Monseñor Trino Valera: Esta vida mía, que no es mía, sino de Dios / Pedro Frailán

Sentido de Historia

 

 

El recuerdo siempre presente entre nosotros, un pasado que se nos hace presente al instante y vivimos momentos muy propios que son nuestra riqueza, nuestro patrimonio. Cuando yo me ordené de Obispo Auxiliar de Caracas, en mi discurso dije “yo vengo del pueblo más hermoso de América Latina. Yo vengo de un caserío, cerquita del cielo, donde vive Dios. Vengo de Los Llanitos de San Lázaro».

Mis padres fueron Francisco Antonio y María del Rosario, justamente de esas cumbres andinas trujillanas. A la edad de tres años fui robado por mi abuela Catalina Rosa, madre de mi padre y mi tío Simón, y me trajeron para Escuque, la tierra del “Dulce Niño”. Por eso yo estudié ahí, fue una infancia muy hermosa, en unión de mis familiares, muchos primos. Siempre recuerdo con mucha constancia, que una vez, tenía que presentar un examen final en tercer grado y estaba jugando metra solo, en eso un amigo me recordó: Trino ¿Tú no tienes que ir a presentar un examen? Sí, pero no tengo con qué comprar una hoja de papel ministro, me regaló una locha, me fui a presentar el trabajo y superé el examen.

Mi primo Álvaro, en una oportunidad me consiguió que fuera monaguillo, mi abuela se alegró mucho y dijo: ¡Claro él sirve para eso!, recuerdo que para ingresar, se tenía que presentar un examen, era una oración en latín y lo hice muy bien y me quedé con la plaza de monaguillo en la “Tierra de nubes”. A mí me gustaba el canto. Luego regresé de nuevo a San Lázaro y ahí terminé la primaria.

Luego pasé a hacer el bachillerato, que lo hice en el seminario de Mérida. Siempre me ha gustado el canto y fui director de canto. Dios me dio esa facultad. Otra virtud que me agrada mucho es la palabra, en donde tenga más que hablar es mejor y si hay bastante gente, pues, para mí no hay ningún problema. Toco y canto algunas canciones, me gustan mucho Conticinio del maestro Laudelino y algunas llaneras. Cuando me gradué de bachiller en Mérida, no tenía traje.

Las limitaciones económicas de mi familia fueron escasas, entonces un pariente de aquí me ofreció prestarme un traje y enviármelo. Ese día avanzaba la mañana, nada que llegaba, entonces un compañero me dijo, no te preocupes que entre varios no prestamos la vestimenta, para que vaya al acto. Pero al poco tiempo llegó el préstamo, entonces me empaqueté y me fui a mi graduación. Al otro día fuimos de paseo al Pico Espejo, algo que me impresionó mucho de Mérida fue su catedral, que es bellísima.

Recuerdo que cuando venía a mi casa, recolectaba artículos, cosas para traer para la casa y así ayudar a solventar la situación económica, eso parecía un San Nicolás; nosotros somos muchos y yo soy el mayor. Como dije, pues una familia de bajos recursos materiales. Pero eso sí, los valores humanos con mucha presencia entre nosotros. El respeto por la persona y la presencia intacta de la dignidad, siempre presente entre nosotros, eso se le debe a mis padres. A pesar que mi madre no sabía leer, pero con una intuición gigante, mi padre sí leía.

Luego me fui a Caracas a estudiar en la universidad. Eso significó un cambio muy grande. Filosofía la estudié en la Católica Andrés Bello, tenía la sede cerca de la Plaza Bolívar. Teología también lo hice en Caracas, incluso terminé dando clase en ambas disciplinas, en eso me reconocieron muy bien los padres jesuitas. Cursando teología tuve que presentar un examen, con padres muy exigentes de nacionalidad francesa, lo máximo que colocaba de nota era catorce y diez, porque él no raspaba.

Me acerqué a presentar y me dijo: ¿De qué vamos a hablar Trino? y le dije: De Heidegger. Me dijo de manera asombrosa, vamos a tratar a Heidegger, y le contesté, pues echémosle. Mira chico y saqué dieciocho, yo conocía bien este pensador, me agradaba mucho y lo sigo leyendo, soy lector de la filosofía contemporánea.

Luego vino mi ordenación, que se hizo en Escuque. La primera misa fue en San Lázaro, mi bautizo fue en Santiago. Estaba de Obispo, monseñor Rojas Chaparro; me quería mucho, al tiempo me pidió para ir a Caracas Monseñor Ovidio Pérez Morales, estuve un año, tuve un pequeño inconveniente, entonces le pedí de nuevo a Monseñor Chaparro, que estaba en Caracas, recuerdo que lo fui a buscar, yo tenía un Dodge Dart y le pedí que me regresara de nuevo a Trujillo y lo concedió, aquí trabajé con catequesis, impartí clases en el Nurr-ULA y en la Universidad Rafael Urdaneta extensión Valera.

A los cuatro años me fui a estudiar Biblia en Roma. Vivía en Pío Latino, pero estudiaba en la Universidad Gregoriana. Incluso fui beneficiado con el programa de la beca Gran Mariscal de Ayacucho, por eso siempre le agradezco al presidente Carlos Andrés que creó esa política que benefició mucho al país y a los que lo aprovechamos y viví bien. Al regresar de nuevo ya Monseñor Hernández Peña me asignó la parroquia de San José Obrero de Tres Esquinas, se estaba iniciando ahí, se fundó el Icire Fray Alonso Briceño. Después me trasladaron para la parroquia Santa Catalina en Plata II en Valera, justamente ahí me nombraron Obispo Auxiliar de Caracas.

Eso fue una gran experiencia, momentos agradables y también difíciles; era el Cardenal su Excelencia Ignacio Velasco. Recuerdo dos actividades difíciles, una fue la entrega del periodo presidencial del Dr. Caldera y tuve que representar a nuestra iglesia, fijar posición por los cambios que estaba viviendo Venezuela. Otro hecho fue el encuentro institucional con el cuerpo diplomático, en el doloroso caso del derrumbe de las Torres Gemelas, se ofició una misa de gracias a Dios, salió bien. Cuando estaba de gobernador de Caracas el Dr. Abdón Vivas Terán, la Arquidiócesis estaba necesitada de transporte, Monseñor Velasco nos pidío a otro hermano y a mí, que fuéramos a plantéarle la situación al señor Gobernador. Y nos dijo lo siguiente: ¡Hay que ver que ustedes sí tienen suerte!, justamente tengo dos camionetas, que no están asignadas. Salimos con sendas camionetas Toyota y resuelto el problema.

Mis encuentros papales son memorables. La primera vez que vi a su santidad Juan Pablo II, fue en un encuentro de obispos hispanoamericanos, me correspondió leer a Isaías, cerquita del Papa, lo hice lento para no equivocarme; al finalizar la misa, el Papa hizo un paréntesis para refrescarse, en lo que entró de nuevo se digirió hacia donde yo estaba, me saludó, le agradó mi lectura y yo no supe qué decirle, no me salieron las palabras, tantas cosas que tenía que decirle, él se dio cuenta, más adelante me regaló un Cristo con cadena, que siempre lo llevo.

Con su santidad Benedicto XVI, en el Sínodo sobre la Eucaristía, realicé una ponencia sobre la temática, al otro día el Papa me felicitó con relación al trabajo, además hizo una especie de sinopsis y me obsequió este anillo. Francisco es grande, es nuestro latinoamericano, un gran pensador, admiro a los jesuitas, sobre todo en su forma de vivir, en su intelecto y sencillez, es primero en diversas categorías, primero en ser de este continente, jesuita y de nombre Francisco, en honor al santo, icono de nuestro universo cristiano y católico.

Trabajé en el Celam (Concejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño), con sede en Bogotá, tuve la oportunidad de conocer todo el continente y parte del mundo. Después de Caracas fui Obispo de La Guaira, otro mundo como decimos nosotros, mar, montaña, doce años conviviendo con esa gran gente. Después hacia el llano, hacia la Diócesis de Guanare y una cultura llanera, pero con la gran influencia de la montaña, ahí me estuve más de una década. Hoy mire, pues, ya soy Obispo Emérito, ¡Cómo pasa el tiempo!. Oro mucho por Venezuela, pido a nuestra patrona Virgen Coromoto para que interceda ante Dios, para que nos envié la luz del Espíritu Santo, porque nosotros somos buenas personas.

Mira chico, muchas gracias por reseñar parte de mi vida. Bueno, no es mi vida, sino de Dios.

 

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