María Ignacia La Bastida Vetancourt, “La Castellana de San Francisco” / Por Oswaldo Manrique

Sentido de Historia

 

 

 

Demostró ser una Provincialista y Republicana a carta cabal, una Heroína del Bomboy. Cuando titulamos lo de “La Castellana de San Francisco”, es porque una pariente de esta matrona la aclamó así, lo que mueve el interés a conocer su historia de vida. Para los diccionarios de lengua española esa expresión desde tiempos medievales significa: señora o dueña de un castillo o de una ostentosa mansión.

 

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Su madre Asunción, nerviosa y preocupada, ordenaba a las mujeres que estuviera todo en orden. Esperan la llegada del “Niño” Ricardo, quien estudiaba en el Seminario de Mérida.

Se alegraron todos, al verlo pasar el puentecillo de la hacienda. Lo reciben en los escalones. Cuando se va a bajar de la mula, Francisco su padre y dos peones tuvieron que ayudarlo y llevarlo en brazos, hasta el interior de la casa. Lo sentaron en el gran salón, sin embargo, la expresión de alegría de ver a la familia esperándolo, lo entusiasmó y al estar sosegada su fina y blanca cara, les dijo, como si no hubiese pasado nada:

En 1812, estudiando en el Seminario de Mérida, ocurrió un terremoto y Ricardo <<se rompió una pierna que por vida le recordó aquel aciago día y lo hizo llamar por amigos y enemigos el «Cojo La Bastida» >> (Dávila, 151). Su interés era continuar sus estudios y seguir siendo el centro animador de aquella familia, ahora con un nuevo aspecto: ser cojo. Esta sería la primera de las angustias y vicisitudes vividas, que fueron generadas por su hermano Ricardo, <<gran patricio, el meritorio Magistrado e insigne humanista>> (La Riva, 150), el apasionado mendocino republicano.

 

La vieja y atractiva casona colonial de “San Francisco”, en Mendoza del Bomboy, tierra de Patricios

 

En un fértil valle atravesado por el río Bomboy, entre Valera y La Puerta existe un histórico poblado, al cual se llega por el antiguo camino real, denominado Mendoza, <<cuna de patricios trujillanos que dieron lustre a esta Patria>> (Contreras, 202); anteriormente, se le denominaba “San Antonio de los Timotes”.

La mejor descripción del lugar, en aquella vieja época, no las dejó doña Ana Hernández Bello de Tejera, descendiente de doña Nacha, quien escribió: << aquellas lomas vestidas de musgo y de follaje en las laderas, que semejan nacimientos pascuales… una temperatura deliciosa y por su agua fría y saludable, el preferido de la familia lacustre. Rodeado de haciendas, cuyos terratenientes fueron, en su mayor parte, los Briceños y Labastidas>> (Contreras, 202), a estas estirpes pertenece doña Nacha. Allí, nació y vivió nuestra personaje, <<La Castellana de San Francisco>>.

Entre la Cañada de Mendoza y el viejo sitio indígena de Guaná, cerca de la posesión de San Pablo de Bomboy, se encuentran los sembradíos y potreros de la “Hacienda San Francisco”, en cuyo centro se halla una muy antigua casona colonial. Ana Hernández Bello de Tejera, la retrató así: <<San Francisco: con sus vetustas ventanas y su corredor con verjas mirando al camino real en ademán piadoso para el caminante. Con sus árboles frutales, y su huerta siempre florecida, sus extensos y bajos corredores, en uno de cuyos ángulos se desgrana la mazorca de maíz, se ventea el café, se limpia el tártago, bajo la vigilancia de la vieja mulata encuclillada en el quicio de la talanquera, con su inseparable tabaco, cuya candela va hacia dentro de la boca>> (Contreras, 203); es una edificación muy amplia y hermosa. El Valle, fue antes y después de la llegada de la invasión europea, zona de tabacales, por eso, la vieja práctica indígena de fumar tabaco.

 

¿Quién era <<La Castellana de San Francisco>>?

 

En esa casona que marcó la historia como sitio independentista, los esposos Francisco Antonio La Bastida Briceño, conocido como <<El Provincialista>>, Alcalde, Teniente de Gobernador, Constituyente por La Puerta en 1811, amigo de Bolívar. La esposa: Asunción Vetancourt Uzcátegui Briceño (Vientre Bendito), nació su hija María Ignacia de los Dolores La Bastida Briceño Vetencourt, el  17 Agosto de 1804, y allí, también se crió y vivió.

La niña “Nacha”, que era como la llamaban afectivamente en la familia, era hermana de Ricardo La Bastida, su contemporáneo, su cómplice. De todos sus hermanos él era el simpático eje de la familia, el que estaba en Mérida estudiando, su mamá los reunía a todos cuando le tocaban vacaciones, y los alentaba a aprender de él, que estudiaba para cura o para letrado o para algo que esperaban de él. Unos a otros se miraban pensando que iban a tener un hermano sacerdote. Pero cuando él llegaba, era la renovada alegría en la familia había cantos, poemas, cuentos, leyendas, historias, juegos y no existía ningún tipo de distancia entre ellos, allí mismo, en la mansión de los La Bastida, donde el tema diario era la política y la guerra de independencia.

María Ignacia se enamoró de un primo carachero, de nombre: Francisco Miguel La Bastida Briceño <<del señorío de Miquía>> (Contreras, 203), hijo del prócer José Miguel Labastida Briceño, este a su vez, primo del papá de María Ignacia.

En julio de 1835, en la hacienda “San Francisco”, se dio la gran celebración, el bautizo de Concepción, la primera hija de María Ignacia y Francisco Miguel, festejo al que asistieron las más encopetadas familias del valle del Bomboy y de Trujillo. En esos tiempos, en Mendoza aun cumplía labores litúrgicas y sacramentales el recordado Padre Rosario.

Según nuestra investigación, María Ignacia con Francisco Miguel procrearon además de Concepción, a Juana (n. Mendoza, 1840); Catalina (n. Mendoza, 1844), se casó con su primo también llamado Ricardo Labastida. Francisco (n. Mendoza, 1849), quien murió célibe. Arístides (n. Mendoza, 1861), medico graduado en París, donde se casó con Isabel Rabello (Dávila, 303). Alcira, casó con Antonio Braschi. María Ignacia, casó con el Dr. Juan Nepomuceno Urdaneta, abogado, diputado y Pdte. del Gran Estado Los Andes, en 1886. Antonio María, Jesús María y Rosario Labastida Briceño.

 

Cualidades personales de su formación nobiliaria

 

Físicamente, era una mujer de rasgos hermosos, como la mayoría de las catiras de este Valle, sin embargo, destacaría por ciertas cualidades no comunes, <<de regular estatura, de talle esbelto, blanca la tez, ancha y tersa la frente, ojos negros, y con un metal de voz y pureza de lenguaje, que se adentraba, haciéndola amable y simpática al trato de las gentes, porque en aquella mujer se aunaban a los blasones heredados, la gracia y la gentileza de un espíritu fuerte y comprensivo, una gran inteligencia, el don de caridad, que es lo que constituye una verdadera aristocracia del talento y del corazón, y hacen a una mujer expectable>> (Contreras, 204); una dama que generaba interés, no solo por sus exquisitos movimientos y costumbres, sino por sus palabras, su manera de hablar y decir las cosas: en estricto castellano.

Aun en la población actual de Mendoza, se comenta que en la casona de los Labastida, se respira aire castizo, aire castellano, porque en dicha familia hablaban en idioma castellano estricto, casi a la perfección, uno que hizo gala de eso fue el profesor César Labastida, de quien el investigador Carlos Montiel, afirma, que era la única persona contemporánea, que hablaba en Trujillo, el perfecto castellano. Algunos denominan esto como castellanismo.

Existe otro dato interesante, relacionado con el denominado castellanismo, como rasgo idiomático propio del castellano, de lo que han hecho gala los Labastida: es que uno de sus integrantes, el sacerdote Francisco Labastida, precisamente escribió la obra de Gramática Lenguaje Nacional “Curso Preparatorio” y el “Curso Medio” para ejercitar <<fácilmente los niños en el conocimiento, análisis y aplicación de las partes de la oración castellana>> (Revista Pedagógica. 3ª. edición. Págs. 8 y 49. CHET. 1981); era el texto único en esta materia, con que se contaba en educación primaria a finales del siglo XIX y comienzos del XX.

 

Mujer Republicana, Provincialista y Castellana como sus padres

 

La familia Labastida, durante casi dos siglos constituyó el núcleo guía en el ideario político y económico colonial y neo republicano del Valle del Bomboy. Fue ejemplo para la sociedad trujillana, sus hombres se instituyeron como caudillos civiles, con formación jurídica y nobiliaria, toda vez, que tuvieron que salir a defender sus derechos e intereses, entre los que cuentan la defensa de Trujillo como Provincia. Sus mujeres, participaron decididamente en el movimiento independentista, y otras, en el proceso de construcción de la nueva república de Venezuela, a este último, grupo perteneció María Ignacia, también llamada “Nacha”.

Obviamente, como era costumbre durante la época colonial, las grandes celebraciones, los grandes eventos sociales, así como, las tertulias, reuniones y las conspiraciones, se realizaban en los salones de las grandes mansiones o castillos de los caudillos, es decir, se vivía una especie de privacidad amplia, en aquellos salones. Al contrario de lo que se piensa y ha escrito la historiografía, fue en este Valle, donde vivían y trabajaban los principales caudillos terratenientes, letrados, productores, comerciantes y curas, donde se decidían los pasos del movimiento independentista provincial, asimismo, fue en estas mansiones donde se reunían y tomaban decisiones.

 

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Un día de junio de 1813, cuando había cumplido 9 años de edad, fue sorprendida la familia porque en forma imprevista se presentó a visitarlos el Brigadier Bolívar, jefe del ejército libertador que venía de Colombia. Asunción lo recibió como al viejo amigo de Francisco Antonio, que era. Esta inesperada visita sorprendió los sentidos de la niña Nacha, ante sus ojos y cerquita de ella y sus hermanos pudieron conocerlo.

Cuando el matrimonio Labastida Vetencourt, sentado en la mesa comiendo con Bolívar, éste, les conversaba sobre el estado de salud de su amigo Francisco, de la familia en su totalidad, y se interesaba de la situación de la hacienda “San Francisco” y la economía de la región, tema del que era experto el padre de Nacha, quien reimpulsó la siembra de trigales y trajo las primeras matas de café al occidente del país. Asunción y Francisco bastante quebrantado de salud, le preguntaban sobre el avance de la guerra, y la preocupación por los ajusticiamientos de sus familiares de Barinas. Pese a la amistad y trato, algo de aquella cordialidad y amabilidad, sobre esta cuestión, se mantenía en reserva extrema. Don Francisco murió en octubre de este año 13, y Nacha quedó huérfana de padre.

El enorme salón de estar, tertulias y reuniones, así como sus otros salones y corredores, y el patio que parece una plaza, de la casa de la hacienda “San Francisco”, cumplía esa función proindependentista. Allí, se reunió Bolívar, con los Labastida, Briceños, Vetancourt, Hurtado de Mendoza, Pacheco, el padre Rosario, cuando llegó a tierra trujillana, y allí pernoctó la primera noche (Briceño Valero). Comenzaba así, a groso modo, a percibir Nacha su primera lección magistral sobre el trato a personalidades de la política y la guerra.

 

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Cuando asumió las riendas de la castiza hacienda “San Francisco”, se continuaron realizando las tertulias en su vivienda. Contando con el apoyo de su esposo Francisco Miguel La Bastida Briceño y Vetancourt, se involucraba en las conjuras de los godos trujillanos, que jefatura su hermano Ricardo; esas reuniones eran utilizadas para perfilar y dar forma a la Provincia y a la nueva República, tras la ruptura de Colombia, la grande.

Convocados por ella, dueña de la mansión, en el largo salón, donde se escuchaban los trucados acordes de un vals, los invitados conversaban, casi presionados por los abrumadores comentarios que se corrían en las distintas aldeas y pueblos, que la situación del país y de Trujillo era de mucha incertidumbre, al constituirse la República de Colombia, el proyecto integrador de Bolívar.

Siendo muy provincialista, excesiva defensora de su provincia, se mostró decepcionada, cuando Trujillo, la entidad autónoma, obra y creación de su padre Francisco, fue degradada a ser un simple apéndice de Maracaibo. Esto la indignó. Pero como <<Mujer de consejo, supo también del refinamiento y cultura de aquella época del patriciado trujillano, y en sus recuerdos juveniles flotaban la imagen de los Libertadores, entre los cuales habían derramado su sangre por la Patria, muchos de sus parientes y amigos>> (Contreras, 204).

Llegó un momento en que se le notó, su molestia y bajo animo, deseaba quedar sola, volver al silencio, de lo penoso para ella que se perdiera la autonomía y rango de Provincia, es decir, tirar por el suelo la creación de su papá Francisco “El Provincialista”, quien con otros próceres se sumaron a la gesta independentista, proclamando la Provincia de Trujillo. Eso, le pesaba en el alma, era algo muy penoso que la decepcionaba y la frustraba.

Algo típico de ella, se le acercó al hermano, lo tomó por un brazo y en forma decisiva lo emplazó:

Si bien, la llenó de alegría y de mayor entusiasmo por Trujillo, lo de la desintegración, no lo asimilaba muy bien.

Fueron tiempos en el que al conversar en tertulias políticas y no políticas, ella como la dama de la mansión “San Francisco”, movía con fineza sus relaciones sociales, para lograr adeptos para la causa: lograr que Trujillo retomara su condición de Provincia.

 

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En 1830, encabezado por su hermano Ricardo, surge el Movimiento Provincialista, coincidiendo con el movimiento separatista de Colombia la grande, que en ese momento se alegaba un supuesto proyecto de monarquía que ya Bolívar había rechazado. Ella se decide a colaborar con el movimiento.

Nacha, firme colaboradora, atendió esa reunión, donde se informó que se había logrado la restitución del digno lugar de Trujillo. Todos pudieron mostrar su regocijo, brindaron con jugo de cacao fresco y otros con café francisqueño; inclusive, los que estaban de acuerdo con la desintegración de la Gran Colombia y los que se oponían. Para culminar aquella conversación en forma amena, con esa seriedad de la que hacía gala y muy propia de los La Bastida se paró, agradeció la asistencia y le dio la mano cordialmente a cada uno de los presentes.

Tras la alegría, de haber reivindicado a Trujillo, vinieron unas nuevas contingencias de preocupación para ella. Ricardo, su hermano, es designado gobernador de Trujillo, cargo que le trajo problemas al tener que enfrentar levantamientos armados integracionistas, y le tocó resolverlos en forma armada, como jefe de gobierno. Se batía a tiros con los insurgentes, desde la casa de gobierno, y desde su propia casa en Trujillo.

 

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Leal a su hermano y a la República, en 1835, le llegaron noticias del estallido de la Revolución de las Reformas, movimiento cívico-militar, que apresó y deportó al Presidente civilista Dr. José María Vargas, del cual Ricardo era amigo personal. Al año siguiente, ella escucha que su hermano, se convirtió en defensor del cabecilla de esa conspiración. Cuando se presentó en la mansión “San Francisco”, conversaron. Le agregaba el letrado:

– Tenéis razón, la verdad chucuta no vale nada, solo vale lo que se expresa plenamente, eso en pedacitos, no sirve.

– ¡Uhmmmhuu Ricardo! ¿En qué te habéis metido?
– Te voy a contar todo cuanto se, no voy a encubrir nada ni a ti ni a mí mismo. Lo agarró por el brazo y lo fue llevando:

– Vamos al jardín que está solo. Ya Ricardo sabía, lo que Nacha le iba a reclamar, rápidamente con esa facilidad de experto abogado para reaccionar oportuna y lógicamente, la abordó:

– El mismo Tribunal, de oficio, me designó como defensor. En <<el caso de Pedro Carujo, se excusaron de defenderlo abogados que eran sus amigos personales y tal vez sus cómplices. Yo he defendido a un rendido, sobre quien tenía que caer el peso inexorable de la Ley>>. Nacha, lo escuchó con atención, y le dijo:

Acordáte, del primo Emigdio el septembrista, que hasta sin saber ni querer, lo culparon de querer asesinar al Libertador y él solo participó porque no quería la dictadura ¡Lo envainaron!

<<Creo que bien se me conoce en la Provincia y fuera de ella. Yo no he defendido a un amigo, sino a un reo. Las leyes aseguran al acusado el derecho a estar asistido de un defensor>> (MBI. Presencia e imagen de Trujillo). La hermana le censura:

Pero has podido rehusarte o hacerte el enfermo. Escuchó al letrado, decirle:

No Nacha, <<sin este juicio, no habría sanción, sino venganza>>, y yo estoy formado para hacer valer el derecho y la justicia.

 

No era posadera, si cristiana y solidaria con el necesitado

 

En todas las esferas sociales de Venezuela, escribió Doña Ana Hernández Bello de Tejera, <<se hizo proverbial la hospitalidad de los dueños de la hacienda “San Francisco”. Los que cruzaban la cordillera de Los Andes, pernoctaban en aquella mansión que fue el San Bernardo de Los Alpes, para el viajero amigo o desconocido, para sus sobrinos y parientes, que encontraba en aquella casa, lecho benéfico y mesa tendida ofrecida con aquella exquisita cultura y amabilidad>> (Contreras, 204); Bolívar el Libertador, fue uno de esos viajeros amigos.
Bello de Tejera, en su bonita semblanza, resume lo meritorio de esta hija de patriotas, así: << el espíritu de caridad empapó por decirlo así, la cristiana y meritoria vida de la castellana de San Francisco. Legó a sus gentiles hijas ese código divino, que ellas también practicaron>> (Contreras, 204), en efecto, esto se demostró.

Esas mismas virtudes cristianas, o <<código divino>>, de amplio desprendimiento de bienes de fortuna, se los trasmitió a sus hijas. A manera de ejemplo, en abril de 1893, cuando fue tomada la Universidad de Mérida por los militares al mando del General García Gómez, y convertida su sede en cuartel, hicieron daños, destrozos y saqueo, en apenas 24 horas de ocupación, <<La Señora María Ignacia Labastida de Urdaneta (hija de nuestro personaje), vecina de Trujillo, encontrándose de paseo en esta ciudad, me manifestó deseos de visitar el edificio todo de la Universidad; accedí gustoso, y al examinar la pieza de la clase de Anatomía, hizo el obsequio de un esqueleto articulado, en perfecto estado y de un todo completo, con piezas del cráneo de difícil adquisición>> (Boletín del Archivo Histórico. Pág. 101. Año 10. Julio-diciembre 2011, Nº 18. ULA. Mérida), informe del Rector.

 

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La rigurosa y amable personalidad de María Ignacia, llamaba la atención y hasta la admiraban los que la conocieron. Mucho queda por descubrir en la vida de esta mujer, cuyo nombre completo: María Ignacia de los Dolores La Bastida Vetancourt.

Aunque pareciera ser de exquisitos gustos, se coincide históricamente como una mujer de recia personalidad, dama de elite y sociedad de poderes reales. No encasillada desde el género, sino de avance ante la dominación patriarcal, imperial y subordinación, a asumir nuevos roles dentro de la sociedad, por eso hemos encontrado la valoración de esta castellana, quizás también castellanista, en una cosmovisión de cosas <<inconscientes e invisibles>>. Reconociéndole como luchadora libertaria firme y decisoria, si bien mucho de eso sobrepasaba nuestro personaje.

 

 

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