Memoria Cultural | «Los Desafíos del Presente» La Tierra del Vals (VI)

«El Retorno a la Capital Trujillana en 1924, como Director de la Ahora Banda Sucre»

José Thomas Torres López Septiembre, 2025

…y son los sueños de un gigante en sus manos un montón de verdades sentidas por donde se deslizan suavemente las contemplaciones, emociones, respuestas a los motivos sonoros que siguen su construcción patrimonial desde esa claridad espiritual que sólo seres con vocación impoluta, integra, verdadera, retratan sus pensamientos musicales en una realidad compartida, donde justamente ocurre el milagro de un encuentro, con el hecho artístico donde se fabrica la esperanza y la verdad de un pueblo que levanta las manos al futuro inevitable, impostergable en su transitar, dando muestras conscientes del presente que toca la vida.

Retorna el maestro Laudelino a la casa musical de sus primeras notas a los 31 años de edad. Ese momento estelar en la memoria cultural Trujillana es de primer orden, fundamental además. Es el comienzo de la segunda entrega como director, en la que originalmente fue la «Banda Filarmónica», creada por el padre Rasquin, siendo un espacio para el aprendizaje donde el joven formó su corazón para lo grande, pero… ya el proyecto nativo tenía otro rostro y otro nombre diferente para ese momento «Banda Sucre».

El formato musical, instrumental imperante para la década de 1920 en Venezuela, aún seguia siendo el Bandístico. El horizonte de los géneros, especies y ritmos que Laudelino Antonio experimentó en los distintos enfoques y lenguajes implementados, da muestra sin duda del vuelo y sobre todo, de ese poder para ver las cosas, como una especie de sabio sencillo, o quizás, en una suerte de vidente sonoro que reflejó en los distintos acto musicales, mostrando un natural comportamiento audioperceptivo.

El maestro Mejías desarrolló la sustancial condición de la sinestésia, ver los colores en las diferentes gamas y disposiciones de los sonidos, plasmando así en sus escrituras las combinaciones, formas y sentidos correctos, además, cromatismos, expresiones frecuenciales con definiciones emocionales que en resumen, se quedaron en el alma de la gente y en los recuerdos del mañana. Hoy toda esa inmensidad del color está grabada con notas de oro en un importante repertorio de composiciones que el maestro Laudelino Mejías, dejó en las páginas de la historia musical Trujillana.

Los valores con los que edificaron la escuela filarmónica como un espacio académico para desarrollar la música, fueron sin duda elevados, con ideales muy sólidos. La serenidad impresa en los motivos sonoros para la época reúnen una serie de verdades que, delatan al autor, revelan su sentir y espiritualidad, su agradecimiento a la vida más allá de las vicisitudes experimentadas, es un acto de fe materializado, dando, entregando sus motivos más intrínsecos a través del sagrado lenguaje universal de la música.

Laudelino se quedó para siempre en el corazón de la gente y en la Memoria Cultural Trujillana como un ser que cumplió su misión histórica. Heredando su alma pintada en el papel como un gesto indisoluble, interminable, indetenible. Sigue escuchándose aún el rumor de sus motivos sonoros, en esta tierra del Vals.


¡Mantente informado! Síguenos en  WhatsAppTelegram, InstagramTikTokFacebook o X 

 

 

 

 

 

 

 

 

Salir de la versión móvil