembre de 1983, justamente había sido un año electoral, el presidente de la República Dr. Herrera Campíns, la gobernadora fue para ese periodo constitucional la Dra. Dora Maldonado y la Primera Dama oriunda de Trujillo doña Betty Urdaneta de Herrera C., pues tuvieron que ver con mucha acción y voluntad en la realización de esta magna obra que se convertiría en un símbolo cultural de referencia regional, nacional e internacional. Ese día, las palabras alzaron vuelo en plena libertad por las montañas trujillanas hacia el mundo. Buenos discursos el del Sr. Presidente, de la Sra. Gobernadora, del Cardenal José Alí Lebrún y el de su Santidad Juan Pablo II, que desde el Vaticano pronunció un mensaje a trujillanos y venezolanos, que a continuación transcribo como está en el documento original.
Mensaje de su Santidad Juan Pablo II en ocasión de inaugurarse en Trujillo el Monumento de Nuestra Señora de La Paz. El día 21 – 12 – 83.
«Venerables hermanos en el episcopado, queridos hermanos y hermanas al ser informados de que iba a ser inaugurado hoy en la ciudad de Trujillo un Monumento a la Paz mundial que representa a la Virgen en la hermosa advocación de Nuestra Señora de la Paz, quiero asociarme a un acto tan significativo.
Quisiera por ello que mi palabra transmitida por televisión lleve mi presencia en este día al pastor de la Diócesis de Trujillo, al señor Cardenal José Alí Lebrún que procederá a la bendición del monumento, y a otros obispos de Venezuela, y de la comunidad eclesiástica de Trujillo y de Venezuela, acompañados por altos autoridades de la nación y del estado Trujillo.
Esta realidad que se inserta en el conjunto más amplio de una nación y de un continente donde tan urgente es el arraigo profundo de los ideales de La Paz, debe ser una llamada constante de hacer del monumento hoy inaugurado un símbolo y un centro de trabajo en favor de la paz, un centro de plegaría incesante a quien es la madre común, a quien a todos hermana en el mismo amor de hijos, a quien desea ardientemente cesen por fin las divisiones, los odios, la sangre derramada en absurdas contiendas, a quien quiere ver manos sin armas y espíritus reconciliados, armados solamente con propósitos de concordia y solidaridad y mutuo entendimiento.
Pero a la vez ese monumento ha de construir un centro de empeño, de animación de esfuerzos y de iniciativas efectivas en favor de la paz, que es imposible sin las debidas condiciones interiores y sin el fundamento insustituible de la justicia que promueva el urgente y armónico progreso de todos, un progreso que es el respeto de los derechos de cada uno, un progreso que es el nuevo nombre de la paz, como dijera uno de mis predecesores, y hacia el que yo mismo he adelantado en tantos momentos desde afuera y desde las mismas tierras del continente americano.
Pido a Nuestra Señora de la Paz que desde ese lugar de donde se abre el horizonte hacia la geografía de diversos distritos trujillanos, suscite en los habitantes de toda la nación y de los otros países vecinos, anhelos de generosa entrega y servicios a la causa de la paz.
Con estos deseos imparto a los pastores, a cuantos han colaborado en la realización del monumento, y a los fieles de Trujillo y de Venezuela entera la Bendición Apostólica En El Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
S.S. Juan Pablo II
En otras entregas continuamos recordando y narrando otras vivencias de esta monumental obra.