Mario Villegas
Más allá de las decisiones y lineamientos de los partidos y agrupamientos políticos, en una elección cuenta mucho, muchísimo, la determinación individual de cada elector, de cada ciudadano. El 20 de mayo, cuando en las mesas de votación se esté dirimiendo el destino de Venezuela y de las generaciones de venezolanos por venir, la conciencia individual de cada votante será mucho más determinante que en cualquier otra elección.
Esta no es una jornada electoral más. No se trata simplemente de cambiar a un presidente por otro, de oxigenar y renovar el sistema político y sus cuadros dirigentes o de sustituir a una sigla o a una coalición partidista por otra, tampoco se trata de solo castigar a un mal gobernante, que Nicolás Maduro lo es en grado superlativo, sino de ponerle punto final a un modelo autoritario, destructivo y empobrecedor que ha hecho añicos a la democracia y sus instituciones, dilapidado y saqueado las finanzas públicas, dividido y enfrentado a los venezolanos, arruinado el aparato productivo, deteriorado y caotizado los servicios públicos, pulverizado la moneda nacional, liquidado los derechos y conquistas laborales, desmantelado el salario y la capacidad de compra de los trabajadores, violentado sistemáticamente los derechos humanos, condenado a la pobreza y a la desesperanza a la inmensa mayoría de las familias y empujado al autoexilio a millones de desesperados ciudadanos.
La que se nos presenta, con todas las desventajas y limitaciones que nos impone un estado poderoso y abusador , es una gran oportunidad para darle un parao definitivo a ese modelo y reconstruir al país sobre la base de uno nuevo que privilegie el interés nacional por sobre los intereses bastardos y sectarios. Un nuevo modelo que reoriente y conduzca al país hacia el florecimiento económico, la generación masiva de empleos, el rápido y sustancial fortalecimiento del salario, la producción masiva de alimentos y medicinas al alcance de todos en las redes de comercialización públicas y privadas, un modelo que en vez de ahuyentar a los capitales nacionales y extranjeros los convoque a financiar y a apalancar el desarrollo del país, que en vez de expulsar al exterior a jóvenes y adultos los seduzca e integre a la reconstrucción de la patria, a la edificación del progreso nacional y del bienestar individual y colectivo.
Ahora que ha llegado el momento, que Maduro y su modelo depredador sigan reinando en Venezuela va a depender de cada uno de nosotros. De nuestra conciencia, de nuestra responsabilidad individual y de nuestros actos va a depender que el candidato del hambre y su equipo de destrucción nacional continúen aferrados al poder y a la ubre del presupuesto público.
Actuar con firmeza es lo responsable en esta hora agónica de la patria. ¿Cómo puede alguien pensar que abstenernos y quedarnos de brazos cruzados pueda ser responsable y ofrecer alguna utilidad a los intereses del país y de nuestro propio bienestar? Abstenerse, valga la insistencia, es votar por Maduro. Es regalarle seis años más y prolongar quién sabe hasta cuándo la tragedia política, económica y social que lacera al país y humilla la dignidad del pueblo venezolano.
El gigantesco descontento popular y el franco rechazo a la pésima gestión de Maduro, reflejados en todos los estudios de opinión pública, deben ser canalizados hacia la única vía verdaderamente eficaz en manos de los ciudadanos para producir el muy anhelado cambio democrático. La dimensión de ese rechazo a Maduro y a su modelo es tan grande que, de manifestarse en carne y hueso ante las urnas electorales, resultará prácticamente imposible de esconder mediante un intento de fraude.
Es de esperar que en el tiempo que media hasta la fecha de las votaciones, el liderazgo de los partidos políticos que se proclaman democráticos se ponga en sintonía con el deseo de los venezolanos de avanzar con éxito hacia la salida pronta, eficaz y pacífica que representa la opción electoral, la única que hasta ahora les ha dado resultados tangibles a lo largo de todos estos años.
Ya los partidos Avanzada Progresista, MAS, Copei y los movimientos políticos Soluciones y Juntos, han dado pasos fundamentales en esa dirección al lanzar la candidatura presidencial del ex gobernador Henri Falcón, cuyo discurso y propuesta programática inicial empiezan a conquistar cada vez más espacios y adhesiones entre la ciudadanía.
El razonamiento de alguna otra gente es sencillo: es mejor votar por Falcón en estas elecciones que amanecer al día siguiente con el ratón moral de haber ayudado a Maduro a seguir en Miraflores. ¡Bicho!
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