EVOCACION DE LEJANAS VIVENCIAS
En esta nostálgica crónica local titulada «Las Caimaneras del Llano», evocaremos algunas vivencias de aquellos lejanos domingos, donde desde las 11 de la mañana hasta entrada la noche, se llevaban a cabo las célebres caimaneras en un campo inclinado, con terreno dificultoso, con zanjas por el medio, ubicado en la Avenida Dos de Carvajal, específicamente en el sector «La Guafa» de la hoy parroquia capital del «Municipio de mis afectos». Estos encuentros se caracterizaban por ser intensos y llenos de emoción, donde los espectadores se congregaban ansiosos para disfrutar de un apasionante juego de béisbol. La rivalidad y la pasión se palpaban, generando un ambiente festivo y alegre entre la comunidad.
Estas «Caimaneras del Llano» se convirtieron en una colorida tradición en todo el territorio carvajalense, en la cual se fusionaba el amor por el béisbol con el espíritu competitivo y el disfrute comunitario. El recuerdo de estas jornadas sigue vivo en la memoria de quienes tuvieron el privilegio de presenciarlas, dejando una huella imborrable en la historia local.
Sin embargo, uno de los momentos más curiosos e intrincados era el cierre del ultimo juego pautado en las improvisadas jornadas dominicales. La última «partida» a menudo se veía suspendida debido a la astucia del equipo perdedor, quienes aprovechaban las habilidades de sus bateadores para enviar la pelota a lugares inaccesibles, como matorrales y recovecos imposibles de encontrar. Esta estrategia sorprendente, a veces frustrante, impedía «descasar» las apuestas y reintegrar el dinero a los apostadores, dejando a los presentes boquiabiertos y con sentimientos encontrados.
Con las adversidades y la desaprobación de algunos, «Las Caimaneras del Llano» eran un oasis de diversión y alegría en la monotonía rural de tan importante época. Después de cada agotador partido y emocionantes encuentros, los jugadores, el público, los adolescentes y los niños, regresaban a sus hogares, conscientes de que les esperaba un regaño fijo o una intensa discusión familiar. Las esposas, madres, padres y abuelos, quienes se oponían a estas actividades deportivas por considerarlas propias de «vagos y sinvergüenzas», temían los pelotazos, batazos y caídas, que podían ocurrir en medio de la algarabía peloteril.
A pesar de estas preocupaciones y a menudo de las consecuencias, «Las Caimaneras del Llano» se convertían en un escape necesario para los habitantes de la zona, un pequeño respiro en la rutina diaria que les permitía olvidarse de sus responsabilidades por unas horas mientras disfrutaban de la magia del béisbol y la compañía de los vecinos. Además, era evidente el sacrificio que los participantes debían realizar bajo el inclemente sol de la localidad. Los jugadores, en su mayoría improvisados, se enfrentaban al agotamiento físico y a la sensación abrasadora en sus cuerpos, producto de largas horas de exposición al sol inclemente.
Pero no solo el calor era una preocupación para los jugadores. El desgaste de sus zapatos, con suelas pavas y botas que no eran tan resistentes como deberían ser, se convertía en un desafío añadido. Dado el alto costo de muchas de estas prendas en esa época, las madres y esposas de los jugadores tenían que hacer grandes esfuerzos en las piedras de lavar para dejar las indumentarias en perfectas condiciones para el siguiente domingo. Asimismo, llegaban destacados «Mirones a observar los encuentros, como el recordado, Justo Peña (+), y de igual forma, se podía observar, los vendedores de chicha, a Víctor Delgado «Ratón Perez», quien aprovechaba para vender «guarapo frío con hielo caliente», y llegaban al lugar, los bollos y empanadas de Estefanía Juarez (+), entre otros, a buen precio.
La inversión en agua y jabón para lavar las prendas de vestir era otro factor que agobiaba a las mujeres. Algunas se quejaban de este gasto extra, que recaía sobre sus hombros, ya que necesitaban garantizar la presentación impecable de los jugadores en cada encuentro dominical. A pesar de estas dificultades, las madres y esposas apoyaban estas actividades deportivas, conscientes del valor que tenía para sus seres queridos, la práctica de la pasión por el béisbol en «Las Caimaneras del Llano».
JUGADORES TALENTOSOS
En aquellos tiempos dorados de los años 60 y 70, el municipio San Rafael de Carvajal en el estado Trujillo era testigo de una juventud saludable y respetuosa, donde los valores de reverencia hacia los padres y los mayores, se consideraban de vital importancia. En los recuerdos atesorados, brillan los nombres de aquellos jugadores que dejaron huella en «Las Caimaneras del Llano», gracias a sus habilidades defensivas, sus poderosos brazos y la capacidad de conectar batazos kilométricos.
Cada uno de ellos vestía de manera única y peculiar, reflejando su individualidad y el espíritu libre que los caracterizaba. Algunos lucían prendas totalmente inusuales para un juego de béisbol, como pantalones de vestir y zapatos, destacándose por su elegancia en medio del campo. Había quienes preferían la comodidad y la sencillez, optando por descalzarse y prescindir de una camisa, dejando al descubierto sus cuerpos sudorosos y curtidos por el sol del llano. Otros, en cambio, se vestían con franelillas o franelas informales, sin importarles lo más mínimo las normas de vestimenta, también lucían gorras desgastadas y llenas de historias, como si fueran parte de su identidad. Unos preferían llevar sombreros de ala ancha, que les protegían del inclemente sol del llano y les aportaban un toque especial.
El señor «Miguelito» Castellanos, «Campos» (+), destacó como uno de los jugadores más talentosos de «Las Caimaneras del Llano». Su posición como tercera base lo convirtió en una muralla impenetrable, capaz de detener cualquier batazo con su guante o, incluso, con el sacrificio de su propia humanidad. Además, su poderoso brazo le permitía enviar con precisión la pelota a la primera base, enfriando las intenciones de llegar a la almohadilla a estos dignos jugadores del pasado.
Por su parte, el señor Fernando Prada (+), conocido como «El Faro», era un jugador «utility», polifacético que jugaba en varias posiciones. Su destreza y astucia le ganaron el apodo de «pimentoso» y lo convirtieron en un jugador clave para sus improvisados equipos. Pero no solo se destacaba por su habilidad física, sino también por su agudeza mental. A la hora de conformar los equipos, Prada tenía la capacidad de escoger a los jugadores adecuados, determinando las estrategias y asegurando la victoria en los encuentros. Su picardía y don para el juego lo convertían en un jugador temido y admirado dentro y fuera del terreno.
También quiero destacar a Ramón Rivas Aguilar, el historiador de «La Sabana de los Dioses», conocido por todos como «Lapo». Además de ser un reconocido profesor universitario, escritor y poeta de buena pluma, fue un gran jugador de caimaneras en nuestra localidad. Su habilidad con el bate y su destreza como outfilder en cualquier posición en el campo lo convirtieron en un referente en este deporte. No podemos olvidar a Manuel Castellanos (+), cariñosamente apodado «El molío». Se dice que recibió este apodo porque una vez fue atropellado por una máquina aplanadora, pero ni siquiera eso logró detener su fervor por el juego. Era un bateador poderoso y entusiasta organizador de «Las Caimaneras del Llano». Además, era experto en forrar las pelotas con teipe y adhesivo, asegurando que durarán más tiempo durante los juegos.
Por otra parte, recordamos al médico, Dr. Reinaldo Castellanos, cariñosamente «Patas largas», «Culo e’ chupa», «Media cuadra», quien dejó una grata impresión por su peculiar forma de tomar el bate. Siempre lo agarraba con las manos invertidas, en una posición poco convencional, y poseía unos brazos largos que le permitían alcanzar batazos entre los altos pajonales. Estos personajes son solo algunos ejemplos de las habilidades y la pasión que caracterizaban a los jugadores de «Las Caimaneras del Llano». Su dedicación y talento en este deporte local hicieron que cada partido fuera una verdadera fiesta para la comunidad.
También merece destacarse a Jesús Aranguren, conocido como «Sancha», «Zapatos de cabra», «El pum», quien fue comparado en su momento con «Mel Fox» por su elegancia y destreza en la defensa del segundo cojín. Con un buen brazo y un guante atento, era experto en las jugadas de doble play y demostraba gran habilidad a la hora de batear. Actualmente, es uno de los habituales visitantes del sector 4 Esquinas y sigue siendo recordado por su talento en el campo.
Otro jugador destacado de «Las Caimaneras del Llano» fue Víctor Godoy (+) «Sonrisa», quien se caracterizaba por su gran habilidad y picardía a la hora de lanzar. Con sus envíos envenenados, lograba hacer fallar a los mejores bateadores. Entre su repertorio se encontraban la bola muerta, la jiribilla, la torneada, la joroba y muchos otros lanzamientos sorprendentes. Su destreza y talento lo convirtieron en un jugador temido por los rivales de aquellos lejanos días. También fue receptor.
En esta crónica local titulada «Las Caimaneras del Llano», no puede faltar la mención de «El chicomón», Francisco Moreno. Conocido por ser un jugador pintoresco y aguerrido, era constantemente solicitado para conformar las escuadras de pelota. Desde temprano los domingos, se dedicaba a buscar a los peloteros por los diferentes sectores del pueblo carvajalense, creando así el ambiente necesario previo a los grandes desafíos. Además de haber sido un gran animador, «El chicomon» destacaba por su carácter afable y su sentido del humor. Al caer la noche, se retiraba con su rostro rojito como un tomate, producto del sol inclemente al que estaba expuesto durante los encuentros. A pesar del cansancio, no perdía la oportunidad de contar los reales ganados entre chistes y bromas.
Es interesante resaltar que «Chicomón» en la actualidad sigue siendo un auténtico cronista natural de esta «Tierra tocada por Dios», San Rafael de Carvajal. Con una memoria prodigiosa, es una auténtica biblia ambulante de los hechos y anécdotas que han ocurrido en el ámbito religioso, deportivo y cultural durante varias décadas en la localidad. Su capacidad para recordar y relatar estas historias lo convierte en una figura entrañable y respetada por los habitantes de la comunidad carvajalense.
El señor Trino Anaya (+), también conocido como «El Gigante del Béisbol», era una figura imponente en el terreno, capaz de batear la pelota a distancias sorprendentes, alcanzando incluso las casas ubicadas en la emblemática Avenida Cuatro de El Filo de Carvajal e incluso al reconocido terreno de Rubén Monsalve (+). Su fuerza bruta y su técnica impecable lo convertían en un temido rival para cualquier equipo.
Por otro lado, el inolvidable Pablo Paredes (+), apodado cariñosamente como «Carne vieja», «Wasamara you» o «Pablo Anaya», fue mucho más que un simple jugador de béisbol. Era un verdadero formador de valores dentro del ahora municipio autónomo. Conocido por su sabiduría y su filosofía del deporte, se ganó el respeto y el cariño de toda la comunidad carvajalense. Su estilo de enseñanza era comparable al legendario «Yoguie Berra», y provenía de los campos petroleros de la región.
Pablo Paredes se convirtió en el principal motivador e incentivador para los jóvenes y adolescentes de Carvajal, inculcándoles el sueño y la ilusión de convertirse en grandes jugadores de béisbol. Era un verdadero maestro y mentor, transmitiendo sus conocimientos a todos por igual, sin importar la edad o el nivel de habilidad. Su dedicación y entrega fueron fundamentales para el desarrollo del deporte en la localidad y dejaron una huella imborrable en la vida de muchos peloteros y fanáticos.
Estos personajes, cada uno a su manera, contribuyeron de manera significativa al crecimiento y la pasión por el béisbol en Carvajal. Sus historias de valentía, perseverancia y liderazgo, perduran en la memoria de aquellos que tuvieron el privilegio de conocerlos y jugar a su lado. Sin duda, son nombres que no pueden faltar en la historia de «Las Caimaneras del Llano». Hay que recordar con nostalgia aquellos peloteros «importados» de antaño, los hermanos Rojas, Asdrúbal (+), Melvin, Martin (+), Julio, Rafael (+), Andrés (+) y José María Artigas, destacada delegación de Campo Alegre que subían con entusiasmo a disfrutar de las partidas. A José Caro (+) «Caifás», quien encabezaba la delegación de San Genaro, y de El Amparo, llegaban los hermanos Ramírez, Gerardo «El Compas» y Edecio «Ojo Rayao», los hermanos Perdomo, Pedro (+) «Perucho y Leobaldo (+) «Lolo», Rafael Matheus (+) «Kaka», Carlos Eustaquio Torres (+), y muchísimos otros más.
A través de estas emocionantes jornadas, surgieron figuras destacadas que finalmente trascendieron las fronteras de aquel desgastado campo. Fue gracias a la orientación de Mariano Quintero (+) y Julio Pirela, quienes dedicaron su tiempo y esfuerzo a guiar a estos jóvenes jugadores, para que lograrán traspasar los límites de las caimaneras y llegar hasta el estadio «Mario Urdaneta Araujo» de Valera. Allí, bajo un ambiente más organizado y reglamentado, pudieron desarrollar sus habilidades en el deporte que tanto amaban. El nombre de José Concepción Rondón, también conocido como «Concio» «Astrovoy», resuena con fuerza entre los jugadores que emergieron. Junto a él, destacaron figuras como Antonio Rodríguez Viloria (+), apodado cariñosamente «Pecueca», Dixon Rivas (+), conocido como «La chupa», y Fernando Rendón, a quien todos llamaban «Palomo». Estos jóvenes talentos llevaron con orgullo el nombre de «Mi sagrado suelo» y del estado Trujillo en competencias estadales y nacionales, dejando una huella imborrable en el béisbol trujillano.
Además de los icónicos personajes mencionados anteriormente, es importante reconocer la contribución de otros destacados jugadores en aquellos tiempos dorados del béisbol local. Estos atletas se ganaron su lugar en la historia del deporte por sus inigualables habilidades y su pasión indomable por el juego: José López, conocido cariñosamente como «El Loco», Enrique López, «El Negro» Jimmy, Luis Ángel Prieto (+), Orlando Andrade (+), Nerio Andrade (+), Sacramento Velásquez (+), Tulio Gómez, Armando Torrealba «Nukita» «Caney», Gilberto Gómez (+), apodado «El Iguano», Juan «Juancho Carota» Rodríguez (+), Rito Carrillo, Alejandro Valecillos (+) «Manos de hierro», Mario Bencomo «El vivió», Fernando Anaya «El pollo»,
Quién no recuerda a Víctor Delgado, también conocido como «Ratón Pérez», completaban este grupo selecto de habilidosos jugadores que dieron vida a las legendarias «Caimaneras del Llano». Al igual que Cesar Prieto (+) «Coco», Jesús Ramón Materán, Herman Quintero, Freddy Quintero (+), José Becerra «El negro», Heriberto Becerra, Rubén Becerra, Moisés Rivas (+) «Colchón Doblado», Juvenal Becerra, Argenis Avila (+) «El zurdo», Julio Villegas (+) «Pildorín», Hernán Montilla, Rolando Briceño (+) «La yuca» «Renacuajo», Luis Montilla «Picure», Electo Montilla (+), Baldomero Simancas, Freddy Simancas, Teodoro Delgado (+) «Tola», Luis Rangel (+) «Papillón», Rafael Briceño «El negro», Alfredo Hernández «Chispía», Jesús «Pelon» Quintero, Raúl Prieto, Rubén Darío Barrera, entre muchos otros.
Estos nombres, sin duda, forman parte inseparable de la crónica de las caimaneras. Su legado trasciende el tiempo y su impacto en el béisbol de la localidad nunca serán olvidados. Hoy, recordamos con gratitud y orgullo a esos valientes deportistas que llevaron el nombre de Carvajal en cada lanzamiento, en cada batazo y en cada desafío en el terreno de juego.
ANECDOTAS DE RUBEN
Para finalizar, no podemos pasar por alto las divertidas anécdotas protagonizadas por un apasionado fanático de «Las Caimaneras del Llano» de Carvajal, el señor Rubén Monsalve (+). A pesar de su avanzada edad, este vecino era un personaje peculiar debido a su mal humor y su celo extremo por el cuidado de su huerto de naranjas california, famosas por su dulzura inigualable. Pero lo más curioso de todo era su destreza al lanzar piedras con su cauchera «china», pues tenía una puntería excepcional, capaz de acertar en el blanco a la perfección. Los jóvenes de la época, como «Ratón Pérez», «Toño», «Palomo» y su sobrino «El loro», quedaban impresionados al ver cómo Rubén, lograba proteger su huerto de los «ladrones» de naranjas.
Sin embargo, los domingos eran diferentes. Cuando el calor de las caimaneras se apoderaba del pueblo, Rubén se transformaba en un «manso corderito». Permitía a los jóvenes saltar las cercas de su huerto en busca de las pelotas perdidas durante los emocionantes encuentros de béisbol. Incluso, en algunas ocasiones, el generoso Rubén les compartía alguna que otra naranja para disfrutar durante el juego. Estas anécdotas nos recuerdan cómo el deporte es capaz de unir incluso a los más opuestos, generando momentos entrañables y demostrando que, en el campo de juego, las rivalidades y barreras se desvanecen en favor de la pasión compartida por el béisbol. Sin duda, «Las Caimaneras del Llano» y sus seguidores han dejado huellas imborrables en la memoria colectiva de Carvajal.
LEGADO ARRAIGADO EN LA MEMORIA COLECTIVA
«Las Caimaneras del Llano» fueron mucho más que una simple competencia deportiva en Carvajal. Se trata de un legado arraigado en la historia del pueblo, que ha perdurado a lo largo de los años y ha dejado una profunda huella en la comunidad. A través de aquellos emocionantes encuentros, rivalidades amistosas y la pasión compartida por el béisbol, las caimaneras lograron unir a los habitantes en torno a este emocionante deporte. Durante décadas, este campo improvisado se llenó de risas, gritos de aliento y de la emoción de cada jugada, transformándose en un espacio de convivencia y diversión para grandes y chicos.
Estas acciones de juego trascendieron las barreras generacionales y ha sido transmitida de padres a hijos. Los recuerdos de las historias, anécdotas y momentos compartidos en «Las Caimaneras del Llano» se mantienen vivos en la memoria colectiva de la comunidad, y continúan siendo motivo de conversación y nostalgia en las reuniones familiares y encuentros con amigos. Se han convertido en parte inseparable de la esencia de las caimaneras, que demuestran cómo el deporte es capaz de romper barreras y construir puentes entre personas que, en otros contextos, pueden parecer distantes.
«Las Caimaneras del Llano» nos enseñaron que el deporte no solo es una competencia, sino una oportunidad para fortalecer los lazos comunitarios, crear momentos inolvidables y trascender las diferencias. Es un recordatorio de que, sin importar nuestras circunstancias o personalidades, podemos encontrar un punto de encuentro en el juego y la pasión compartida
TRANSFORMACION DEL PAISAJE
El modernismo llegó y, lamentablemente, consumió el recordado campo de terreno resquebrajado de «Las Caimaneras del Llano. Hoy en día, ese espacio ha dado paso a una moderna urbanización conocida como El Llano, ubicada en el Filo de Carvajal, entre las avenidas Dos y Cuatro. El avance de la urbanización ha transformado por completo el paisaje, dejando atrás aquel mar de hierba, monte, grama y tierra amarilla que alguna vez fue testigo de emocionantes partidos de béisbol y momentos de camaradería entre los jugadores y la comunidad. En su lugar, ahora encontramos calles asfaltadas y hermosas residencias.
Sin embargo, a pesar de los cambios, el espíritu de «Las Caimaneras del Llano» sigue vivo en la memoria de todos aquellos que tuvieron la fortuna de presenciar esos juegos. Aunque el modernismo haya consumido aquel terreno, no podemos negar que la urbanización El Llano ha traído consigo beneficios y comodidades para todos sus habitantes. El crecimiento y desarrollo de la zona han brindado nuevas oportunidades y han mejorado la calidad de vida de aquellos que ahora llaman hogar a este lugar. El paso del tiempo y las demandas del progreso han transformado el antiguo campo en una moderna urbanización. Aunque la nostalgia se apodere de los corazones de quienes recuerdan aquellos días de béisbol, es importante valorar los avances y las mejoras que la urbanización ha traído consigo.
CAIMANERAS HECHAS CANCIÓN
El talentoso compositor Jorge Juárez Ruiz, conocido cariñosamente como «El abogado de la gaita», rindió un homenaje a «Las Caimaneras del Llano» en la temporada 2010. Junto al conjunto cubitense, La Clave Gaitera, y la inconfundible voz de Richard Sulbarán, inmortalizó con su pluma única, las experiencias vividas en aquellos encuentros de béisbol que ya forman parte de la nostalgia del pasado.
(CORO)
Un sitio muy especial
Una pequeña explanada
Donde la gente pasaba
Un domingo sin igual
Ni en una Serie Mundial
Tanto palo se pegaba
Como cuándo se jugaba
En el Llano e’ CarvajalI
Están reunidos los peloteros
Se comienza la jornada
Los batazos, la jugada
La gente goza un puyero
Discusión acalorada
La de aquel apostador
Que como mal perdedor
La derrota no aceptabaII
Formaba la algarabía
El público muy bonito
Degustando los bollitos
De la abuela Estefanía
Otras cosas se ofrecían
El guarapo, la cocada
La hallaquita, la empanada
Y hasta El Koleid se vendíaIII
Aquel Llano se vendió
Y las casa construyeron
Las Caimaneras se fueron
Sólo el recuerdo quedó
De un pasatiempo ejemplar
Que a la gente emocionaba
Y que hace mucho jugaban
Los jóvenes de mi Lar
PROFUNDO AGRADECIMIENTO
Finalmente, me gustaría expresar mi profundo agradecimiento a todas aquellas personas que me brindaron su apoyo para la investigación y recopilación de información para la realización de esta crónica, al Dr. Reinaldo Castellanos, en especial, quisiera dedicar unas emotivas líneas al ya desaparecido profesor Antonio Rodríguez Viloria (+), quien hace varios años me ayudó a enriquecer esta historia y transmitir de manera fiel el espíritu de «Las Caimaneras del Llano», agradecido por su invaluable contribución. A todos, muchas gracias por su colaboración y por permitirme contar esta maravillosa reseña. ¡Que vivan las «Caimaneras del Llano» y su eterno espíritu de juego!
¡Carvajal: Es historia y tradición!
* Abogado, columnista y exalcalde de Carvajal