Mis andares por mi pueblo | Por: Argimiro González.

Que tiempos los de aquellas veladas nocturnas dando serenatas al pie de un balcón. Foto Luis Huz Ojeda. 

 

 

Hola Ramón, mis mayores deseos son porque al momento de recibir esta carta goces de buena salud y abundante animo espiritual, lo demás son regalías de Dios, junto al “Arcángel San Rafael” santo patrono de Carvajal quienes nos siempre nos protegen. Te comento que vivimos en la localidad de “Los Olivos” situada en Lima capital del hermano país Perú, al cual emigramos con la mirada y la mente puestas en el trabajo creativo y productivo para conquistar calidad de vida, crecimiento espiritual, económico y social para la familia tal como siempre lo hemos hecho, todo como respuesta a nuestra incierta situación país.

Aquí todos te estamos contentos y agradecidos contigo por ese noble gesto de resaltar con tu prosa mi andar en nuestra bendecida sabana de Carvajal cuando mozo: “… Argimiro González, la voz de oro de Carvajal, un galán en sus tiempos mozos, es uno de esos amigos que recordamos con admiración, afecto, cariño y respeto. Uno de los grandes de nuestra generación. Con su Cuatro, Guitarra y partituras de las canciones que entonaba con su sensible voz a las musas de aquella sabana de los dioses, La Sabana de Santa Rosa de Carvajal, sabana que al escuchar esa sublime sonoridad se agigantaba entre sus cordilleras…”. Cuando escribí estas líneas vino a mi memoria el poeta uruguayo Juan Pablo López que en uno de los párrafos de su célebre obra La Leyenda del Horcón reflexiona: “… Setenta años quien diría que vivo aquí en estos pagos sin conocer más halagos, que la gran tristeza mía. Setenta años no es un día, pueden tenerlo por cierto y si mis dichas han muerto, ahora tengo la virtud de ser para esta juventud lo mismo que un libro abierto…”.

 

Desde antaño los trovadores y serenateros han sido fuente de inspiración del arte del pincel.

 

Diciembre

Tengo 72 años transitando el camino de la vida, compartiendo vivencias entre familia, otras con buenos y nobles amigos, algunos de estos hermanos de vida ya han partido, otros se mantienen disfrutando esta existencia terrenal. Con la llegada de los días decembrinos evoco con nostalgia nuestro pueblo, cuando el asomo la navidad era la ocasión para pintar interior y exterior de las casas, montar en un rincón de la sala el pesebre, el árbol vestido de niebla e iluminado de coloridas luces. Por esos días retornaban muchos paisanos que hacían estudios universitarios fuera de nuestro estado para compartir la hechura de los platos tradicionales y disfrutar hallacas con su familia y compartir un trago entre nosotros. Esta festividad se iniciaba a partir del 16 hasta el 31 de diciembre. En esos días hicimos costumbre agruparnos desde las primeras horas de la madrugada en la parte alta del pueblo, frente a la casa de los Maya o del centro social -Los Manguitos- y desde allí salíamos a toda velocidad con destino a los alrededores de la plaza bolívar, frente a la iglesia San Rafael Arcángel, ese trayecto lo cubríamos haciendo piruetas y hasta inventábamos bailes acrobáticos con los patines puestos, en mi mente perdura la imagen de Carlos Simancas quien hacía las veces de transporte público gratuito al momento de montarnos en su camioneta para subir hasta el punto de salida a: Los Aguilar; Los Araujo; Los Jhonker; Los Maneiro; Los Monagas; Armando “Ike” Torrealba; Leopoldo Paredes; el hijo del negro “Mono” nombre que no recuerdo y algunos estudiantes del Colegio Cecilio Acosta, juntos  éramos los grandes patinadores del momento. Los más conservadores de nuestra generación asistían con puntualidad a los oficios religiosos. Otros iban a disfrutar el entonar de aguinaldos y villancicos que con maestría ejecutaban los integrantes del conjunto de la iglesia, estos grupos de música pascuera eran conformados por noveles talentos armónicos provenientes de El Amparo, Campo Alegre, San Genaro, La Cabecera, El Filo, el casco de Carvajal y uno que otro estudiante del Colegio Cecilio Acosta, son tantos los recuerdos, nuestras parrandas no tenían igual, eran insuperables, perdurables, fueron maravillosos momentos los vividos por nuestra generación.

 

Pelota y Boxeo a Cielo Abierto

En la gráfica del recuerdo un pasaje del juego de pelota que antaño se escenificaba en el llano de “La Guafa” de Carvajal. Colección particular Jorge Juárez Ruiz.

Como no hacer halago de las inolvidables caimaneras de pelota sabanera que cada día domingo religiosamente se jugaban en el terreno del llano en pendiente de “La Guafa” donde entre otros descollaron hacia la pelota federada Los Hermanos; Anaya; Castellanos; Perdomo; Prieto; Rojas; Rivas Aguilar; Quintero e individualidades, entre estos: Antonio “Pecueca” Rodríguez; Armando “Ike” Torrealba; Concio Rendón; Hernán Montilla; Fernando Marín; Fernando “Palomo” Rendón; Jesús Materán; Francisco “Chicomon” Moreno; Jesús “El Pelón” Quintero; Jesús Aranguren; Justo Peña; Julio Villegas; Rolando Briceño; Samuel Monsalve. Entre semana al atardecer jugábamos en el terreno situado al fondo del solar que delimitaba la propiedad del Dr. Rubén Jhonker. Sanas prácticas deportivas que duraron hasta finales de los años de 1970. Ambos escenarios también sirvieron como cuadrilátero a cielo abierto. Era común que por: Un Fao. Un Out mal cantado por quienes fungían de árbitros en el juego. La terminación del Juego por la pérdida de la pelota. Por el tropiezo involuntario con un jugador del equipo contrario al momento de una jugada, entre otros pormenores que eventualmente ocurrían en el desarrollo del juego era normal que termínese en una pelea hombre a hombre a puño limpio. De esta generacional época dorada deportiva en Carvajal, solo quedan recuerdos entre los que la disfrutamos. Transcurridos unos años su dueño Víctor Cadenas contrato un levantamiento topográfico, parcelo y vendió lotes de terrenos a particulares quienes individualmente y con recursos propios construyeron sus casas de habitación transformando este espacio en parte del ámbito geográfico de la segunda avenida de Carvajal.

 

Las Serenatas

Ramón como no rememorar aquellas hermosas temporadas de veladas nocturnas cuando entre copa y copa para apaciguar la gélida nocturnal paseábamos casi todo Carvajal. Dando serenatas al pie del balcón. En las casas que no poseían ventanas lo hacíamos parados en la puerta principal de estas. Al momento de enamorar las bellas princesas del pueblo ejecutábamos y vocalizábamos boleros clásicos, baladas, corridos, vals… Formalizábamos musicalmente nuestras declaraciones amorosas. Dando serenatas fue que me consolide como músico y como vocalista, estas continuas practicas musicales me permitieron madurar y tener seguridad ante el público, fueron mi prueba de fuego juvenil en el arte sonoro. A través de su continuo ejercico conocí y compartí bohemia con connotados artistas del mundo de la música entre ellos Antonio Heredia, Eleazar Agudo, Reinaldo Castellanos, Enrique Rivas, Mario Suarez, Reinaldo Armas, Luis Castellanos “El Rey del Violín”, Héctor Suarez (Padre), con algunos nos hicimos grandes amigos.

 

Castell Verde

En perspectiva hacia el rio Motatán desde el alto de La Cruz y una vista parcial de la ciudad de Valera cubiertas de frondosa vegetación. Foto Jorge Juárez Ruiz.

Junto al ítalo-venezolano Enzo Nardone y otros artistas armónicos locales constituimos el conjunto de gaitas “Castell Verde”, eso fue a mediados del mes de octubre de 1967, entre sus integrantes estaban Lao Barios; Beto Haack; Cheo Barrios; Alirio Piña y este servidor. Este conjunto gaitero nos dio innumerables alegrías y satisfacciones, recorrimos buena parte de la geografía regional con marcado éxito, algunos entendidos señalan que este fue el primer conjunto de este género musical navideño que se formó en todo el municipio San Rafael de Carvajal.

Ramón son tantos los recuerdos, que, al rememorarlos en este momento, la emoción hace que involuntariamente escapen muchos de mi mente.

Me despido con el afecto de siempre recordando la estrofa de una canción de Don Héctor Cabrera: “Dos cosas hay en la vida que el hombre debe tener. Una es tener un amigo. La otra tener el amor de una mujer. Ella nos da las caricias y el amor y en ocasiones cambia todo parecer. Un gran amigo nos corrige los errores que cometemos muchas veces sin querer”.

Un abrazo de Argimiro Lopez tu amigo de siempre…

 

*Compilador Luis Huz Ojeda.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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