Memoria bicentenaria:  el armisticio… ¡ regularizar la guerra…!

Por: Clemente Scotto Domínguez

 

  “Odio eterno a los que deseen sangre y la derramen injustamente”

Simón Bolívar en Santa Ana el 27/11/1820

 

Trujillo es espacio de la geografía independentista, de acciones y decisiones claves en el proceso determinativo de hacer patria libre al costo supremo de la vida y también de darle sentido humano a la lucha por la libertad. Además de otros episodios, fue el escenario donde se firmaron dos documentos esenciales para avanzar en el proceso de independencia declarado el 5 de Julio de 1811, cuando el torbellino desatado por esa declaración, puso en el escenario social la movilización y crispación de las tensiones existentes en la sociedad colonial. En la calle Independencia de la capital de Trujillo, aún existe la casa donde se firmaron esos documentos; invito a la visita de la memoria en la reflexión para este tiempo que vivimos hoy.

En 1813, Bolívar con 29 años, proclamado como Libertador en Mérida, lo cual ratificaría Caracas en octubre, avanzaba con agilidad felina en el desarrollo de la Campaña Admirable, para retomar el espacio de la patria luego de la pérdida de la primera república que dejó en su ánimo muchas tormentas, angustias y duras lecciones; la perdida de la plaza de Puerto Cabello a su mando, la capitulación de Miranda, las reflexiones del manifiesto de Cartagena donde reafirma el compromiso por la libertad y se revela analista político visionario; la situación de desencuentros entre los patriotas en Nueva Granada; también el terror de la violencia sin piedad, impuesto por la contrainsurgencia española liderada por Domingo Monteverde quien proclamó “contra los insurgentes… la indulgencia es un delito” y Caracas debe ser “tratada por la ley de conquista”, lo cual propiciaba las crueldades y bárbaros asesinatos por sargentos elevados a oficiales españoles, que “han hecho una espantosa carnicería…, de nuestros prisioneros de guerra y de nuestros pacíficos compatriotas…” como lo expresa la motivación al decretar la guerra de exterminio, “estas víctimas serán vengadas. Esos verdugos serán exterminados. Nuestra bondad se agotó ya, y puesto que nuestros opresores nos fuerzan a una guerra mortal, ellos desaparecerán de América, y nuestra tierra será purgada de los monstruos que la infestan. Nuestro odio será implacable, y la guerra será a muerte”.

La formación y comprensión de Bolívar acerca del propósito libertario de la guerra independentista junto a su capacidad de análisis del campo de batalla, no sólo en lo físico sino sobre todo el determinante escenario del territorio social, le señalan que es necesario  deslindar los campos dentro de aquella sociedad colonial, para que la causa de la libertad prenda en el pecho de unos, frente a la defensa de la sociedad establecida por los otros. Un parte-aguas social para que la identidad de pertenencia hiciera un vínculo cerrado entre los partidarios de la causa patriótica de un lado, y los de la defensa del rey y la metrópoli, por la otra. De una parte los americanos, los de aquí identificados y comprometidos y de la otra, los nacidos en la Metrópoli y sus vasallos. Un decreto para encrespar los ánimos, separando socialmente a esos grupos…Le dice a los venezolanos”. “nosotros somos los enviados a destruir a los españoles, a proteger a los americanos y a establecer los gobiernos republicanos… vosotros, americanos que el error o la perfidia os ha extraviado de las sendas de la justicia, sabed que vuestros hermanos os perdonan. Españoles y canarios, contad con la muerte aun cuando seais indiferentes, si no obrais activamente en obsequio de la libertad de América, …… Americanos, contad con la vida aun cuando seais culpables”

Habría de venir el año 14 como año terrible, con la encarnizada lucha de carga social liderada por Tomás Boves, quien pudo enrolar a los sectores sociales más desposeídos bajo las banderas de España y significó el exterminio de la mayoría de los blancos mantuanos de Valencia, Caracas, Barcelona y Cumaná. Les recomiendo la obra “Historia de la rebelión popular de 1814” de Juan Uslar Pietri, quien hace un análisis muy apropiado para comprender aquel momento histórico y también la dinámica conflictiva en nuestro desarrollo republicano.

En los años siguientes, la causa patriota y el liderazgo de Bolívar deberán remontar, las disputas por la jefatura, la odisea del Caribe con las reflexiones y visión de la Carta de Jamaica, el apoyo haitiano, las expediciones sobre Venezuela, que desde el año 15 se hallaba ocupada por el mayor ejército traído a América desde España, compuesto por 15.000 soldados veteranos de las guerras napoleónicas, bajo la conducción del General Pablo Morillo en su condición de Pacificador de la Capitanía de Venezuela y del virreinato de la Nueva Granada. Sólo en el Oriente se pudo hacer resistencias que fueron creando escenarios bélicos como la casa fuerte de Barcelona, Matasiete en Nueva Esparta, el  Juncal y en especial, el desarrollo de la Campaña de Guayana, que logró liberar a la provincia de la ribera sur del Orinoco y con ello una extensa región, buena para la defensa y también para la ofensiva.

En Guayana pudo resolverse definitivamente el proceso de la conducción de la guerra, la intendencia del ejército libertador y la construcción definitiva de la República durante los años 17, 18 y 19; también jugó un importante papel, el escenario de los llanos y la bravía de su gente. Se inicia el año 19 con el Congreso de Angostura, donde Bolívar desarrolla en el discurso su pensamiento de república virtuosa con la propuesta de constitución. Ese año va a ser crucial en el curso de la guerra, desde Angostura se emprende el desarrollo de la Campaña de Liberación de Nueva Granada y el Paso de los Andes por un lugar insospechado e inhóspito, una de las hazañas de historia mundial, mientras se hacían maniobras distractoras al enemigo. “Legiones famélicas del pueblo –heroísmo en harapos- venciendo a la Naturaleza y a ejércitos aguerridos”; así fue en Gámeza, Pantano de Vargas y Boyacá al comienzo de agosto, que permitieron la ocupación de Bogotá por los patriotas y la liberación de parte del territorio de Nueva Granada. Esa situación hizo posible la creación de Colombia (la grande), sancionada por el Congreso en Diciembre de ese mismo año. Constituida la República, designado presidente, Bolívar emprende el proceso del desalojo de los realistas en el territorio, con la Campaña para la Liberación de Venezuela, que constituye un plan de grandes lecciones en el arte de la guerra.

Mientras tanto, en España se prepara un nuevo contingente de 20.000 soldados para enviar a estas provincias insurgentes, pero en enero se produce una insurrección militar contra el Absolutismo de Fernando VII con la llamada Revolución Liberal del año 20; se dan instrucciones a Morillo para cesar hostilidades y abrir negociaciones con los rebeldes. Se propicia un escenario para un armisticio y también de regularización de la guerra; la representación patriótica fue presidida por el general Antonio José de Sucre, con 25 años de edad, quien además de lo militar se mostraría como un brillante negociador en armisticios y capitulaciones; por la parte española el brigadier Ramón Correa, quien gozaba de gran respeto en las filas de sus enemigos los patriotas. “Es condición indispensable de toda negociación de paz, -enfatizó Bolívar, y esa tarea diplomática lo logró-, el reconocimiento oficial de Colombia como parte beligerante confrontada con el Imperio Español”.

El Tratado de Armisticio se firmó el 25 de noviembre de 1820, “Deseando los Gobiernos de Colombia y España transigir las discordias que existen entre ambos pueblos; y considerando que el primero y más importante paso para llegar a tan feliz término es suspender recíprocamente las armas, para poderse entender y explicar,…”.  El día siguiente se firmó  el Tratado de Regularización de la Guerra, cuyo texto comenzaba : “Deseando los gobiernos de Colombia y España manifestar al mundo el horror con que ven la guerra de exterminio que ha devastado hasta ahora estos territorios convirtiéndolos en un teatro de sangre; y deseando aprovechar el primer momento de calma que se presenta para regularizar la guerra que existe entre ambos gobiernos, conforme a las leyes de las naciones cultas y a los principios más liberales y filantrópicos, han convenido…” . Se obligaron los gobiernos a combatir como pueblos civilizados, evitar el exterminio a que se ha llegado; el respeto a los prisioneros de guerra con su grado, hasta que se realice el canje, igualmente a los civiles aprehendidos en el servicio; prestar debida asistencia dentro o fuera de los hospitales a los enfermos y heridos; también al enterramiento de los muertos. Este Tratado es un referente en el derecho internacional, para las Convenciones que intentan mitigar los actos de crueldad e impiedad en los conflictos armados. “Un monumento de liberalidad, humanidad y filantropía” dijo Bolívar.

El día posterior, 27 de noviembre, se produce en Santa Ana el encuentro oficial de Bolívar y Morillo; reconocimiento en el respeto de los oponentes y lo que cada uno representaba, con el valor de los compromisos que el deseo de cada gobierno había impulsado por la causa de sus pueblos. En el brindis durante la comida compartida, Bolívar hace la declaración contenida en el epígrafe de este artículo: “A la heroica firmeza de los combatientes de uno y otro ejército; a la constancia, sufrimiento y valor sin ejemplo; a los hombres dignos que al través de males horrorosos, sostienen y defienden la libertad; a los que han muerto gloriosamente en defensa de su patria o de su gobierno; a los heridos de ambos ejércitos que han mostrado su intrepidez, su dignidad y su carácter… Odio eterno a los que deseen sangre y la derramen injustamente”.

Que esta memoria bicentenaria de los tratados de Trujillo nos sirva, para retomar a Bolívar en su verticalidad esencial como arista del proceso de la emancipación libertadora; para reflexionar y retomar nuestro sentido histórico como pueblo; para no olvidar que la guerra civil es la más incivil de las guerras; para no olvidar que la legítima lucha por la libertad y soberanía, no constituye la negación del otro en su eliminación con impiedad, lo cual termina por negar la libertad y su significación humana en el lugar-país, así como en la vida de la patria-tierra.

Casatalaya Guayana,  octubre 2020

 

 

 

 

 

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