Memorias de Voltaire (y VII) | Por: Ramón Rivasaez

Según Voltaire, el inesperado resultado de la batalla de Rosbach, se originó en la disciplina del ejército prusiano, cimentada en cincuenta años de férrea vigilancia heredada del rey padre de Federico II, que la había impuesto sobre todas las cosas. No obstante, temía el soberano a los cuatrocientos mil soldados que reunía las fuerzas conjuntas de Francia, Rusia, Austria y Hungría, todas adversarias  de su política expansionista y aspiraciones imperiales.

Por tanto,  las derrotas sufridas por los prusianos en las batallas de Azincourt, de Crecy y de Poitiers, «no fueron tan humillantes», empero,la causa de tan singular victoria de Rosbach, se originó, cómo bien lo cuenta Voltaire, en la drástica disciplina que impuso el  padre de Federico II el grande.

Así narra el escritor la insólita jornada bélica, «La funesta jornada de Rosbach hacía murmurar a toda Francia contra el tratado del abate de Bernis con la corte de Viena. El cardenal de Tencin, arzobispo de Lyon, conservaba su calidad de ministro y sostenía correspondencia privada con el rey de Francia; era más opuesto que nadie a la alianza con la corte austriaca. El arzobispo tenía motivos para creerme descontento de la acogida que me dispensó en Lyon; sin embargo, el afán de intrigar que le perseguía en su retiro, y, que en opinión común, jamás abandona a los hombres públicos, le impulsó a concertarse conmigo para obtener de la señora de margrave de Baireuth que confiara en él y remitiera a su cuidado los asuntos del rey, su hermano. Deseaba reconciliar al rey de Prusia con el rey de Francia, y creía procurar la paz. No era muy difícil inclinar a la margrave de Baireuth y al rey Federico, su hermano, a esa negociación;me encargué de ella con tanto más gusto cuánto veía claro un fracaso cierto».

Voltaire prosigue en su relato «La señora de margrave de Baireuth  escribió de parte del rey, su hermano. Las cartas de esta princesa y las del cardenal pasaban por mi mano; yo tenía la secreta satisfacción de ser intermediario en tan importante negocio, y acaso un placer más: el de prever que mi cardenal caminaba a un gran chasco. Escribió al rey una elegante carta, remitiendole la de la margrave; pero quedó muy sorprendido al recibir una seca respuesta del rey, diciéndole que el secretario de Estado de asuntos Exteriores le informaría de sus intenciones. En efecto, el abate de Bernis dictó al cardenal la respuesta para la margrave: era una negativa redonda a entrar en negociaciones. Se vio obligado a firmar el modelo de carta enviado por el abate de Bernis; me envió la triste carta que ponía fin a todo y, a los quince días murió de pesadumbre».

De acuerdo a Voltaire, «No carecía de cierta grandeza el Ministerio de Francia al rechazar la paz con el rey de Prusia; sacrificarse aún por la casa de Austria era una prueba de fidelidad y bondad; estás virtudes fueron por mucho tiempo mal recompensadas por la fortuna».  Cuenta el escritor galo que el rey prusiano tras sus victorias en Turingia y Rosbach marchó sobre los austriacos para derrotarlos en Breslau, que reconquisto e hizo quince mil prisioneros; Silecia, cayó en sus manos, entonces, «No hubo más remedio que perdonarle sus versos, sus burlas, picardihuelas, y hasta sus pecados contra el sexo femenino». Y concluye Voltaire, parte de sus memorias, el 6 de noviembre de 1759, en la finca «Las Delicias», con «Todos los defectos del hombre desaparecieron ante la gloria del héroe».

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