Isaías Márquez
Desde mucho antes de 2015 Venezuela experimenta un proceso de degradación de sus sistemas productivos, a causa, entre otros, de la exigua producción petrolera, así como de la implementación de políticas erráticas e improvisadas en el sector agropecuario que están dando al traste con la seguridad agroalimentaria de sus habitantes, de efectos muy ostensibles en el campo: agotamiento en cerca de un 90 por ciento de la vida útil de la maquinaria e implementos agrícolas, financiamiento restringido, escasez de combustible (gasóleo, básico puesto que toda maquinaria agrícola es de tecnología diésel), lo que afecta principalmente, a la agroindustria: producción de arroz, sorgo, maíz, oleaginosas y lácteos, a lo que se añade la precariedad de los servicios básicos, más la carencia de los insumos de producción: semillas, plaguicidas y fertilizantes, entre otros, que nos retrotrae a la otrora Venezuela rural prepetrolera. Asimismo, Fedeagro estima que el sector requerirá de unos dos millones y medio de barriles de diésel a diario durante el ciclo de lluvias.
Por otra parte, la inseguridad jurídica persistente y una inflación dolarizada, muy superior a un 50 por ciento interanual, socavan toda iniciativa y/o proyecto ya que la degradación de la infraestructura y los servicios básicos, además de la pérdida de encadenamientos sectoriales, son consecuencias de una crisis interna extendida y de las políticas adversas al mercado; las restricciones crediticias y la falta de recursos humanos han disminuido sustancialmente, los PIB petrolero y no petrolero; han fijado un techo exiguo de crecimiento.
Asimismo, la “discapacidad» para adelantar políticas monetarias y cambiarias, tanto de estabilización como de crecimiento económico, así como la elusión para aplicar una política fiscal expansiva y compensatoria, dificultan, más aún, la promoción y mantenimiento de los niveles internos concretos sobre una actividad económica gradual.
Se precisa, por tanto, de las políticas conducentes para el logro de un crecimiento sostenido y consolidado del Sistema Agroalimentario Nacional, de acuerdo con la realidad que afecta al sector y evitar el retorno indeseable a una agricultura exógena y portuaria.