Caracas, 21 oct (EFE).- María Corina Machado cumple su primer año como líder de la oposición en Venezuela, donde ha conducido las acciones de la principal coalición antichavista frente a multitud de obstáculos y ataques, la mayoría derribados con astucia y con estrategias que pocos vieron venir, sobre todo por el talante político demostrado antes de llegar a la cúspide.
Desde que en las primarias del 22 de octubre de 2023 recibió cerca de 2,3 millones de votos que la legitimaron como candidata presidencial de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), la exdiputada ha serpenteado el escenario político -empezando por la inhabilitación que le impidió competir en las elecciones del 28 de julio-, mientras su popularidad sigue en ascenso.
Pero nada es gratuito. Machado se enfrenta a un Estado que, con la fuerza de todas sus instituciones -controladas por funcionarios afines al chavismo-, ha actuado en su contra, pero ha sido su agilidad para dibujar nuevos escenarios lo que la ha mantenido a flote, aun a pesar de críticas, unas más veladas que otras, que buscan socavar su liderazgo.
A continuación los puntos álgidos de su año como capitana del antichavismo:
La sucesión
Machado se sometió a un proceso judicial con el objetivo de que le permitieran competir en las presidenciales, lo que terminó con la esperada ratificación de su impedimento hasta 2036, el veto más largo impuesto a un político en el país.
Con ese panorama, lejos de dinamitar la ruta electoral, como muchos pensaron que haría, la liberal levantó la mano a la filósofa Corina Yoris para que inscribiera su nombre en la carrera por la Presidencia, pero, ante la imposibilidad de concretar esta candidatura, terminó apoyando al entonces desconocido diplomático Edmundo González Urrutia.
El acompañamiento
Una vez que la oposición mayoritaria inscribió candidato presidencial -algo que no ocurría desde 2013-, Machado se convirtió en su principal valedora, encabezando actos en todo el país, en los que acumuló multitudes que ningún otro dirigente de la PUD podía arrastrar, y menos los ocho candidatos que se apuntaron para disputarle la jefatura de Estado a Nicolás Maduro.
Era la primera vez en la historia política de Venezuela que una mujer lideraba las principales mediciones de respaldo popular, a la vez que, también de manera inédita, la misma lideresa -que pasó años llamando a abstenerse y a no participar en elecciones- recorría cada pueblo pidiendo el voto por el cambio que representaba González Urrutia, cuya victoria reivindica, frente al resultado oficial, que otorgó el cuestionado triunfo a Maduro.
Las actas
Ante su desconfianza en el Consejo Nacional Electoral (CNE) -controlado por rectores afines al chavismo- y echando mano de su conocimiento sobre el sistema de votación, la antichavista sorprendió, una vez más, al Gobierno y al mundo entero cuando anunció que tenía las pruebas que sustentaban la victoria de González Urrutia, contrariando la anunciada reelección de Maduro.
Gracias a un trabajo que mantuvo en secreto, en el que participaron decenas de miles de voluntarios, Machado recabó el «83,5 % de las actas de votación» -tachadas de falsas por el Gobierno-, según las cuales la PUD obtuvo más del doble de votos que el bloque chavista, lo que dio valor a la denuncia de fraude, mientras el CNE continúa sin publicar pruebas del resultado oficial.
La consagración
El reclamo de la exdiputada, o lo que llamó su «lucha de bien contra el mal», no ha cesado, pero desde poco después de las votaciones ha mantenido oculto su paradero ante las amenazas que surgen casi a diario desde el chavismo, que la acusa de liderar planes terroristas, y en vista de la oleada de detenciones contra dirigentes de la oposición.
Aun en la clandestinidad, Machado ha recibido muestras de apoyo de todas partes del mundo o reconocimientos como el Premio Václav Havel de Derechos Humanos del Consejo de Europa «por ser defensora de la democracia», distinciones que agradece con mensajes en los que reitera que su batalla contra el chavismo -en el poder desde 1999- se mantendrá «hasta el final».
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