MARIO BRICEÑO IRAGORRY EN “EL OBSERVADOR” | Por: Alí Medina Machado

Homenaje de recuerdo a su memoria esclarecida en el LXVI aniversario de su fallecimiento en Caracas el 6 de junio de 1958.

 

“El Observador” fue un periódico escolar del Liceo “Cristóbal Mendoza”, editado entre los años 1958 y 1960, aproximadamente, en Trujillo. En una época difícil pero hermosa, de advenimiento de la democracia en el país, luego de una dictadura. Periódico bien dirigido y escrito por profesores y estudiantes. Particularmente combativo desde el lenguaje bien manejado y solvente, como que había preparación y juicio en sus hacedores. Este vocero estudiantil es uno de los patrimonios que dejó esta institución tan cargada de historia y realizaciones en el largo lapso de sus casi doscientos años de existencia.

Se lee su contenido y es bueno en lo meramente informativo y en su opinión hecha en artículos de profesores como Manuel Bermúdez, Félix Martín Laouchez, Alberto Saldivia, Hugo Santos, y estudiantes como Gustavo Barroeta, Manuel Rachadell, José Elías Rivera, Marcos Marín U., R. Sánchez Palomares, Josefa Urdaneta, Tarcila y Asunta Briceño, Liria Castellanos, Rafael Rivas Sarmiento, Tulio Núñez Perdomo, Manuel Salvador Cedeño. Había una gran estimativa por la institución y su entorno. Fue una buena época para la cultura trujillana, pues estaba al frente de la Gobernación el Dr. Mario Briceño Perozo, notable intelectual consciente de sus altas responsabilidades a las que dio respuestas muy acertadas.

El año 1958 fue de alegrías y tristezas para el estudiantado mendocino, si   ponemos esa afectividad a funcionar alrededor de una persona muy significativo para el país y el estado de ese tiempo. Hablamos del Dr. Mario Briceño Iragorry, hombre democrático en estado extremo como lo había demostrado por sus largas actuaciones públicas en su vida dada a la intelectual y a la moral ciudadana. La Patria en su mejor concepto vivía en su memoria y en su corazón. Su razón intelectual y su inteligencia están representadas en sus obras, todas valiosas y dignas, constructivas de venezolanidad. En las páginas de sus libros se encuentra el concepto del mejor país posible, el que era y es aún soñado por los venezolanos. Allí se retrata fielmente una realidad histórica en todos los signos posibles: la historia como fuerza, como medio efectivo “para la formación del pueblo”. La historia como una relación armoniosa entre el hombre y el suelo. Briceño Iragorry fue un insigne forjador de venezolanidad.

En varios números del periódico “El Observador”, aparece entonces, cómo no había de aparecer, el nombre de Don Mario Briceño Iragorry. Al Liceo   le tocó recibirlo en vida en mayo de ese año 1958. Y entonces lo recibió y atendió con gallardía y solidaridad en su honrosa visita de ese mes. Don Mario que había transitado físicamente por los predios del antiguo Colegio Federal, en su juventud como estudiante, y luego, ya con nombre nacional reconocido vino en varias oportunidades a sus espacios, esencialmente en los días finales de 1934 cuando se le invitó como orador de orden en el acto celebrativo del Centenario de la Institución. Pero muchos años después, en 1958, a escasos días del regreso de su largo exilio, en su visita a la tierra de “María Santísima”, a su Trujillo entrañable y familiar, honró al Liceo con una visita que le hizo. Allí compartió con profesores y estudiantes y demás personal, algo que fue un reencuentro con los ancestros de su propia memoria, una descarga profunda de su espiritualidad, un volver a vivir su juventud. Qué momento tan grato para todos. “La presencia de Don Mario”, editorializó el periódico con palabras del profesor Manuel Bermúdez. He aquí un fragmento de lo escrito: “Porque sabemos que la personalidad de roca andina de Don Mario es seguro dique contra los enemigos de la justicia y de la libertad y generoso tinajero de limpias y sabrosas aguas para el pueblo, estamos con él. Y nos regocijamos por su nuevo encuentro con su pueblo. Hasta la misma anatomía del paisaje se ha vestido de esperanza con su llegada. Y no podía ser de otra manera cuando se trata de un ilustre Capitán de la Democracia” (No. 4: p.1)

Ya días antes, el estudiante de Humanidades Gustavo Barroeta había publicado en “El Observador”, un ajustado artículo sobre tan esclarecido hombre de la democracia y la libertad. Era un reconocimiento a sus valores de hombre integral y digno, merecedor de elogio y la consideración, ganador del tributo como escribe el joven Barroeta en su artículo: “Muy pronto se incorporará un hombre a las luchas democráticas de nuestro país. No, está mal dicho. Tiene mucho tiempo de estar incorporado. Hay que decir que vendrá del exilio a dar calor con su pluma que es ardiente llama, al crisol de la paz y las libertades, de las libertades y la paz” (No. 2: p.6). Don Mario despertaba un gran fervor en la juventud de ese tiempo como un auténtico paradigma por su posición nacionalista. Y así se observaba el ánimo del estudiantado liceísta que había respondido entusiasmado ante la presencia de aquel militante de la libertad bien entendida.

Pero, la dicha de contar con aquel ciudadano para la incruenta jornada de la reconstrucción del país fue cortada por una noticia inesperada: Don Mario acaba de morir súbitamente en la ciudad de Caracas. El dolor ronda entonces por doquier y las voces se apagan ante la desgracia. En el Liceo todo es dolor y abatimiento. Se idean homenajes, uno de ellos, la publicación de un número del periódico “El Observador” dedicado a Don Mario Briceño Iragorry, como homenaje imperecedero. Así se forjó el número 8 del vocero que apareció el sábado 7 de junio de 1958, con un variado material alusivo a tan ilustrado personaje. “Murió Don Mario”, fue el título del editorial de primera página escrito por el Profesor Manuel Bermúdez. “A pesar, comienza diciendo…A pesar del aplauso del estudiante que le admira y le venera; los Molinos de la Muerte nos arrebataron al Caballero de la Democracia en el momento que más lo necesitábamos”. Luego refiere el valor de Don Mario para encarnar la ausencia de aquel otro hombre excepcional que fue Andrés Eloy Blanco. Don Mario venía a cumplir el objetivo orientador que la tiranía había acallado al pueblo.

Él venía a cumplir esa misión, pero la muerte atravesó su sino e impidió el mandato con la consabida desilusión que ahora se expande en todos los lugares nacionales.

Al final de escrito, dice el Profesor Bermúdez: “Ahora la palabra buceadora de verdades en el mar sin fondo del pasado y baquiana de caminos en el horizonte del futuro está muda. Pero Juan Bimba, el Pueblo, el mismo que comprendió las sabias lecciones de su padre Andrés Eloy, sabe que los esfuerzos de Don Mario, quizás los que lo llevaron a la tumba, no se han perdido. Porque su semilla, germen de luz y de vida, cayó en sus entrañas prolíficas donde nada muere”. (Ídem.)

En los espacios restantes de la primera página aparece una nota que habla de la reciente visita al Liceo hecha por Don Mario y la reseña de algunas opiniones de personajes trujillanos sobre la muerte del notable historiador, entre ellos Ortelio Urrecheaga, Manuel Andara Olivar, Alirio Lomelli, Hugo Santos y Servio Tulio León. Todos ellos coinciden en exaltar las virtudes y el humanismo del personaje, y la pérdida que significa su muerte para el país nacional y para Trujillo en particular, Ya que, dijeron: “Tal vez haya sido Don Mario el trujillano que mejor representó la bondad y la virtud de Don Cristóbal Mendoza, como hombre de altura intelectual”.

Las cinco restantes páginas del periódico recogen diversos asuntos escritos sobre el ciudadano desaparecido. El Acuerdo de Duelo emitido por la Gobernación del Estado, de tres amplios considerandos. En el primero anuncia el sensible fallecimiento en Caracas; en el segundo sintetiza la condición trujillana de aquel ser sobresaliente y “su ejemplar vocación de venezolano”, y en tercero su trayectoria dentro de las letras nacionales y su brillante desempeño público “hasta poner muy en alto el nombre de la República”. Luego, declara duelo público por tres días en todo el Estado, la presencia del Gobernador en las exequias y otros tributos a su honra como ciudadano. Aparece también un artículo de opinión del Profesor Félix Martín Laouchez, intitulado “La visión histórica de Don Mario”. Una página inédita de Don Mario con el nombre de “Para un Álbum”, escrita en su edad juvenil, con nota inicial de la redacción: “Manos generosas y amigas del notable escritor, nos brindan la oportunidad de ofrecer a nuestros lectores una página inédita de Don Mario, escrita en sus años juveniles”. El romántico escrito dedicado a Carmen, data del 6 de junio de 1917.

Vemos en el periódico un artículo encabezado: “Don Mario, el Trujillano·, debido a la novel pluma del estudiante del Liceo José Elías Rivera Oviedo, (tempranamente desaparecido). Cierra su trabajo con el siguiente párrafo: “Su labor de político, periodista, ensayista e historiador lo hacen una de las más grandes figuras americanas. Ha muerto Don Mario Briceño Iragorry; desaparece su materia, pero su alma vive y tremola en el mundo a través de su vida y su obra.” (p. 5).

El Consejo de Redacción del periódico conformado por “Alumnos del Liceo Cristóbal Mendoza”, que así aparecía en el logo identificador del mismo, quiso incluir en aquel número especial la voz dolida de personajes de la ciudad. Vemos que aparecen en la página 4 dos interesantes artículos escritos respectivamente por Humberto González Albano (médico) y José Armenio Núñez (periodista). El primero “Ante la muerte de Don Mario Briceño Iragorry” constituye una bien escrita elegía al notable hombre sobre el que sostiene que: “Será el talento consciente y la pluma ecuánime de los mejores entendidos, quienes podrán contar y cantar con entera propiedad y probidad sobre la extensa labor literaria, democrática. Civilista y libertario de este egregio trujillano de la más pura cepa, de este maestro de juventudes, de este gran paladín de la unidad democrática nacional, de este recio compatriota, de este venezolano íntegro”. Como vemos el autor hace uso de una figura literaria para hilar un breve tapiz cualitativo de aquel destacado venezolano

El otro artículo “Ha muerto un hijo ilustre de Trujillo: Dos pasajes de su digna Personalidad” es obra de un activo periodista y cronista de esos años, Don Armenio Núñez, quien da inicio a su escrito con la siguiente aseveración: “Hay infinidad de palabras con que hacerle el debido reconocimiento a la dignidad de los hombres ilustres, pero ningunas llegan más directas que cuando con justicia se recuerdan los hechos más preciados de su personalidad, porque esas acciones son inexorables y enaltecen más a los pueblos. La sorpresiva muerte de Don Mario Briceño Iragorry, acaecida ayer en Caracas, constituye hoy más que nunca, un rudo golpe para la República, y muy particularmente para Trujillo, que fue su cuna y su tierra amada”.

Finalmente, en la página 6 del periódico aparece reseñado un breve conjunto de “Anécdotas de Don Mario Briceño Iragorry”, que así encabeza la nota. Allí se juntan varias muestras del rico anecdotario del historiador, todas sucedidas en su estado natal, desde su edad escolar cuando quiso ser humillado por uno de sus preceptores y la dura queja de su madre; sobre su indirecta influencia en el nombre de pila de Mario Briceño Perozo; una anécdota de su militancia política en el P.D.V. de Medina Angarita; una en la Imprenta del estado con S. Joaquín Delgado; otra sobre “el presentimiento de la muerte” y otra final en un homenaje que le hizo el Rotary Club de Trujillo.

En síntesis, se nos ocurre decir que históricamente en el tiempo Trujillo se rebosa de historias referidas a Don Mario Briceño Iragorry. Que lo trata en muchas versiones y en diversas circunstancias; estando él de cuerpo presente o no estando como sucedió en varias ocasiones, pero siempre con la autenticidad y la sinceridad en la causa que dio origen al encuentro fuera ésta de tinte académico o familiar; político o cultural; literario o testimonial. Don Mario siempre respondió con creces al llamado de la tierra, con la expresión de sus sentimientos, y con la expresión vertida por muchos personajes de la vida trujillana que sintieron el orgullo de ser sus conterráneos y que lo tributaban con la amistad más profunda.

Con ese criterio de reconocimiento y amistad por el maestro insigne respondió la directiva del periódico El OBSERVADOR del “Liceo Cristóbal Mendoza” en aquel momento dramático y dolorosa de junio de 1958. La edición del periódico en su homenaje terminó de soldar para siempre la hermandad entre el instituto y el grande hombre.

El nombre ínclito de Don Mario Briceño Iragorry palpita en el infinito de esta gran casa de estudios secundarios en Trujillo. Sobre el granito de sus pisos permanece la huella de sus pasos, y los muros y paredes del instituto guardan el eco de sus palabras que tanto emocionaron el corazón de los jóvenes que allí asombrados y expectantes escucharon con alborozo su discurso.

 

 

 

 

 

 

 

 

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