«El último viaje en ese cambio del paisaje para 1963, de este plano terrenal»
José Thomas Torres López
Septiembre, 2025
…y suelta su obra grande sobre los momentos tranquilos que se desprenden desde el alma hasta las miradas de todos. Cesa en su actividad académica musical en 1955, abriendo su corazón al tiempo y heredando sus más sentidos desvelos en el papel, deja así Laudelino entonces, un sinfín de metáforas sonoras cargadas de su inmensa riqueza espiritual, musical, humana. Inyecta una sólida estampa a la cultura Trujillana, encamina a la «Banda Sucre» sobre los ojos inmateriales de una ciudad, con sobrado gesto incrustado en la historia que habla de las cosas y del arte.
Al poco tiempo, Laudelino Antonio Mejías parte rumbo a la capital, haciendo de aquel momento el asiento en su vida familiar, en ese recinto caraqueño que abrió las puertas en aque tiempo, siguiendo en parte el hecho artístico – musical, viviendo así la trascendencia de la cultura Venezolana en auge y creciente, ya en sus últimos años.
Fallece el Maestro Laudelino Antonio Mejías el 30 de noviembre de 1963, en Caracas a la edad de 70 años. Sus restos siguen allí en tierra capitalina, específicamente en el Cementerio General del Sur y es preciso apuntar otra vez la idea de traer sus restos al lugar de todos sus lugares, espacio éste, que para él representó la inmensa simbología espiritual de su obra escrita. Regresar su esencia a la tierra Trujillana que lo germinó.
Se libera su alma en una canción humana que vigila los pasos en cada presente, para dejar así, su aroma en todas las flores del camino que la brisa acaricia suavemente en su inmensidad. Quedan sus trazos punteando la canción en las montañas que bajan hasta la quebrada de los sueños grandes en su sentir. Viene el maestro cantando sobre las nubes su eterna juventud de centellas y tempestades, que cruzan los insondables momentos del amor, mientras su lira de rocio y el despertar impostergable siguen recorriendo la memoria bajo los pasos de la poesía que tiñe de luz las calles del pueblo. Su obra vivifica el espíritu noble de la tierra y la memoria que consagra la cultural Trujillana en el corazón de la gente.
Representa «Don Laudelino Mejías» toda una historia incrustada en el medio de otra historia que se rige por los designios del universo de todos. Somos los hijos del tiempo, los testigos libres colgados en una melodía liberada que se abraza interminable a la razón que aún nos orienta.
Siguen los ojos de muchos mirando, buscando en la noche sus notas y un conticinio sereno, deseando quizás, estar más cerca de ese silencio con el que pintó de esperanzas a la ciudad de su alma, más allá de un canto de acero que aún… sigue naciendo.
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