La Valera de mediados de la década de los años 60 y comienzos de los 70, dejó en sus habitantes gratos recuerdos.
Era el tiempo de las fuentes de soda, de los centros de reunión de los jóvenes, de los sitios para divertirse en una ciudad, a la que tampoco le era ajena la guerra de Vietnam, el movimiento de Ángela Davis, en Estados Unidos, o el mayo francés, con Daniel “El Rojo” y la filosofía existencialista de Jean Paul Sastre y Simone de Beuvoir, Cherry Navarro, Los Impala, el Trío Venezuela y su “Magia Blanca” o Miriam Makeba con el “Pata-pata”.
Comenzamos a oír las canciones de Janis Joplin, Jimmy Hendrix, Jim Morrinson y su “light my fire”, Neil Young y su “Down by river” o Deep Purple con “smoke on the wáter”, además empezábamos a conocer conceptos como “países del tercer mundo” o “en vías de desarrollo”.
Los sitios más concurridos eran “Mi Juguito” en El Victoria, al lado de la Fuente de Soda Central, donde preparaban unos suculentos “club house” y jugos naturales de primera. Lo atendía Semprún, luego estaba “El Cubanito” en la esquina de la calle 9 con avenida 11, justo al frente de la librería “7 Colinas”, era una parada obligada de los jóvenes de la época que hacían el periplo en “La Morocota” de Enrique Linares, que estaba al lado del negocio de Giovanny Randazzo. También estaban “La Cimbali” en la Av. 10, del mismo dueño de “La Terraza”, Bertucci, luego pasó al gordo Vicente y finalmente la compró Nino Di Bartolomeo.
Donde hoy está el Supermercado Caracas en Las Acacias había un terreno donde se montaba una plaza de toros portátil cada vez que había feria. Recordamos al afamado matador Pepe Cáceres y los hermanos Girón, Freddy, Efraín y Curro, que también mostraron su arte taurino. Un poco más abajo estaba el club de los ganaderos, quedaba al frente en la avenida Bolívar, cerca de la antigua redoma al comienzo de Las Acacias, a unos pocos metros también estaba el Club de Leones.
Otro lugar de esparcimiento de la urbe que comenzaba a crecer era el Bowling 300 en el sector La Plata, detrás del “Victoria”, donde el italiano Paustolino se encargaba de recoger los pines derribados. Luego aparecería la Cervecería Las Vegas, en el edificio El Esfuerzo y los Pollos a la Broaster.
Después se instaló el “Moulin Rouge” frente a la Fuente de Soda Central, de la familia Menotti y “La Viña” al lado del servicio panamericano, también en La Plata.
Sin olvidar desde luego los sitios emblemáticos de la ciudad, en el que disfrutábamos de un guarapo de panela bien fuerte, como la bodega de Gustavo Artigas en la calle 8 con avenida 5, donde además se comían unas ricas paledonias o “cucas” caseras, luego de la subida por el antiguo local del Café Serra, que le daba un “buqué” a la entrada de la ciudad, con el olor inconfundible a café. También estaba “La Colmena” en el sector “La Marchantica” frente a la casa de “Tarzán” Hernández, luego del Cuartel de Bomberos, allí se degustaban unos exquisitos pastelitos acompañados del guarapo de panela, un binomio obligado.
Después estaban las bodegas donde vendían las mejores “vitaminas” de Valera, bien frías con escarcha, una especie de chicha con vainilla y leche frente al Colegio “Madre Rafols” y frente al Cine “Delicias” en La Ciénega y desde luego la que vendía el recordado “Toño” Lobo al final de la avenida 10 con calle 14. También estaba el guarapo de caña, “bien frío” que vendía mi tío Nicolás Navas, en la curva de San Pablo, en la vía hacia Mendoza “Fría”.
En ese tiempo la diversión nocturna y sana de la ciudad la constituía los cines. En La Ciénega estaba el Cine “Delicias”, donde pasaban los westerns, el Cine Bellavista, en la esquina de la calle 8 con avenida 4, en el Punto de Mérida, donde pasaban las películas de guerra o el eje de la plaza Bolívar, Cinelandia, con las películas del Santo o Chanoc, el Teatro Valera con sus pornos y luego con las películas de artes marciales y después el Teatro Libertad que era el “Broadway” valerano. Era una Valera única.
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