Mario Briceño Iragorry nace en una época en donde las letras latinoamericanas, van a interactuar con las grandes expresiones del modernismo europeo y a la vez se manifiesta con la literatura. Hombres como Paul Verlaine, Bandelaire, Whitman, Allan Poe, van a ser escritores de esta corriente literaria y en particular, la poesía francesa.
Con la llegada del modernismo, Iberoamérica comienza a pronunciarse con mayor fuerza en el mundo de las letras. Comprendiendo que el modernismo es un movimiento general en el que se encuentran diversas escuelas que se pronunciaban con sus formas de pensamiento como el naturalismo, el impresionismo, el preciosismo y en especial el simbolismo. Los versos claros, blancos, libres, van a dominar estas escenas en las artes. En Hispanoamérica, el modernismo nace con Rubén Darío, Martí, Díaz Rodríguez, Rodó.
Don Mario, desde su niñez va a sentir pasión por la lectura y la escritura, también la formación acuciosa de su padre Jesús Briceño, de su madre María Iragorry, y con ello la educación formal o pública. Proviene de una familia humilde y de pocos recursos, pero con una grandeza inmensa en dignidad y demás valores.
Conocer la vida íntima de don Mario basta con recorrer la escritura de “Mi infancia y mi pueblo”, ahí detalla su vida, lo permitió su memoria. Es un texto cargado de hermosas vivencias en donde los lectores, imitamos ese tiempo de regresión que tenemos cada uno de nosotros en nuestras vidas particulares. Más adelante, se convertiría en uno de los más grandes exponentes del género literario como lo es el ensayo y escribiría un clásico que es lectura viva y actual en su obra “Mensaje sin destino”.
Sus inicios en la escritura parte de cuando niño inicia en actividades de trabajo, al llegar vacaciones de la escuela de las primeras letras de don Eugenio Salas Ochoa, su padre lo ubicaba a las labores en la imprenta del estado, en donde se imprimía el periódico “El paladín” de Aparicio Lugo. Al poco tiempo, se traslada a estudiar a Valera, estudia en el Colegio Santo Tomás de Aquino, conducido por el padre Miguel Antonio Mejías. Ahí, publican un periodiquín con el título de “Génesis”. Su trabajo lo tituló “Fiat Lux”.
Más adelante al regresar a la ciudad de Trujillo, fundaron una hoja – periódico llamada “Ariel”, inspirado en la obra del mismo, de José Enrique Rodó, un gran ensayo latinoamericano que se convirtió en un mensaje de juventudes. Esa hoja lo motivo más a la literatura, incursionó por el mundo de la poesía y por sugerencia de un maestro no prosiguió por este género, lo estaba esperando el ensayo.
Se va a estudiar en Mérida, Derecho, continúa con ejercicios de escritura, en ese transitar es el prologuista del poeta Antonio Llavaneras Carrillo en el poemario “Alma en flor”, luego prologa otro poemario de José Félix Fonseca, “Hojas errantes”. En este tiempo que se inicia entre el Paladín, Génesis, Ariel, más las distintas contribuciones de escritura hasta los prólogos de estas obras, se puede considerar como una primera etapa.
Luego desarrolla una segunda etapa de escritura con la publicación de su primera obra “Horas”, que son ensayos literarios, luego “Ventanas en la noche”. En ese recorrido escribe una gran libro en donde se comienza a consolidar el novel escritor, como lo es con “Lecturas venezolanas”; con el tiempo se hacen varias ediciones. Mira a su patria chica, escribe para su estado y ciudad los “Fundadores de Trujillo”, que es el discurso de la incorporación a la Academia de la Historia, en el año 1930.
Cuatro años después, otra referencia de las letras marcará ese tiempo, sale a la luz pública “Tapices de historia patria”, que es el reconocimiento histórico de Iberoamérica entre nosotros y nosotros entre ellos, otro clásico de 1934.
En la década de los cuarenta, el escritor sigue avanzando y quedándose entre nosotros, al mismo tiempo produciendo letras que son parte de nuestro propio destino, por sus tradiciones, hechos, costumbres, mitos, personajes, en la identidad está nuestra razón de ser. Para el año de 1942, sale a la luz “Temas inconclusos” y “El caballo de Ledesma”.
Luego vendrá «Palabra en Guayana», “Casa León y su tiempo”, una biografía estilo texto narrativo, rico en la estructura literaria de un personaje de la independencia que representa al político y al eje de los antivalores, obra que fue reconocida con el Premio Municipal de Literatura 1956. Después un ensayo biográfico formal titulado «Papeles de Urdaneta el joven».
En 1947 cierra un trío de clásico en donde están inmersos Ledesma, Antonio Fernández de León y José María Heredia, en el “Regente Heredia o la piedad heroica”, otro personaje de la independencia que representa la política con la consagración de la justicia y los valores políticos, esta obra se convirtió en Premio Nacional de Literatura; lo que conformaría una tercera etapa.
Duras fueron sus vivencias políticas, entre los momentos de gloría y caídas en el golpe de Estado de 1945, que le dieron a Medina Angarita. El era presidente del Congreso. De ser parlamentario pasó a estar detenido. Luego supera esa caída y otros momentos difíciles para llenarse de gloria perenne con su escritura. Vendrá una etapa fuerte en cuanto a política se refiere. Otra exitosa, producto de la impresión de sus pensamientos vagando por la venezolanidad y el mundo.
La cuarta etapa son momentos fuertes para la patria. La patria su gran inquietud, su razón de ser, su preocupación. Entre los años de 1948 al 1953, políticamente estuvieron presentes el golpe de Estado a Gallegos, al mismo tiempo el restablecimiento gradual de un régimen político de fuerza. Ello molestó mucho a don Mario, su actividad política fue más certera y dinámica por el restablecimiento de la libertad política de Venezuela, lo demostró con sus actividades de calle partidista y con su escritura política.
Para el año de 1952 publica “Mensaje sin destino”, un ensayo que describe nuestra crisis de pueblo. “Virutas”, una evocación a Trujillo, la tierra de María Santísima en “Mi infancia y mi pueblo”. Luego “Sentido y vigencia del 30 de noviembre”, estudio del proceso electoral de ese momento, documento que incomodó enormemente al régimen dictatorial de Pérez Jiménez.
En 1953, inicia el exilio primero en Costa Rica y luego en España, donde publica “Ideario político”, “La traición de los mejores”, “Aviso a los navegantes”, “Alegría de la Tierra”, apología a nuestra agricultura, “Introducción y defensa a nuestra historia”. Clasifica metodológicamente nuestras corrientes históricas. De nuevo mira a Trujillo, escribe “Gente de ayer y hoy”. Desde el compendio bíblico extrae el título de su próximo libro “El hijo de Agar”, Ismael el hijo bastardo del padre Abram. “Obras selectas”.
Estando en ese calamitoso exilio escribió «Patria Arriba», en donde miró nuestros orígenes desde el Trujillo extremeño, español y a la vez el reconocimiento con nuestros padres de patria que son muchos en todos los tiempos, en la colonia como en la vida republicana. En 1956 “La hora undécima”. Un pronunciamiento a una teoría de lo venezolano.
Vuelve a mirar a Trujillo en “Anecdotario Trujillano», después su novela “Los Riberas”, en 1958 sale a “Diálogos inconclusos”, más adelante obras póstumas como: “Prosas de llanto”. Lo grandioso también de esta etapa como escritor, produce un conocimiento que se queda entre nosotros y se convierte en clásicos de nuestra literatura en el género del ensayo.
Don Mario, siempre don Mario, el historiador de todos los tiempos, el historiador que le da vida a los hechos, personajes, vivencias de la venezolanidad. El produjo la escritura, los lectores con su imaginario resucitan la vida de esos acontecimientos. Es por ello que: Mario Briceño Iragorry es una palabra que viaja en el tiempo.