Generación a generación, los mexicanos harán que se perpetúe el ya legendario relato de aquella tarde rusa en la que su selección se dio el gustazo de mandar a la lona al campeón. En un duelo excitante, México fue la primera en reventar el Mundial con su inopinada victoria sobre la heráldica y siempre imponente Alemania.
Lo hizo con un primer tiempo estupendo y un segundo acto en el que enchironada por su rival solo pudo apelar a la heroica. Pudo ahorrarse angustias de haber contado con que los pies de Chicharito no hubieran estado tan anudados. El ariete tuvo cuerda en el gol de Lozano, pero mandó al garete un racimo de contras con las puertas de Neuer abiertas de par en par.
No solo fue una victoria vitalicia para México. Para colmo dejó huella en los Mundiales con otra eternidad. A sus 39 años, Rafa Márquez disputó su quinto campeonato, gesta que solo había estado al alcance de su compatriota la Tota Carbajal y el germano Matthäus. Doble celebridad para México en un día de fiesta mayor.
Salvo los disloques de Chicharito, México se exigió de todo. De entrada, frenó a su rival y luego le intimidó hasta dar con el bingo. Nada fue casual. El Tri tuvo desde el principio determinación, osadía y fútbol. Nada que distinguiera a una Alemania envarada y rígida hasta que en el segundo tramo sintió que se despeñaba.
Herrera —estupendo jugador del Oporto, con tajo y pies catalizadores— y Guardado pasaron por encima de Kroos y Khedira, poco dispuestos interferir el juego mexicano. Ahí comenzó a gestar su victoria la selección de Juan Carlos Osorio. Negados los dos pivotes alemanes, México dio con una vía tras otra hacia la meta del reaparecido Neuer. Alemania no cerraba sus ataques y tras cada pérdida su rival le sobresaltaba con un asalto a la contra. Con Vela, Lozano y Chicharito a toda mecha, al combinado mexicano solo le sobraba fogueo ante Neuer. Daba con la pista de despegue, pero le costaba la última puntada. Enfrente, solo Kimmich parecía alemán. Ocurre que el sucesor de Lahm es lateral, lo que acota su horizonte. Con todo, en el equipo europeo nadie tuvo la panorámica del jugador del Bayern. Kroos y Khedira, desconectados y sin armadura. De Özil, ni migas. Y Draxler, en la izquierda, se quedó fuera de lugar por el poco auxilio de Plattenhardt. La asimetría de Alemania por los costados deriva en una mayor circulación por la derecha. Por esa ruta tiene con Kimmich la salida que se le niega con Plattenhardt. Pero con Kimmich transita Müller, con mucha menos destreza para el desborde que Draxler. Así, Alemania no tuvo equilibrio. Lo contrario que México, máxime cuando por fin a Chicharito se le ajustaron los botines. En la enésima contra, aún en el primer acto, el exdelantero del Real Madrid enganchó con Hirving Lozano y el interior del PSV abrochó el gol de maravilla.
México mantuvo el guion hasta que advirtió que con Chicharito no había forma de bajar el telón por muchas ocasiones que se le presentaran. Osorio, curiosamente, relevó a sus dos camaradas de vanguardia, Vela y Lozano, y mantuvo al abnegado —pero errático— delantero del West Ham hasta el final. Tampoco Layún supo dar la puntilla y México se encapsuló.
Löw activó a Gómez y Reus y los germanos ya cargaron con todo. Los campeones amagaron con deforestar el área de Ochoa, al que le llovieron una batería de remates y centros en globo. El portero, extraordinario en el primer tiempo al desviar al larguero una falta lanzada por Kroos, se mantuvo firme. Como sus centuriones defensivos, que achicaron del rancho cuanto pudieron. Alemania se descamisó cuando pudo ante Ochoa, pero sin éxito. Hasta que el árbitro puso la cerradura al partido y las gentes mexicanas lo festejaron con merecidos honores. Una jornada reverencial para Carbajal, Márquez y todo México.