Clemente Scotto Domínguez
En toda época la humanidad se ha desplazado por la tierra y en su viaje ha ido haciendo asentamientos en espacios donde el tiempo ha permitido expresiones culturales propias de esas geografías; esas relaciones geo-históricas van conformando el modo de ver la vida en los pueblos, de allí esa unidad Espacio- Tiempo- Culturalque les caracteriza y distingue, sobre lo cual hicimos referencia en otro artículo. De modo que los desplazamientos en masa no son invención moderna, aun cuando el medioevo europeo fue un prolongado tiempo de fijación sobre la tierra con sometimiento por creencias y servidumbres, manejados desde castillos y templos. Desde allí también fueron organizadas las movilizaciones de su tiempo, las peregrinaciones y en especial las cruzadas que con la justificación del grial y el santo sepulcro, atravesaron el mediterráneo oriental para conquistar la “tierra santa” en manos de los árabes.
Según la Biblia, los primeros migrantes fueron Adán y Eva cuando salieron del paraíso terrenal fustigados por el ángel ejecutor de la orden de expulsión. En la realidad terrena, la evolución de nuestra familia hacia la especie humana, fue marcada por un deambular constante sobre los territorios en el proceso impuesto de multiplicarnos y poblar la tierra, donde las condiciones climáticas, alimentarias y también de asombros y curiosidades, nos impulsaron a ir haciendo camino al andar. Así, en grupos de pobladores, los seres humanos fueron haciendo esos Espacio- Tiempo- Culturales donde se desarrolla comunidad con sentido de pertenencia y una visión del mundo que emerge en el con-vivir entre sus integrantes, en la medida que se desenvuelven en modos de relación entre ellos y con los demás seres vivos del planeta Tierra, lo que comúnmente llamamos la “Naturaleza”.
Desde el siglo XV en adelante, los desplazamientos humanos sobre la tierra se hicieron cada vez más frecuentes y también, se diversificaron las motivaciones que las impulsaron. Los moros fueron obligados a migrar hacia el norte de África, por orden de exterminio y expulsión decretada por los reyes católicos al conquistar los espacios del Al Andalus que aquéllos habían ocupado por ocho siglos; los judíos sefardíes les siguieron en esa migración. Los escasos aborígenes de nuestramérica, que no murieron por las espadas o las pestes que trajeron los europeos en su proyecto conquistador, “acabaron por ser convertidas en rebaños famélicos, desposeídos de tierras y de casas y privados del más mínimo cuidado” (LauretteSéjourné), los que pudieron migraron, para salvar la vida y la identidad, al refugio de las selvas profundas del corazón continental.
Se calcula que entre 1540 y 1800, desde África los migrantes “encadenados” en los barcos negreros alcanzaron cifras superiores a los 60 millones de personas obligados a migrar al espacio de las Indias Occidentales para explotarles su fuerza de trabajo esclavizada en una inmensa historia de crueldad. ¿Cuántos de ellos quedaron en el vasto océano Atlántico?, como acontece hoy en el Mediterráneo. En el mar de los Caribes los conquistadores españoles, portugueses, franceses, ingleses, holandeses y otros, alentados por los mercaderes de Génova y Venecia, de Amsterdam y de los financistas germanos, dirimían con violencias sus diferentes aspiraciones de dominio imperial, a la par que hacían negocios con intercambio de mercancías, incluida la humana. En otra ocasión, hablaremos de genocidio, etnocidio, devastación, exterminioy otras secuelas antropológicas y ecológicas.
Las leyes de conquista en la Operación Nuevo Mundo, no las inventaron los europeos del siglo XV, venían desde mucho antes en la historia y de más allá de lconfín Mediterráneo. Desde la presencia guerrera de los persas sabemos de esa concepción de “superioridad de algunos pueblos que se impone a la inferioridad de los otros, a los que “naturalmente” pueden someter a su servicio”; concepto que fue recogido por el gran enciclopedista griego Aristóteles en la máxima que podemos resumir hoy según la cual “unos nacen para mandar y otros para ser mandados”; los griegos la asumieron y después se la transmitieron al imperio que les esclavizó; lo mismo hicieron los romanos en su política conquistadora sobre los pueblos que dominaron en el mare nostrum y desde judea al “finisterrae” en la hoy Galicia de la península ibérica. Asimilados culturalmente en el proyecto conquistador, algunos nacidos en esas provincias también impusieron el orden imperial desde Roma.
Al cabo de pocos siglos, el imperio asumió y utilizó una religión que se metió en el corazón de la metrópoli cargada en la esperanza de redención por migrantes perseguidos que se refugiaban en esos espacios soterrados de las catacumbas. El imperio de occidente sobrevivió bajo la forma de “Sacro Imperio Romano Germánico”, después de sucumbir ante las “migraciones” de las tribus germanas (¿bárbaros?), llenas del vigor de la futuridad, que es factor movilizador de comunidades enteras hacia otros espacios que avizoran como oportunidad posible para una vida mejor.
En el siglo XIX el “partido de la civilización” nacido al calor del 18 Brumario de Luis Bonaparte, se vería reforzado por las tesis racistas del conde de Gobineau, diplomático de Napoleón III e inspirador del fascismo; compartía los razonamientos de Juan Ginés de Sepúlveda, enfrentados por Bartolomé de Las Casas en aquellos años iniciales del siglo XVI. En el XIX sirvieron de justificación para la ocupación del continente africano y otros; también al desplazamiento migratorio de las poblaciones autóctonas para ser distribuidas conforme a los intereses europeos.
En América, Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre y otros gobernantes impulsaron “políticas civilizatorias para limpiar Argentina de indios y gauchos, y atraer grandes migraciones europeas”; también Chile y en otras latitudes, para hacer suplantación de una comunidad por otras. Algunos países son “pueblos trasplantados”* como los Estados Unidos, Australia, África del Sur o Israel. *Así les denominó Darcy Ribeiro, en su obra “Las Américas y la civilización. Proceso de formación y causas de las desigualdades”
En el siglo XX los conceptos de “Civilización y Barbarie” se extienden a escala mundial, se hacen aparecer como dicotomía que separa y degrada la diversidad cultural; se valen también “del vocablo “salvaje”, es decir “el hombre de la selva”, lo que evoca un género de vida animal, por oposición a la cultura humana”. Civilización y Barbarie, la primera derivada de la civitas latina, centro de la racionalidad y la cultura, lo cual desarrolla una etnicidad europea, frente a los espacios bárbaros de “disolución, atraso e incultura” en los países periféricos, bárbaros e inestables, con masas famélicas y desamparadas, donde la “civilización” surge como expectativa de futuridad en los más jóvenes, los más atrevidos o mejor entrenados y también, en los más desamparados.
Hoy como ayer, los traficantes de la necesidad, incitan, promueven e impulsan el negocio de trata de personas en diferentes lugares, hacia los países del centro de poder mundial, en los cuales se desarrolla una política de doble rasero; de una parte se levantan muros de diversa magnitud y exigencias, para “bunkerizar” sus territorios y de la otra, permiten procesos de soterrada tolerancia y promoción a la “precarización”de esas migraciones, que utilizan para las neo-esclavitudes.
Hoy la incitación a las migraciones tiene un componente de complejidad que se nutre del modelo implantado por “las leyes del proyecto conquistador” sobre los seres humanos y sobre la naturaleza; su existencia y multiplicación es utilizada para los propósitos del desarrollo de la “Geografía de la Furia” con dinámicas de fanatización de los grupos sociales, que terminan por producir la mayor suma posible de inestabilidad, de infelicidad y de sometimiento social a los designios de dominación dictados por los poderosos.
Este mundo dividido en la banalidad simplista de “derechas” e “izquierdas”, no nos sirve para afrontar lo que nos acontece hoy como humanidad y como naturaleza. El uso de la consigna “Capitalismo o Barbarie” a la que suele oponerse la consigna de “Socialismo o Barbarie”, en sus desempeños sobre la realidad humana y la naturaleza viva del planeta Tierra, resultan ser la continuidad del proyecto conquistador; diríamos en nuestro hablar criollo “el mismo musiú con diferente cachimbo”. La excusa de la existencia de uno no sirve para justificar la estafa en nombre del otro.
Allí está el meollo del carácter revolucionario o no, en una propuesta de transformación liberadora que contribuya a la imperiosa necesidad de atender a la especie humana en peligro de extinción y a la tierra tan despiadadamente tratada por los seres humanos que la poblamos hasta hoy. Sólo una conciencia activa en el modo efectivo de conducirnos en las relaciones entre los seres humanos y con la naturaleza, en los modos para producir los bienes necesarios al desarrollo de escala humana, puede sustentar un cambio de mirada, una cierta actitud ante la vida con acciones coherentes para entender la necesidad de integrar una comunidad donde actuar en el respeto a sí mismo, que incluya y respete a los otros, que entienda y atienda a la Tierra-Vida como Patria-Matria y también, respete en este espacio- tiempo-cultural las condiciones, para el tiempo histórico donde las próximas generaciones habrán de tener y desarrollar sus sueños de futuridad, a lo cual tienen insoslayable derecho humano.
Casatalaya, Caracas 23 de octubre 2021