Hoy lunes 22 de marzo, estaría cumpliendo 98 años, Marcel Marceau, quien hizo del mimo un arte que inundó el mundo contemporáneo, por su gracia y la manera de comunicarse sin palabras, solo a través de una rica gestualidad que este artista francés, difundió con la bonhomía que le acompañó en los distintos escenarios que tuvieron el privilegio de disfrutar de su talento histriónico.
Quizá otro genio de la actuación Charlie Chaplin, fue el influjo mayor que motivó la larga carrera artística de Marceau, nacido en Estraburgo en 1923, cuyo padre, quien era cocinero pereció en los campos de concentración de Auschwitz en la Alemania nazi. Marceu inició su actuación en Inglaterra, donde perfeccionó su inglés; luego ingresó en la Escuela Nacional Superior de Arte de Limoges; inmediatamente comienza sus giras por los principales teatros parisinos y al derrumbarse el III Reich, acompañó a las tropas de ocupación francesa en Alemania, donde actuó para los soldados galos
Marceau, gracias a su valentía y dones de gran artista salvó de la muerte segura a unos 300 niños judíos condenados a ser conducidos a los hornos por las fuerzas ocupantes en Francia; él mismo a los quince años tuvo que huir junto a su familia de París ante la amenaza nazi de arrasar todo lo que despertara sospecha de tener algún nexo judío.
Pese a la presencia de las tropas nazi en su país, Marceau pudo cursar arte dramático en el teatro Sarah Benrhart, de París, institución en el que comenzó a mostrar destellos de su futuro arte en los escenarios; marchó a Londres, nación donde los nazis no habían invadido; solo después fue víctima de los terribles bombardeos de la aviación teutona.
Tras la caída de Hitler, Marceau se dedicó a propagar su magia por el mundo, hizo recorridos por los más diversos teatros; inicialmente con su escuela de pantomima de París, posteriormente con su Fundación y la comedia musical, fue conocido por todos los públicos; sus giras por América Latina, fueron apoteósicas; visitó varias veces Venezuela.
Tuve el honor de entrevistarle en Barquisimeto, antes de su presentación en el Teatro Juárez, donde maravilló a los espectadores. A propósito de la entrevista, observé a un personaje extraordinariamente sencillo, conversador, con la gracia de quien se nutre a diario de las bondades de la poesía; de una inmensa sensibilidad y paciencia; pese a la barrera idiomática la conversación fluyó a grandes trancos.
Por cierto, le pregunté por uno de sus asistentes, en Italia, el cineasta y artista chileno Alejandro Jodorosky, entonces percibí en su rostro una alegría que iluminó su mirada inteligente, tranquila, sosegada; tenía conocimiento del austral por mi amigo Dámaso Ogaz. El santiaguino Jodorosky con más de 90 años reside actualmente en París. Mencionarle a Jodorosky fue un bálsamo para Marceau que recordó la ayudantía de su amigo en sus actuaciones en los teatros italianos en las que realizaron memorables actuaciones.
Considerado el poeta del silencio, este mimo, incorporó canciones, el movimiento y el humor a través de fábulas o cuentos populares que hicieron las delicias de cada una de sus inolvidables presentaciones que cumplió a lo largo de más de sesenta años de vida artística. Un mimo inmortalizado por sus dones de pacifista, de solidario creador y sobre todo como un ser cuya vida ofrendó a pensar en que la cultura de la convivencia y la tolerancia son valores que debemos defender día tras día.
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