Manuel Isidro Molina, vislumbró el nuevo periodismo trujillano | Por: Ramón Rivasáez

En ocasión del sesquicentenario de la comarca -15 de febrero de 1970-el periodista y cronista de la ciudad, don Luis González, editó la revista “Valera”, en cuya edición especial, publicó un artículo del reconocido docente y periodista Manuel Isidro Molina, quien en un enjundioso análisis sobre el periodismo trujillano, propuso la creación de un periódico que recogiera las aspiraciones de la comunidad, que fuese el auténtico vocero de los diferentes sectores, en un deseo unánime de reivindicar e identificar las penalidades de la entidad y cómo proponer las soluciones más adecuadas a sus ingentes necesidades.

Pero quién era Manuel Isidro Molina Gavidia; para las nuevas generaciones, es relevante recordar que este valerano nació un 10 de diciembre de 1915 y falleció un 14 de julio de 1998 en la ciudad de Mérida. Manuel Isidro Molina, fue periodista en las épocas más duras, en tiempos de dictadura; en 1937 y durante Marcos Pérez Jiménez. Fundó los semanarios Marcha y Cocoliso, éste último humorístico que circuló en la década de los 50.

Molina Gavidia ejerció el periodismo en Valera en los años 50, matizado con carcelazos, persecuciones que sufría   de manera constante, a cargo de los esbirros de la SN; al final, el régimen le confinó en Caracas, hasta donde llegó a ejercer nuevamente su labor; entonces, se dedicó al estudio e ingresó a la Escuela de Comunicación Social  de la UCV. Tras egresar, fue incorporado al cuerpo docente de la escuela e hizo carrera como investigador; se dedicó el periodismo científico.

Con los años, fue presidente del Círculo de Periodismo Científico;  directivo de la extinta AVP (Asociación Venezolana de Periodistas); director del Instituto de Previsión Social del Periodista (IPSP) y en 1969, recibe el premio nacional de periodismo de Investigación.

 

La propuesta de MIMG

En el referido artículo publicado en la revista “Valera”, Molina plantea la fundación de un diario dispuesto a “Una labor constructiva, lograrlo no es fácil, pero tampoco imposible…” reconoce. Luego sentencia “Un diario juega en la vida de una comunidad un papel comparable al desempeñado por una gran escuela, un teatro, una gran fábrica, etc, la aspiración es alcanzable”.

Molina,   admitió  que  la dificultad era de orden subjetivo, porque habría que convencer a quienes tienen el capital a invertir en el proyecto, acerca de la necesidad de una empresa de esta naturaleza. Se interrogó cómo interesar a los inversores  “en la idea de la función social del periódico por encima de la apetencia de dividendos”.

“Evidentemente no bastaría en pensar en términos de bolívares y de máquinas. Es necesario pensar en el elemento humano y en las reservas morales de la gente que ama a su región”. Al final, Molina planteó un diario “en cuyas páginas trascendiera el alma y la voluntad emprendedora de esta comunidad vigorosa que sigue haciendo su camino”.

 

Ocho años después surge el DLA

La prédica, la exhortación y la aspiración genuina del investigador comunicacional, se cristalizó el 24 de agosto de, 1978 al circular por vez primera el Diario de Los Andes, novísimo medio impreso que causó un impacto cultural de primer orden no solo en la entidad trujillana sino en la región andina y el resto del país, por sus enfoques de la realidad social, económica y cultural de la Venezuela de fines de siglo XX.

Un grupo emprendedor empresarial dirigido por el economista Eladio Muchacho Unda, hizo posible el sueño esbozado durante el sesquicentenario de la pequeña urbe. El sueño no ha terminado.

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