Mario Briceño Iragorry: entre intelectuales y amistosos espíritus merideños (II/III) | Alexis del C. Rojas P.

 

De Mariano Picón Salas, humanista de convicción cristiana que se mantuvo en el camino del deber y de su profundo saber. En  él la manifestación de su espíritu estuvo amparada en la  preocupación por la cultura, conciencia moral del hombre, la sensibilidad  y el valor de la libertad revelada en la producción ensayística sobre su percepción de la Historia, en la defensa y conocimiento  de nuestro pasado –cómo somos y hacia dónde debíamos enrumbarnos-, así como la necesidad de una educación humanizada. Son temas que reclama con amplitud de servicio  para cultivar el alma, lo que lo ennoblece frente a todo espejismo de celebridad, actitud manifiesta de Picón Salas (1976) al exponer en Comprensión de Venezuela:

preferimos un sencillo fin de servicio; que estas cosas que nosotros pensamos, que vimos y sobre la que nos documentamos, resulten útiles a cualquiera que las encuentre o repiense;  …a ese ciudadano perplejo que cualquier día en la más silenciosa biblioteca descubra entre papeles amarillosos un gesto o una actitud de nuestra conciencia (p.25).

De Mario Briceño Iragorry, se tiene una formación centrada en el amor familiar  y los verdaderos valores inherentes al ser humano recibida en su infancia a partir de la amorosa abuela materna, quien   “no entendía otra nobleza sino la virtud”;  de su honrado padre;  la sabia enseñanza de su madre, quien desde “la infinita ternura que era esencia de su espíritu” supo guiarlo  en medio de las carencias económicas.  Al no  poder  brindar al niño los bienes que ostentaban otros, le “enseñó a buscar como finalidad de las acciones humanas algo más que la satisfacción de un lucro material. (…) de que el hombre vale por sus actos  y no por la monta de sus bienes” (Briceño Iragorry, 1997, p.p.12-13). Su madre lo aleccionó en la  mejor firmeza del ser: la dignidad y las virtudes.

En el espacio universitario acrecentó los principios y valores fundados en la familia, y que el propio Briceño Iragorry, en el Discurso titulado “Bello, maestro de civismo” reconoce con elogio las sabias y respetadas  lecciones de grandes maestros: Dr. Rafael Antonio Uzcátegui, Dr. Gonzalo Bernal, Dr. Antonio Justo Silva: “sabía él que el hombre vale fundamentalmente por la bondad y, junto con su múltiple saber, le regó a manos llenas entre quienes se acercaban a su generoso corazón[1];   Juan Antonio Gonzalo Salas, Roberto Picón Lares, Florencio Ramírez,  entre otros tantos maestros.

En todos ellos el espíritu vigoriza el pensamiento, teje la fuerza creadora de la expresión. Cómo no seguir el ejemplo de estos pensadores, quienes desde su hacer  académico, político y escritural labraron prototipos de vida humana: civilidad, dignidad, conciencia social e histórica; cuando estamos necesitados  de principios y valores. Y como bien afirma Briceño Iragorry en su extraordinaria obra El Caballo de Ledesma (1942, p.p. 84-86),  “hay crisis de caridad porque hay crisis de espiritualidad. Solo la caridad puede transformar el presente y preparar la mañanera aparición de la justicia”.

La fuerza creadora de estos humanistas de espíritu, símbolos de virtud, sin obviar que el hombre como un ser dinámico atraviesa procesos  diversos en el horizonte de la vida, transita entre incertidumbres y certezas;  tienen su anclaje  en la cultura en donde se concretiza el hacer del hombre,   y que en la actualidad tenemos la máxima representación en nuestro galardonado poeta barquisimetano Rafael Cadenas, un ser de profunda  honradez,  sencillez  y sensibilidad humana.

 

Humanistas de la Cultura

Las convergencias entre estos intelectuales que están en  la historia de Mario Briceño Iragorry,  y  que  no solo se hicieron de una cultura sino a su vez labraron una cultura, hacen  del  pensamiento de  estos humanistas aportaciones significativas en el campo de la Historia, la Educación, las Letras, la Política, dentro y fuera de la sociedad venezolana.

Ampliaron horizontes, en tanto crearon  desde sus propios caminos y en interconexión intelectual nuevas perspectivas en el marco de la comprensión histórica y conciencia histórica, y “una conciencia verdaderamente histórica” -bajo la concepción hermenéutica gadameriana-  “aporta siempre su propio presente, y lo hace viéndose tanto a sí misma como a lo históricamente otro en sus verdaderas relaciones…es consciente de su propia alteridad y por eso destaca  el horizonte de la tradición respecto al suyo propio…” (Gadamer, 1996, p. p. 376-377). Esto implica un proceso  de comprensión que no se queda en los límites del  pasado sino que  “se recupera en el propio horizonte comprensivo del presente” (Ibídem., p.377).

En el camino de estos intelectuales humanistas, marcada por una sociedad de tradición que  les tocó experimentar y asumir con conciencia y responsabilidad  el régimen gomecista, la estructuración de un sistema político democrático liberal,  luego de la muerte del dictador,  los cambios que se gestaban con la entrada de la modernización y el influjo de la industria petrolera, entre otras sucesivas circunstancias políticas y sociales;  se configuró la vida de estos pensadores, quienes  pusieron empeño en fomentar la cultura intelectual de la época.

Mario Briceño Iragorry,  junto a Mariano Picón Salas, comprometidos  con la realidad nacionalista, mantuvieron como tema recurrente en sus discursos ensayísticos y epistolares, la exaltación de su lugar de origen, la reconstrucción de la historia desde  la búsqueda permanente de una mayor interpretación de los hechos vividos, la percepción y defensa  al problema de la tradición venezolana, concebida como la preservación cultural de los rasgos definitorios del estado social venezolano frente a los cambios e implicaciones en el proceso  transformador de  la era del modernismo.

Estos aspectos fueron percibidos por ambos intelectuales con  profunda reflexión; con una percepción más expansiva  y determinación política en Picón Salas al censurar el fracaso del régimen gomecista que ocasionó una   paralización y retraso  social, económico-político; y asumir frente al gobierno de Eleazar López Contreras (1936) una actitud esperanzadora:

Ahora, a la muerte del tirano, otra vuelta del destino: la riqueza petrolera que nos hacía crecer y progresar aún contra nosotros mismos, la ruptura del antiguo cuadro estático de nuestras viejas clases sociales, aseguraba un cambio más hondo que el que siguió a la caída de los Monagas, de Guzmán Blanco, de Cipriano Castro…[2].

Estas  marcas de optimismo en los primeros años postgomecistas variaron a una visión de mayor prudencia luego de la Segunda Guerra Mundial y con la consolidación industrial de la década de los 50s, que lo lleva a advertir  los peligros  frente a los cuales la voluntad  del pueblo y el Estado debían asumir, ya que “aguardar pasivamente las corrientes foráneas que modificarán nuestro estilo de vida, sin que haya en los venezolanos un impulso de planteamiento histórico, parece sumamente peligroso”[3]. Picón Salas ofrece una historia marcada por  una visión hacia el pasado y una confrontación de su presente.

El pensamiento crítico más conservador e idealista de Briceño Iragorry percibía  con temeridad los peligros  de la modernización política, social y económica, por considerar en nuestro contexto poblacional una conciencia histórica frágil  ante la penetración de la cultura estadounidense. De allí, la llamada “crisis de pueblo” establecida en su ensayo Mensaje sin Destino (1951), donde expresa la preocupación por buscar  “…en nosotros mismos los legítimos valores que pueden alimentar las ansias naturales de progreso” (Briceño Iragorry, 2004, “Prólogo”, p. XXI). La clara concepción y  lenguaje etnográfico  en Alegría de la Tierra (1952) sobre el devorado  país rural y su agricultura quebrantada por la penetración industrial, en una visión un tanto idealizada del pasado colonial hispano. Discurso narrativo de concepción ontoaxiológico, en tanto promueve no solo la visión histórica, sino también moral y político, configura la necesidad de valorar la tradición e identidad de la nación frente al  reinante contexto ideológico e histórico de la modernización venezolana dinamizada en la primera mitad del siglo XX.

Desde la perspectiva histórica, ambos escritores sostienen la concepción del  carácter dinámico de la tradición; Picón Salas en Suma de Venezuela dice: “…toda tradición ‘deviene’; es el valor del pasado que mira con nuevos ojos y aplica a nuevas necesidades cada generación”[4]. Esto concibe un pensamiento progresista significativo que desmonta la paradójica dialéctica entre el progreso y la tradición; pues su verdadero asiento se encuentra en el elevado nivel de conciencia social e histórica de los valores que conforman el sustrato venezolano.

La  contribución de Mariano Picón Salas a la educación y desarrollo cultural del país se destaca al regreso a la patria en 1936, cuando funda el Instituto Pedagógico de Caracas, la Revista Nacional de Cultura (1938), crea la Facultad de Filosofía y Arte de la Universidad de Caracas (1946), desempeñándose como Decano en su periodo fundacional; asimismo fue creador del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (INCIBA) y dirigió  el Papel Literario de El Nacional (1952-1954). Ilustrado escritor, con predominio ensayístico entre los que se destaca: Viaje al amanecer (1943), obra de carácter autobiográfico, que refleja una imagen del paisaje y entorno natural de  Mérida de comienzos del  siglo XX; Regreso de tres mundos (1959); De la conquista a la independencia (1944); Crisis, cambio, tradición: ensayos sobre la forma de nuestra cultura (1955); Comprensión de Venezuela (1949); Suma de Venezuela (1966). Prologó la primera edición del libro  Casa León y su tiempo de Mario Briceño Iragorry (1950). Recibió el Premio Nacional de Literatura en 1954.

[1] Briceño Iragorry, Mario. “Bello, maestro de civismo”. Discurso de Orden en el acto académico en memoria de Don Andrés Bello, el día 4 de abril de 1952, realizado en la Universidad de Los Andes. En Mérida la Hermética (1997),  p.340.

[2]  Picón Salas, Mariano. “Regreso de tres mundos” (1959). En Autobiografías, p. 241.

[3]  Picón Salas, Mariano. “Tradición y voluntad histórica” (1952). En Suma de Venezuela, p. 218

[4]  Picón Salas, Mariano.  “Tradición” (1950),  En Suma de Venezuela, p. 212

 

Referencias Bibliográficas

Briceño Iragorry, Mario. (1997). Mi infancia y mi pueblo. Trujillo, Venezuela: Comisión Regional-Trujillo, Año Centenario del Natalicio de MBI.

—————— (1942). El Caballo de Ledesma. Caracas: Elite.

—————— (2004) Mensaje sin destino. Caracas: Monte Ávila Editores

Gadamer, Hans- Georg. (1996) Verdad y Método. Fundamentos de una Hermenéutica Filosófica. Salamanca, España: Sígueme.

Picón Salas, Mariano. (1976). Comprensión de Venezuela. Caracas: Monte Ávila.

 

 

 

 

 

 

 

 

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