Memoria Cultural | «Los Desafíos del Presente» La Tierra del Vals ( IV )

«La Asunción a la Dirección de la Banda Filarmónica en 1916»

José Thomas Torres López

Septiembre, 2025

…y los misterios vuelan desatando un cambio del paisaje y tienden un viaje sobre la piel de la vida, regresos, encuentros, compromisos, despedidas que trastornan los momentos tranquilos, colocando al joven Laudelino Antonio entre la resignación en su consuelo eterno de la palabra y la vida que abre las puertas de un sinfín de emociones que esperan pacientes en los distintos caminos del arte. La unión como un sacramento de la existencia, siembra su esencia con hidalguía artística en la prolongación de la vida.

El fallecimiento de su padre en 1911, el músico clarinetista Aparicio Lugo, quien acompañó en la idea, formación, dirección y sueño de la banda filarmónica del padre Rasquin, deja en silencio el corazón de Laudelino, del alumno en esas primeras notas, del hijo mismo y musical, pero… Sin duda este hecho luctuoso ensombrece los días tranquilo.

La vida en su vaivén regresa en otro coletazo de tormenta y pocos años después un cambio de estatus político y los pensamientos ciegos del poder para 1916, hace que el presbítero Esteban Rasquin, migre a otros espacios encomendados, en esto que la iglesia llama los caminos de Dios, en su proyecto musical académico. Todo transcurre desde los aposentos indetenibles del tiempo y en ese mismo año 1916, en el mes de octubre, contrae matrimonio con la dama Trujillana María Angelina Palazzi Granados. Todo se va develando en esta historia y la magia que nos rige lo hace desde el universo que vibra en el ser, ese mismo que también lo conecta sin piedad proponiendo siempre vivir para el vivir, es un destello frecuente que despierta al Dios del alma que resuena desde el recintos sagrados, que nos invitan a mirar hacia adentro de nosotros mismos en esa búsqueda de las cosas simples que hablan de la verdad y sus caminos.

Un vendaval de emociones y ausencias experimentó Laudelino en ese año de 1916. Qué gran desafío heredaron en sus manos, impulsándolo a dar un salto de fe que generara las respuestas y posturas del momento. Todo comienzo propone sanar lo herido y cuidar lo sano, en ese orden, soñar despierto es un primer paso. La fundamentada práctica musical desde la teoría y la ejecución de varios instrumentos le permiten al novel director, lanzar iniciativas y además, unos postulados que hoy podemos reconocer como la «Doctrina Mejías». Significa esto una teoría latente que empezaba a edificar una forma de ver, hacer, escribir e interpretar la música, desprendiendo de allí una visión indetenible que encarna la responsabilidad del crecimiento musical, la nivelación sonora, tímbrica, la expansión armónicas y sus formas, la transcripción de música europea, elevando así los conceptos, la adquisición y ampliación de instrumentos para reorganizar la escena. Fueron los ojos del futuro, esos que nos heredaron un horizonte y su caudal de cantos, poemas y melodías nacidos en la virtud de los pensamientos.

Es de imaginar todo este proceso puesto que el crecimiento evidente de la institución, como también del trabajo creativo, dio cuenta, y es así como en distintos relatos se recrean las tantas vivencias, vicisitudes y hechos de todo tipo que describen la actividad cultural nuestra.

La primera etapa como director de la filarmónica es relativamente corta. Laudelino al cabo de unos 4 años para 1920 viaja al estado Zulia donde en su apostolado musical cumple una importante jornada de práctica, estudio y ejecución en el ámbito musical, en ese instante de lo eterno vive otra forma de hacer y expresar la música junto al maestro Martucci director de la banda de Maracaibo, poniendo fin a su experimentación, retorna a Trujillo un año de pues en 1921, específicamente a la ciudad de Valera, asumiendo por un tiempo la «Banda Lámas». Cumplida también la misión encargada, retorna a la capital tomando las riendas nuevamente de la ya nombrada Banda Sucre».

Hay detalles que desde el punto de vista personal revelan en parte su criterio para entender en parte también, sus viajes, destinos y propuestas musicales asumidas y vividas. El tiempo en su rol de vigilante de los sueños del hombre, es un testigo presente de la verdad cultural Trujillana. El legado musical que edificó el Maestro Mejías, es sin duda un monumento a la pasión artística. La visión interminable del director está escrita con tinta indeleble en las páginas vivas de la historia musical Trujillana.


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