La salud de la democracia venezolana reclama un sincero esfuerzo por la descentralización del poder.
Cuando defendimos la descentralización, en el Congreso de la República Civil, en 1987, lo que queríamos era que Venezuela tuviera más y mejor democracia. En aquellos tiempos, la democracia estaba secuestrada en la capital de la República y en los cogollos partidistas. Los gobernadores de estado eran designados por el Presidente de la República, no existía la figura de los alcaldes, ni del gobierno local y todo se resolvía en una sola fecha electoral en la que, con una tarjeta pequeña se votaba por cosas tan disímiles como senadores, diputados al Congreso Nacional, diputados a las Asambleas legislativas regionales y concejales.
Propusimos entonces la separación de las elecciones: una elección nacional para elegir al Presidente de la República y al Congreso Nacional. Una elección regional para elegir, por el voto popular en cada estado, al gobernador y al Consejo Legislativo Regional, y una elección municipal para elegir al alcalde y a los concejales en cada municipio. La elección nacional era la oportunidad y el escenario para discutir los problemas nacionales. La elección regional, para discutir los problemas de cada estado, y la elección municipal, para discutir los problemas de cada municipio.
“Esta gente”, que todo lo enreda y todo lo confunde, está convocando ahora para una “mega elección” en la que se mezcla la elección de las autoridades regionales con la de las autoridades municipales. Por supuesto, ellos no creen en la descentralización, todo lo contrario. Lo poco que se había avanzado en materia de descentralización, se destruyó y se regresó a un centralismo absoluto y total. De nuevo, todo el poder concentrado en Caracas.
Además, se inventó, contra la Constitución Nacional, la figura de los “protectores” en los estados que se habían atrevido a votar por gobernadores no alineados con el oficialismo y finalmente, se ha inventado una figura de ciudades comunales para liquidar al municipio que, de acuerdo con la Constitución, es la base fundamental del poder público en Venezuela.
Como si todo esto no fuera demasiado, los partidos de la oposición, también influidos por una cultura partidocrática y centralista, pretenden decidir en Caracas en un grotesco reparto de gobernaciones y alcaldías entre las distintas tarjeticas, quienes deben asumir la responsabilidad de los gobiernos regionales y locales.
La salud de la democracia venezolana reclama un sincero esfuerzo por la descentralización del poder. Gobiernos regionales con autoridad y con recursos para resolver los problemas regionales y gobiernos locales, con autoridad y con recursos para resolver los problemas municipales.
Seguiremos conversando.
Eduardo Fernández
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