Francisco Olivares
Alguien comentaba en las redes sociales la siguiente reflexión: “Me decía un cubano contemporáneo con Fidel Castro. Nos quedamos en Cuba mirando para el horizonte esperando ver llegar los marines a liberarnos del tirano y pasaron 60 años y nunca llegaron”. Muchas generaciones pérdidas en la isla de la tristeza y la melancolía ¿Pasará en Venezuela?
Es una premisa que analistas e historiadores suelen destacar a propósito del abultado número de afirmaciones que circulan en portales y redes sociales sobre la inminencia de una intervención militar de EEUU en Venezuela.
Los primeros voceros en asegurar esa supuesta inminencia proviene del mismo Gobierno y en especial de Nicolás Maduro. Así como Fidel Castro, esa es una variable constante para justificar el atornillamiento en el poder y explicar el constante deterioro económico.
Pero lo grave de esa tesis es que siempre habrá un importante sector que no emigra, pero sus acciones están sustentadas en la esperanza, como la del cubano al que se hace alusión en el comentario: “nos quedamos en Cuba mirando el horizonte esperando ver llegar a los marines a liberarnos”.
Nicolás Maduro y su fraudulenta elección ha sido desconocida por la Asamblea Nacional y por las democracias más importantes de América y Europa. Esa deslegitimación complicará más aún su actuación en un mundo global y a los venezolanos nos aguarda mayor hiperinflación, retroceso económico y desmantelamiento institucional. Ya es un hecho que nada funciona en Venezuela si no se paga un impuesto por extorsión.
Sin embargo, allí está Maduro, juramentándose como Presidente reelecto, aunque sea de manera ilegítima y violando la Constitución. Ofrece un mejor país, luego de haber sido destruido su aparato productivo.
Las prácticas de Maduro, comienzan a identificarse con las de Robert Mugabe, quien ya anciano, a sus 93 años, se vio obligado a renunciar a la presidencia de Zimbabue, luego que el Ejército tomó el control del país. Sin embargo gobernó durante 37 años imponiendo una dictadura que llamó “Estado socialista”, en la que realizó consecutivas elecciones en las que siempre ganaba, a pesar de la hiperinflación, la escasez, de las expropiaciones de las fuentes productivas y el control institucional y económico, con gran semejanza a lo aplicado en Venezuela…
De manera que la calificación de ilegitimidad, si bien es una concepción necesaria que deviene en justas medidas contra las dictaduras, no necesariamente producen cambios en los países que caen bajo un régimen autocrático.
Al concluir el reciente proceso electoral, controlado por el Gobierno, la oposición celebró la abstención (real) estimada en 80% y llamó a la unidad para nuevas acciones. Mientras que quienes participaron, si bien anunciaron que hubo fraude y ventajismo, también atribuyeron los resultados a la ausencia de la mayoría opositora en las urnas.
Lo cierto es que Nicolás Maduro sigue en el poder, se juramentó ante la también ilegítima Asamblea Constituyente, fuera de las fechas establecidas por la Constitución. El plan que sigue es publicar la nueva Constitución (Estado-socialista) y convocar a una elección para aprobarla. Seguidamente se convocará a nuevas elecciones Parlamentarias, que sustituirá a la actual Asamblea Nacional que posteriormente volverá a ratificar a Maduro en el poder.
Desde luego todo ello se haría con la ausencia del voto opositor, la inhabilitación de sus líderes y partidos políticos y con los militares leales al proceso. *Para ello el Gobierno cuenta con un pueblo ocupado buscando alimentos en la basura o esperando su caja de Clap para sobrevivir y la emigración masiva, mientras otros seguirán mirando al horizonte esperando el rescate.
Twitter: @folivares10