Por: Antonio Pérez Esclarín /pesclarin@gmail.com
A mí me convence y encanta la llave María Corina-Edmundo, y estoy convencido de que con ellos lograremos el triunfo en las elecciones de Julio. Ella es volcánica, apasionada, una verdadera lideresa que en todas las partes donde va genera entusiasmo, convoca multitudes, y hace reverdecer la esperanza y la confianza en la política y en el voto. Resulta ridículo el intento de algún connotado vocero del gobierno de .descalificar las nutridas concentraciones afirmando que son una manipulación y un montaje fotográfico, pues solo asisten a ellas cuatro gatos. Difícil tapar el sol con un dedo u ocultar la realidad con tan gruesas mentiras y envidiosas descalificaciones. Valiente y comprometida con la refundación profunda de Venezuela, María Corina no se amilana ante las amenazas, zancadillas y trampas y se crece ante las dificultades. Uno tal vez no esté de acuerdo con algunas de sus actuaciones o palabras, pero nadie le podrá negar su entereza, su astucia, su resiliencia, su pasión por Venezuela y su compromiso por un cambio profundo. Es evidente que, desde los mejores tiempos de Chávez, nadie había logrado despertar ese increíble fervor popular.
Edmundo, diplomático de carrera, muy bien formado y capaz, luce sosegado, pragmático, que no busca el protagonismo, y es muy consciente de que su aceptación viene sobre todo del apoyo de María Corina. Insiste en una propuesta de reconciliación y unidad, tan necesarias en estos momentos para avanzar hacia una gobierno de transición, que está contribuyendo a limar las asperezas de esa imagen de María Corina que algunos asociaban con la retaliación e incluso la venganza. María Corina y Edmundo se complementan y nos están brindando una oportunidad única de cambiar el rumbo del país y empezar a refundarlo con el establecimiento de una auténtica democracia, como un poema de la diversidad, con poderes autónomos, que cumplan su función, como lo establece la Constitución.: El poder electoral debe facilitar la participación, garantizar unas elecciones equitativas y justas, respetar los resultados y no recurrir a trampas. El poder judicial debe garantizar la igualdad de todos ante la ley y velar porque se haga justicia, sin persecuciones, dilaciones o argucias para retorcer la ley, exculpar a los amigos y perseguir sólo a los adversarios. El poder Moral debe mostrar una moralidad sin sombras, intransigencia ante la corrupción, la tortura, la violación de los derechos humanos y los abusos de poder. El poder militar tiene que ser fiel a su juramento de cumplir y hacer cumplir la Constitución, velar por la seguridad de nuestras fronteras, y no permitir que alguna potencia o grupo extranjero intervenga en nuestros asuntos. La democracia que debemos refundar debe contar también con instituciones eficientes, que resuelven problemas y garanticen servicios de calidad, premien el esfuerzo, combatan la miseria y la violencia, y privilegien la capacitación, la moralidad y el conocimiento sobre el amiguismo y la fidelidad politiquera.
Sigo sin entender cómo ante la gravísima situación que vivimos, hay personas de buena voluntad, honestas y trabajadoras, que se muestran escépticas y desmotivadas ante las próximas elecciones. ¿Ignoran acaso que abstenerse o votar por un candidato sin respaldo popular y posibilidades objetivas de ganar es seguir apoyando e incluso profundizando el malestar, los sufrimientos y penurias? Y todos esos minicandidatos que dicen combatir al gobierno y sólo tienen un número muy escuálido de posibles votantes, ¿no terminarán por comprender que son utilizados por el gobierno para robarle votos a la posibilidad de una transición armónica y sin violencia?
@antonioperezesclarin
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