MARIO BRICEÑO IRAGORRY: CONCIENCIA HISTÓRICA, REFLEXIVA, CONCIENCIA DIVINA Y TRADICIÓN (y II) | Libertad León González

 

Libertad León González

La obra de Mario Briceño Iragorry nos permite recordar la noción de conciencia del sujeto kantiano desde el “yo pienso”, la conciencia como: “el principio creador de la realidad […]  manifiesta al interior del hombre.” (Abbagnano, 1997, p.203) de la filosofía de Bergson, o la voz de la conciencia heideggeriana: “como una relación intrínseca del ‘ser-ahí’ del hombre.” (óp. cit., p.206). Con la obra de Don Mario podemos repensar la filosofía de la sospecha de Paul Ricoeur (1913-2005) inspirada en las filosofías de Marx, Nietzsche y Freud. La atestación con su contraparte en la sospecha ante cualquier discurso que se nos presente y en estos tiempos, ante la supremacía de la imagen como efervescencia banal de la actual era digital.

Los jóvenes han de sospechar de la infinita información que les ofrecen las plataformas digitales; pensamos en la des-humanización del hombre en contraposición al reconocimiento como necesidad de valorarnos y solidarizarnos mutuamente entre seres humanos.  Proponemos, desde la hermenéutica, la “lectura que escucha entre el escribir y comprender” (Peretti, 1998, p.146), solo si leemos con atención alcanzamos la comprensión y de allí el necesario hallazgo de la escritura como procedimiento elaborado del pensamiento. Propugnamos el valor infinito de la escritura preservada en cada libro como diseminación del universo de las palabras. ¿Quiénes pretendemos ser si no procuramos despertar nuestra conciencia reflexiva a través del lenguaje[1]? Esa conciencia que nos permite reconocer que ‘yo soy’ y ‘yo sé’, que poseo un habla, un lenguaje para dialogar conmigo mismo y con mis semejantes. La continua dialogicidad entre ambos: yo[2]-tú, texto-lector. En términos de Gadamer: “el diálogo que somos”. En términos de Ricoeur “la identidad narrativa”.[3] En Mario Briceño Iragorry la conciencia histórica y reflexiva se unen a la fuerza moral de la religión para que el edificio de la ética perdure. Esto significa: “La intensidad de la vida espiritual y consiguientemente de todas sus virtudes anexas” (Biceño Iragorry, 1925, p.212), la llamará superconsciencia o conciencia divina. Y en este sentido, Nereida Parada lo manifiesta como: “la Historia como patrimonio moral de una nación” y en consecuencia “el sustrato ético o fuerza espiritual del individuo.” (Parada, 1997, p. 219).

Domingo Miliani (1934-2002), escritor trujillano muy cercano a la vida académica de Mérida, mecenas del legado de Don Mario, expresa la ausencia de la conciencia histórica de la población de Venezuela cuando dice:

Se ha cultivado el hábito del olvido. Se vive una cotidianidad desligada del ayer inmediato o levemente remoto. El día a día genera indiferencia total. La memoria colectiva, además de mala, es a-histórica. Y la amnesia es una fuente propicia a la pasividad o el conformismo. (Miliani, 2011, p.2).

 

Fijemos la conciencia histórica y reflexiva como impulsos continuos del mensaje de Don Mario a todo lo largo y ancho de su producción discursiva y ensayística. Si las sociedades trascienden gracias al avance de modelos económicos, políticos, científicos y tecnológicos ha de prevalecer también el cultivo elevado del pensamiento y la acción del hombre con un sentido, fundamentalmente ético. Tal es la premisa que en toda la obra de Don Mario Briceño Iragorry se impone en el hombre de condición humilde o aventajada para los cánones sociales de cualquier época, pero que en el fondo solo importa la estatura de su espíritu en consonancia con la relación identitaria de su entorno y el reconocimiento de su realidad para contribuir a abrirse a un mejor futuro. Sus mensajes dirigidos a cautivar el espíritu de los lectores jóvenes y adultos, contienen la sabiduría que como padres o maestros queremos contagiar en nuestra descendencia. El gran filósofo contemporáneo José Antonio Marina hablará de la necesidad de promover en las escuelas, en los liceos y en las universidades un nuevo humanismo que enfrente las nuevas tecnologías porque: “los sistemas de inteligencia artificial pueden saber más de tus preferencias que tú mismo.” (Marina, El País, agosto 24, 2023). El pensamiento de Don Mario Briceño Iragorry está blindado de ideas, de esfuerzos, pero sobre todo de tradición, de conciencia histórica y reflexiva, de conciencia divina, de venezolanidad, de esperanzas para abrir y ampliar ese camino cada día.

En una sociedad como la nuestra necesitamos volver al mensaje de la escritura briceñiana. El hombre ante las adversidades, acechado por el miedo tiene en el ensayo de Don Mario: “Palabras para consolar a un cobarde” (1956) sentencias fundamentales:

El miedo es inconsciente. El valor es reflexivo. […]Cuando la iluminación del espíritu llega a desterrar el temblor del miedo, para robustecer, en cambio, el área del deber, entonces el miedo puede llegar a ser un factor útil. […]. ((Briceño Iragorry, 1956, p.8-10).

Es decir, hace falta despertar a una conciencia reflexiva hacia la búsqueda de nuevas oportunidades. A tal punto Don Mario increpa al lector: “el tuyo es un caso corriente de salvación histórica. Atrévete y verás.” (óp. cit., p.20). Como si una línea fina y profunda entre el valor y el miedo separara el destino de cualquier hombre que se detenga a pensar en sus limitaciones, muchas veces producto de sus fantasías y se coloca en desventaja consigo mismo para enfrentar el mundo.

 

Finis (Fin)

Las sandalias del esclavo filósofo pasaron por la vida sin ruido,

dejando sólo tras sí un gran tesoro de serenidad y silencio.

Mario Briceño Iragorry, “La ruta de Epicteto”, 1921

 

La vigencia del pensamiento de Don Mario es irrefutable. El acto de lectura de su obra se ofrece como: “posibilidad de ser reinterpretada de maneras siempre nuevas en contextos históricos siempre diferentes.” (Ricoeur, 1989, p.50). En seducir al lector hacia el territorio infranqueable del valor supremo del hombre que convive consigo mismo y sus semejantes bajo el firme propósito moral de labrar su historia personal y contribuir con su ejemplo a redimir los destinos de la patria. En El caballo de Ledesma nos dice el maestro: “Hay crisis de virtudes. Y las virtudes políticas son prolongación de esas modestísimas virtudes que crecen al amor del hogar, sobre el limpio mantel, en torno al cual se congrega la familia.” (Briceño Iragorry, p. 330). Evocamos, finalmente, la siguiente sentencia aleccionadora de Domingo Miliani:

Andamos como náufragos en medio de un gran desconcierto y un gran miedo. Valdría interrogar a las figuras protagónicas que monopolizan el liderazgo político para saber si serán aún capaces de producir un cuerpo de ideas coherentes que sirvan de itinerario seguro al descoyuntado país construido sobre la improvisación y la que Briceño Iragorry llamó “democracia de asalto” o don Julio Garmendia, más lapidario y sutil, designaba en voz baja con el sobrenombre de “mediocracia representativa”. (Miliani, óp.cit., p. 13).

Las mejores armas, en todo caso, para el bien del hombre, la familia y la sociedad, sea el ejercicio de las virtudes, el conocimiento de nuestro pasado, el cultivo del pensamiento que eleve el espíritu para la acción y coloque a salvo la condición humana.

 

 

Bibliografía:

– Briceño Iragorry, Mario (1991). Obras Completas, Tomos I, IV, V, VIII, XIV, Caracas, Ediciones del Congreso de la República.

– Cardozo, Arturo (1965). Proceso de la Historia de los Andes, caracas, Biblioteca de autores y temas tachirenses.

– Miliani, Domingo (2011). El mal de pensar y otros ensayos, Compilador Rafael A. Rivas D., Mérida, Publicaciones del Vicerrectorado Académico de la Universidad de Los Andes.

– Parada, Nereida (1991). “Mario Briceño-Iragorry. La educación y la formación de llos valores de la venezolanidad”, En: Presencia y crítica de Mario Briceño Iragorry, Caracas, Fundación Mario Briceño Iragorry y Comisión Presidencial para el centenario del nacimiento de Mario Briceño Iragorry, pp. 215-226.

– Requena, Isidoro (1997). “Historia y sociedad en Briceño-Iragorry”, En: Presencia y crítica de Mario Briceño Iragorry, Caracas, Fundación Mario Briceño Iragorry y Comisión Presidencial para el centenario del nacimiento de Mario Briceño Iragorry, pp.29-38).

– Ricoeur, Paul (1985). “La persona: desarrollo moral y político”, En: Revista de Occidente, N° 167 (abril 1965), pp.129-142.

 

 

 

[1] “El lenguaje es, en este sentido postmetafísico, lo definitorio en el ser humano. Y lo es sólo en la medida en que es el patrón de nuestra actividad de expresión de cierta forma de ser en el mundo, la que corresponde a la conciencia reflexiva que sólo puede operar en un desplegamiento contrastivo respecto al trasfondo lingüístico que nunca se puede dominar por completo, pues siempre lo significativo escapa a los intentos de mera representación racional, y que al mismo tiempo está siempre reconfigurándose por la actividad articuladora del intérprete.” (Pablo Lazo Briones: “Diálogo”, p. 159, En: Diccionario de la existencia, Ciudad de México, Anthropos, 2006).

[2] “Lo que llamamos «el yo» en una clara resonancia moderna, la persona entendida como portadora de habla, de derechos, de aptitudes y capacidades autorreferenciales, tales como la capacidad evaluadora y re evaluadora del mundo o la capacidad de reflexión sobre la vida emocional, tiene que ver así, podemos decir en inspiración hegeliana, con un espacio ético en donde la propia identidad sólo se gana en relación con otras identidades, relación que siempre se establece en términos de encuentro u oposición dialógica.” (Ibíd).

[3] Para Ricoeur: “Decir la identidad narrativa de un individuo o de una comunidad es responder a la cuestión ¿Quién ha hecho tal acción?” (Ricoeur, 1985, p.355).

 

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