Michael Penfold, analista en políticas públicas, aseguró en un artículo de opinión, que Venezuela entró en las tinieblas. No hay otra forma de describirlo. El 10 de enero marca la decisión voluntaria de una parte del chavismo, así como del estamento militar, de permitir que en Venezuela se entronice una clase política en el poder, que optó por desmantelar el Estado de derecho y abandonar todo vestigio de origen democrático.
Quienes piensen que a partir del traspaso de este umbral es posible que se abran diversos senderos, se equivocan: o hay cambio político que conlleve a restaurar el orden constitucional y democrático o el país será inviable.
La situación es tan dramática, que las distintas maneras como pudiera llegar a ocurrir el proceso de cambio comienzan a ser irrelevantes; lo único sustancial es que ese proceso se materialice lo antes posible. Algunos pueden preferir alguna modalidad que incluya una negociación, otros una fractura interna e incluso algunos otros una ruptura radical. Pero lo cierto es que a estas alturas lo central es frenar la destrucción definitiva del país.
Lo que se avecina
A partir de esa fecha, como resultado de esta dinámica, lo que se avecina es la naturalización de la anarquía, la profundización del aislamiento internacional y el quiebre definitivo de la economía venezolana.