No se bajó de la cruz para llegar al puerto, estamos aquí para continuar su obra, y seguir firmes. Que podamos desde la Curia Diocesana seguir guiando los pasos de tu pueblo santo. Que su recuerdo pueda no solamente signar la historia de la iglesia trujillana, sino del pueblo que tiene fe en Cristo Jesús
Tras la partida física del excelentísimo Monseñor Vicente Ramón Hernández Peña, sus pastores, familiares, amigos y quienes le cuidaron durante los años de enfermedad, planificaron que el cuerpo de Monseñor Vicente Ramón Hernández Peña, obispo emérito de Trujillo, recorreriera varias parroquias del municipio Trujillo, hasta el día de mañana miércoles, cuando será llevado a su última morada, en la Catedral de Trujillo.
Desde el día domingo, ha estado acompañado no sólo por quienes integran la Diócesis de Trujillo, sacerdotes y seminaristas; sino por la feligresía trujillana, que con lágrimas en los ojos, oraciones y gran tristeza, dan fe, de la ausencia que deja Monseñor Vicente Hernández Peña. Un camino andado.
Con cantos fue hasta a la Curia
Ayer fue trasladado con cantos, y escoltado por sus hijos, desde la comunidad de San Jacinto hasta la sede de la Curia Diocesana, allí lo esperaba el Obispo de la Diócesis Monseñor Cástor Oswaldo Azuaje, quien lo sucedió tras su retiro hace ya casi seis años, quien recordó, en medio de la eucaristía celebrada en honor al alma de Monseñor Vicente Hernández Peña, que la humildad marcó la vida del Pastor que hoy se va para ser sembrado, pero que deja un fruto vivo y activo en la iglesia trujillana. «Ahora sus hijos son míos» dijo monseñor Cástor Oswaldo Azuaje. Fueron más de 100 sacerdotes los que ordenó Monseñor Hernández Peña, «No tenemos más que agradecerle al Señor, por su presencia, la vida de este Pastor, de este boconés, fue llena de sencillez, oración y lamentablemente, su última enfermedad le fue apagando poco a poco su vida, pero estuvo acompañado en sus últimos años, y agradecemos a quienes cuidaron de Monseñor», expresó el Obispo de Trujillo.
Por su parte, el vicario general Rubén Delgado, coordinador de la Curia y rector del seminario mayor «Sagrado Corazón de Jesús» relató durante la homilía que Monseñor Vicente Ramón Hernández Peña, fue signo de la vida eclesial trujillana, «él nos llevó a una vida eclesiástica consciente, activa y viva» afirmó.
A su vez, contó que desde el inicio de su vida ya estaba signado para el camino de la vida sacerdotal, «Monseñor Vicente cuando vino al mundo en sus primeras semanas, quedó huérfano. Cuando lo llevaron a bautizar fue en condiciones de salud muy precaria, Vicente Ramón Valera Márquez, el nombre del sacerdote que lo bautizó en Boconó, preguntó qué nombre llevaba el niño, y como no tenía nombre, le colocaron el del sacerdote que lo bautizó, y así, su vida fue transcurriendo en medio del ambiente religioso, luego Monseñor Camargo, fue quien lo guió para que hiciera su primera comunión. Desde allí pudiéramos ver que desde su corazón, fue un hombre lleno de amor y de misericordia» relató.
Pedagogo, pastor y padre
Un hombre que lograba penetrar en las razones más profundas que deben tener los obispos. Muy pocas veces dijo, eso no puede ser, ni jamás intentó cercenar o destruir. Eso demuestra que somos una iglesia muy sana, sin enfermedades ni resentimientos, y eso lo aprendimos del gran pedagogo, pastor y padre de la Diócesis, que hoy nos deja muchos recuerdos como lo fue Monseñor Vicente Ramón Hernández Peña.