Mitos y verdades sobre el beato JGH y el sabio Rafael Rangel 

Muchos mitos se han teñido – quizás malsanamente – sobre la relación de José Gregorio Hernández y el sabio Rafael Rangel. “Relación de respeto, amistad y admiración” entre ambos trujillanos denotan testimonios sustentados en informes, artículos y revistas especializadas. Existen registros del reconocimiento público de JGH a la labor de Rafael Rangel, que incluso llega a comparar sus aportes científicos con los mejores centros de investigación de la Francia de entonces

José Gregorio Hernández y Rafael Rangel representan dos figuras trujillanas del mayor relieve en el campo de las ciencias de la salud, ambos fueron pioneros en la medicina experimental de Venezuela, fundaron laboratorios, realizaron investigaciones científicas del más alto nivel, dictaron cátedras universitarias y formaron discípulos sobresalientes que continuaron su obra.

José Gregorio nació en Isnotú en 1864 y Rafael Rangel en el pueblo vecino, Betijoque, trece años después, en 1877. Ambos murieron trágicamente en Caracas, en circunstancias vinculadas a sus tareas profesionales y a edades tempranas: Rangel de 32 años en 1909 en su laboratorio luego de atender a sus estudiantes; Hernández, de 55 años, nueve años después, en la calle buscando una medicina para una paciente necesitada.

Ambos salieron muy jóvenes de su tierra natal a formarse en ciencias médicas, el primero se graduó como médico, ejerció como profesor, investigador y atendió sus pacientes, el segundo inició su carrera de medicina y luego se retiró para dedicarse enteramente a la investigación y a la docencia. Hernández fue profesor de Rangel y ambos trabajaron juntos en el mismo laboratorio, el primero como director de la cátedra y Rangel como su brillante asistente.

Rafael Rangel ingresó a la Universidad Centra de Venezuela para estudiar el primer año de medicina el 3 de agosto de 1896 y sus profesores fueron Luis Razetti de Anatomía, de Histología Normal y Bacteriología José Gregorio Hernández y de Química y Física Adolfo Frydensberg. A finales del segundo año Rangel debe abandonar sus estudios de medicina por haberse enfermado de tuberculosis pulmonar, posiblemente contagiado en las propias salas del hospital Vargas, y su amigo Santos Aníbal Dominici lo envía a temperar a La Mesa de Esnujaque.

Hernández fundó la cátedra de bacteriología de la Universidad Central y se considera el pionero de la medicina moderna en Venezuela. Al regresar Rangel ingresa como asistente al laboratorio del Dr. Hernández, y a partir del 16 de agosto de 1899 ejerce de Preparador de la Cátedra, hasta el 1 de abril de 1903 cuando es designado como el primer director del laboratorio del Hospital Vargas, lugar donde despliega un trabajo excepcional, razón por la cual es considerado el padre de la Parasitología en Venezuela. Ambos realizan investigaciones de mucha importancia en el campo de la salud pública, publican autorizados artículos científicos, dirigen tesis de grado y postgrado y cada quien en su campo brillan en el ambiente científico. 

El Dr. José Gregorio Hernández enseñó al Br. Rafael Rangel las técnicas histológicas y las de bacteriología, además fue quien le sugirió como línea de investigación el estudio de la estructura del sistema nervioso, siguiendo el método de su maestro Duval en París.

Hernández alaba los trabajos de su discípulo y le comenta a su colega Dominici: “…pídele a Rangel que te muestre sus preparaciones de cerebro y médula… no las superaban las del propio Ramón y Cajal, que nos mostró a Guevara Rojas y a mí en el Laboratorio de Malassez en el Colegio de Francia”.  Por su parte Rangel siempre reconoció a Hernández como su maestro, tal como escribió en su trabajo elaborado junto con A. Miguel Letteron sobre el carbunclo bacteridiano: “…después de haber consultado con nuestro maestro doctor José Gregorio Hernández”.

El médico distribuye su tiempo entre la consulta a sus enfermos, la cátedra, la investigación y su vocación religiosa. Rangel se entrega por entero al laboratorio y a sus estudiantes. Existen testimonios de la austera vida personal de ambos, los dos impecables, correctos, de excelente porte, educados, estudiosos, cultos y admirados por quienes los conocían. Ambos son un tanto tímidos.

Rangel decide acabar con su vida y en relación a la causa vaya su propio testimonio: “desde que la política vil y rastrera de mi país se introdujo en el laboratorio, me encuentro asfixiado, aislado y todo es hostil a mis grandes planes científicos”. Hernández también tuvo problemas con la política “vil y rastrera”, aquí está su testimonio por qué se fue de Trujillo en 1889: “Por fin como que va a suceder lo que tanto habíamos temido: me dijo un amigo que en el Gobierno de aquí se me ha marcado como godo y que se estaba discutiendo mi expulsión del Estado, o más bien si me enviarían preso a Caracas”.

Existen, por supuesto, notables diferencias en la vida de ambos personajes, pero un asunto sustantivo que los aproximan es que maestro y discípulo pusieron sus talentos y entregaron sus vidas, generosamente, al servicio de la salud, es decir, la ciencia al servicio de los demás.

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Por: Alexander González

Con información de: Francisco González Cruz

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