“El corazón de Mario Briceño Iragorry, es bueno como símbolo de una necesaria conciencia inquebrantable. Como referencia de un amor insobornable por lo mejor venezolano, no puede ser negado. Pero al margen de lo simbólico, en el plano de la realidad, lo que de Mario Briceño Iragorry vale es su pensamiento”.
Son fragmentos del valioso discurso del doctor Raúl Díaz Castañeda, pronunciado ante el corazón de don Mario Briceño Iragorry, en acto solemne efectuado el año de 1991 en el Centro de Historia de Trujillo, con la asistencia de las autoridades trujillanas.
El traslado desde Caracas a Trujillo, del corazón del brillante escritor y pensador Mario Briceño Iragorry, constituyó toda una manifestación de regocijo histórico regional, que por su importancia y transcendencia, hemos querido revivir cuando se conmemoran 62 años de su fallecimiento.
Desde el arribo al aeropuerto de Carvajal del corazón del ilustre trujillano, fue un verdadero peregrinaje.
El corazón de la trujillanidad
Las autoridades trujillanas presididas por el doctor José Méndez Quijada, entonces gobernador del Estado; representantes de la iglesia a cargo del Obispo Diocesano Monseñor Vicente Ramón Hernández Peña; la Comisión Organizadora del traslado; funcionarios de los poderes públicos legislativos, judiciales, fuerzas vivas y colectividad en general, recibieron con gratitud, el corazón del hijo de esta tierra doctor Mario Briceño Iragorry, a su llegada al aeropuerto “Antonio Nicolás Briceño”, de Carvajal.
Allí, luego de rendirle los honores correspondientes por las autoridades públicas, organizaciones privadas, sistema escolar, universidades, organismos culturales y público en general, el corazón del coterráneo fue trasladado al Centro de Historia de Trujillo, siendo más tarde llevado hasta la biblioteca pública que lleva su nombre y posteriormente a la iglesia Catedral, donde permanece desde entonces.
Se encontraban presentes además de la esposa de Don Mario, Josefina Picón de Briceño, su hija, Beatriz Briceño Picón, el gobernador del estado, José Méndez Quijada; el ministro de la Cultura, José Antonio Abreu, quien asistió en representación del entonces presidente Carlos Andrés Pérez; el secretario General de Gobierno, Arturo Perdomo, los alcaldes de la región encabezados por Jorge López, y Hernán Castellanos, diputados regionales y nacionales, Miguel Ángel Burelli Rivas: el senador Pedro Pablo Aguilar, diputado Teodoro Petkoff, Ramón Pachano, vicerrector del Nurr; representantes de los sectores civiles, eclesiásticos y militares, del centro de historia y los organizadores del evento encabezados por el profesor Alí Medina Machado.
La dignidad venezolana
En esa ocasión, la obra del pensador trujillano Mario Briceño Iragorry, fue altamente resaltada por un fino lenguaje, como el del doctor Raúl Díaz Castañeda, quien ofreció una exquisita pieza oratoria en el Centro de Historia de Trujillo.
El trascendental contenido del discurso del médico, poeta y escritor Díaz Castañeda, logró gran impacto y generando comentarios muy positivos de personalidades por el fino verbo y el lenguaje expuesto. Además, el discurso tuvo un amplio contenido histórico de la trayectoria de don Mario Briceño Iragorry-
En un parte de la exposición literaria, el doctor Díaz Castañeda, señalaba: “Recibamos su corazón, su pobre corazón que enfermo de mal de patria, dejó de latir en la frustrada aurora de lo que pudo haber sido el rescate de la dignidad venezolana, hoy perdida en el absurdo, la irresponsabilidad y la corrupción de los poderes del Estado y la alienación popular. Pero que quede claro que lo que valió de Mario Briceño Iragorry no fue su corazón, más bien de débil contextura, sino un cerebro prodigioso, que pudo conciliar muy altamente su inteligencia y su fe, como lo propuso un contemporáneo suyo: Teilhard de Chardin.
El corazón de Mario Briceño Iragorry hoy aquí, puede ser parte de la liturgia de lo histórico que él tanto criticó”.
Es que hablar de MBI es referirse a gran parte de la historia del país, sobre todo por su participación en diversos escenarios de la vida pública. Los libros de Mario Briceño Iragorry siguen contándonos hoy lo grande que fue no sólo como escritor, sino también como periodista, abogado, diplomático e historiador.
De viaje por las diversas ciudades del país, e incluso cerca de donde vivimos, es común encontrar plazas, escuelas y calles con nombres de personas. A manera de vincular el pasado con el presente de la nación, esta ha sido la modalidad que han escogido los historiadores, cronistas y funcionarios políticos para inmortalizar a los ciudadanos y próceres que han dejado huella.
Este insigne venezolano nació el 15 de septiembre de 1897 constituye un motivo de orgullo por su buen manejo de diversas disciplinas y por su gusto fundamental por las letras.
Literato, político, periodista, ensayista, cuentista, diplomático e historiador, fueron las tareas que inmortalizaron a este trujillano, hijo de Jesús Briceño Valero y de María Iragorry. Sus restos reposan en el Panteón Nacional desde el 6 de marzo de 1991.
“Defender la dignidad humana hasta el sacrificio: pensar libremente hasta quedar en la absoluta soledad”, escribió una vez Don Mario para presentar su ensayo más importante: Mensaje sin destino, obra que como muchas otras, estuvo marcada por el humorismo, la defensa de la persona y la realización cultural. En 1946 fue galardonado con el Premio Municipal de Literatura por su obra Casa de León y su tiempo, y al año siguiente con el Premio Nacional de Literatura por su libro El regente Heredia.
“Valera tiene enlutado el corazón”
La noticia sobre el fallecimiento del ilustre trujillano, fue desplegada por el Semanario El Tiempo en su primera página del 7 de junio de 1958, con una nota, autoría del Padre Juan de Dios Andrade, quien dejó plasmado el sentimiento y pesar que la ciudad de Valer reflejaba por la perdida de tal emitente trujillano.
“La ciudad de Valera tiene enlutado el corazón. Fue aquí, en el Colegio Santo Tomás de Aquino, donde a la sombra del inolvidable Monseñor Mejia, inició su formación intelectual. Los ecos de su voz sonora y robusta aún no se han apagado. Seguirán resonando en el alma de esta ciudad como un apasionado Mensaje… con Destino.
Ha desaparecido la envoltura humana del Dr. Mario Briceño Iragorry. Quedan, sin embargo, trabajando por la suerte de los venezolanos, su obra magnífica y su ejemplo incomparable” (J. de D.A, El Tiempo, pág. 1, 1958).
De Trujillo para el mundo
Mario Briceño Iragorry cursó estudios de primaria en su pueblo natal y de bachillerato en el Colegio Federal de Varones. En 1912 se traslada a Caracas y ese año ingresa a la Academia Militar, donde conoció al futuro presidente Isaías Medina Angarita. En 1914 regresó a Trujillo donde ejerció el periodismo desde las páginas de la revista Ariel, que él fundó a los diecisiete años de edad.
En 1918 viajó para seguir estudios de derecho en la Universidad de Los Andes. Allí conoció a Josefina Picón Gabaldón con quien contrajo matrimonio en 1923. Fue director de Política y encargado de la Secretaría del estado Mérida. Luego se graduó de abogado y regresó a Caracas, para ocupar la Dirección de Política internacional del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Después del año 1920, su historia comienza a escribirse fuera del país, con su viaje a Nueva Orleáns, para ejercer el cargo de cónsul de Venezuela (1923-1925). Más tarde, su carrera política corre de la mano de la escritura y es designado ministro plenipotenciario en Centroamérica, con sede en Costa Rica.
El 6 de junio de 1958 enfermo y fatigado deja de latir el corazón de la trujillanidad, el corazón de la dignidad, un corazón noble y bondadoso.
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