Por Ramón Rivasáez
Dedico a Luis Eduardo Pepper
En reciente presentación de su libro de Memorias denominado «El rostro humano de la política», Héctor Alonso López, resumió en 549 páginas de su texto su convulsa militancia en la otrora poderosa formación política Acción Democrática, de la que llegó a ser secretario nacional juvenil.
En acto celebrado en Barquisimeto, donde fue editado el volumen, HAL, tras referirse a su periplo vivencial en AD, anunció al país que retorna al activismo político de la mano de la lideresa María Corina Machado; no causó sorpresa tal decisión, porque ya el ex lider juvenil blanco había mostrado simpatías por el liderazgo emergente de la fundadora de Vente Venezuela.
Quizá las revelaciones que López hace en su apetitoso texto, salpicado de anécdotas de sus inicios en su natal Mérida, su formación política al lado del máximo líder de AD, Carlos Andrés Pérez, o las intríngulis de las maniobras que vivió a lo largo del proceso Sierra Nevada, el primer juicio a Pérez y luego la defenestracion del expresidente, no originaron tanto revuelo como su incorporación a la actividad política con la cabeza visible de la oposición venezolana, hoy en la resistencia.
López se atrevió a dar un paso adelante como lo hizo en 1973 cuando en nombre de la juventud de AD, propuso la candidatura presidencial de CAP, en contra de la voluntad de la cúpula partidista. Hoy, nuevamente HAL, utilizó su caballo de Troya, su libro de Memorias para hacerse presente en un instante crucial para la Venezuela contemporánea; anunciar una incorporación en pro del restablecimiento de la democracia.
Todo su alegato a favor de la democracia que predica en sus memorias; su entrega a la lucha democrática bajo la égida de CAP, su inquebrantable fervor por la libertad, los derechos humanos, la justicia y por una Venezuela libre de autócratas y caudillos decimonónicos, lo culmina con creces con su we will comeback al fragor del activismo.
Y lo hace en momentos nada fáciles o aguas tranquilas; no, HAL, lo asume con valentía como lo hizo ante el omnipotente caudillo de su partido, el troglodita Luis Alfaro Ucero, quien le expulsó de AD, luego de plantear la renovación de las autoridades y una bocanada de aire fresco.
También su libro reconoce y valora la lucha que emprendió en AD, Luis Piñerúa Ordaz, por adecentar la organización, pero asimismo los equívocos de LPO, y de otra dirigencia que abrió boquetes a la estructura partidista al convertirla en trampolín para los negocios e impidió así su avance hacia una democratización fluida, libre de corruptelas. Los casos de algunas figuras empresariales que incrementaron sus fortunas tras buscar refugio en la organización. En eso HAL, delimitó fronteras entre la ética partidista y la voracidad de ciertos financistas que se aproximaron al partido en épocas electorales.
El libro tiene un valor testimonial de alguien que se mantuvo, con méritos propios, en primera fila, en las buenas y las malas de su maestro, CAP, incluso, pronunció las palabras de despedida en los funerales de Miami.
Narrado con soltura, el libro es un buen ejercicio memorístico para aquellos que, debido a las deficiencias educacionales de hoy, deseen conocer algunos pasajes de la historia del difícil y traumático proceso democrático que ha vivido Venezuela desde la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez hasta nuestros días. Invitamos a leer este libro que abre una posibilidad de entender lo que transita la Venezuela de hoy.
Un libro valiente que habla claro, sin medias tintas como lo afirmaba Teodoro Petkoff, por cierto, un dirigente de izquierda que concluyó su vida política siendo un defensor fervoroso de la democracia que en éstos días trepidantes busca nuevos horizontes
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