Maestría de Literatura Latinoamericana – Trujillo, un mundo imaginario / Por: Pedro Frailán

Sentido de Historia

 

Para Alberto Villegas con mucho respeto y admiración.

“El cuarto piso sede de la Maestría de Literatura Latinoamericana de la casa Carmona, es un lugar mágico, en donde se pueden encontrar fácilmente el encanto con el misterio. Es un lugar para la literatura”.

En la conmemoración de los cincuenta años del NURR – ULA, me atrevo escribir estas líneas, que es una mirada a nuestra propia memoria. Como lo es nuestra Maestría y el Centro de Investigaciones Literarias y Lingüísticas (Mario Briceño Iragorry). Por si solo es un lugar para la literatura viva, ubicados en el antiguo Colegio Santa Ana. Al pie de la “Peña de la Virgen”. Justamente en el ambiente literario desarrollado por Joaquín Delgado en su novela “Mama Juana”, en tierra de la parroquia que le dio nacimiento a “don Laudelino Mejías”.

La vieja casona de Carmona, la parte de abajo del Monumento de La Paz, frente al Parque Los Ilustres atravesado por la quebrada de los Cedros, anteriormente el Valles de los Mucas, hoy parroquia civil y eclesiástica Chiquinquirá. Como lo dice el vals “Trujillo”, el regalo del Dr. Juan Ramón Barrios, rodeado de montañas. Cuarto piso, el olimpo de la literatura latinoamericana. Llegar hasta allá costaba mucho, además de la subida física, mantenerse y salir con el titulito no era fácil. ¡Había que echarle! En el aula de clase estábamos pendiente de las enseñanzas y como relax, nos servía el ruido de la caída de un chorro de agua de una pequeña cascada que venía de la “Peña de la Virgen”.

Como aspirantes iniciábamos un propedéutico de seis fines de semana, la jornada se iniciaba el viernes a las 8:00 am hasta 6:00 pm. Continuando el sábado de 8:00 a 12:00 m. Recuerdo los encuentros de los viernes, nos recibían los maestros Jorge Linares y Alberto Rodríguez Carucci. El primero nos hablaba de la estructura literaria preferiblemente en “Pedro Páramo” de Juan Rulfo, además nos compartía las vivencias en conferencias dictadas del autor mexicano del “Llano en Llamas”. Mientras el Dr. Carucci nos impartía sus conocimientos de la literatura fundacional. Como “El Mito de Amalicaca y la Tercera Carta de Colón” nuestro primer gran cronista. El día sábado, ciclo de conferencias de distintos temas y exponentes.

Era verdaderamente un pleno e intenso encuentro con la lectura, su interpretación y análisis de los distintos discursos que se encuentran en la literatura. Al poco tiempo nos dábamos cuenta que la literatura es la narrativa donde nos encontrábamos con: Rómulo Gallegos, Alejo Carpentier, Miguel Ángel Asturias, Arturo Uslar Pietri, los hombres del boom latinoamericano Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Adriano González León, Carlos Fuentes y tantos otros.

Mientras que en poesía el encuentro era con Rubén Darío y sus “Versos Profanos, Azul” eminente exponente del modernismo, Antonio Juan Antonio Pérez Bonalde, José Antonio Ramos Sucre, la catedral de la vanguardia Pablo Neruda, Octavio Paz, Sor Juana Inés de La Cruz, Andrés Eloy Blanco, Mario Benedetti. En el cuento Rafael Pocaterra, Horacio Quiroga, Jorge Luis Borges, Eduardo Liendo, el propio Gallegos y Uslar Pietri. En el ensayo José Enrique Rodo, Mariano Picón Salas, Mario Briceño Iragorry. Cuatro manifestaciones literarias y en ese momento es que nos dábamos cuenta que estábamos metidos en las profundidades de las palabras impresas.

¡Claro!, tomando en consideración ya como un hecho la literatura universal, en los distintos tiempos. Los tiempos culturales, los griegos comenzando por La Ilíada y La Odisea, el teatro, la oratoria, las escuelas latinas a partir del helenismo, los clásicos medievales, los modernos y el Quijote, ni se diga tenía que ser pan comido y si no, había que comérselo lo más rápido posible; la Eneida, la Divina Comedia, San Juan de la cruz y el propio Salomón en el Cantar de los Cantares y tantos y tantos.

El encuentro se daba en el cuarto piso del Núcleo Carmona hoy casa Antonio Luis Cárdenas, un ambiente espacioso de salones grandes al igual que sus pasillos, al llegar nos recibía una obra de Salvador Valero. Siempre había exposiciones continuas de pintura y escultura, organizadas por la directiva del Museo Popular Salvador Valero, Francisco Prada y Carmencita Araujo, siempre atentos con estas muestras ya que el museo quedaba dos pisos antes de la sede de la maestría.

Siempre atenta para recibirnos a todos por igual como miembros de una comunidad que percibíamos el mismo fin, como lo es el imaginario literario, la eterna utopía de esperanza y plenitud en la temporalidad; estaban en la coordinación Xiomara Linares y el profesor Douglas Bohórquez, el hombre grande de la literatura venezolana, siempre pendiente de mandar a leer: Ídolos Rotos de Manuel Díaz Rodríguez, Los Cuentos Grotescos de Rafael Pocaterra, Cubagua de Enrique Bernardo Núñez, Las Lanzas Coloradas de Uslar Pietri, Ifigenia de Teresa de la Parra. Ana Isabel una niña decente de Antonia Palacio. Mene de Ramón Díaz Sánchez y no podía faltar Doña Bárbara de Rómulo Gallegos, puro clásico venezolano y bien leído.

En la biblioteca nos atendía María Becerra, siempre atenta a prestar su servicio de una biblioteca especializada, dirigida por la cuidadora de libros, la bibliotecóloga Cecilia Vargas. En el centro una gran sala propicia para tertuliar, porque el medio lo exigía. Estaban las áreas de investigación de Literatura Latinoamérica, Venezolana y Trujillana, cada unidad con su correspondiente biblioteca.

Otro gran espacio, el Centro de Investigaciones Literarias y Lingüísticas (Mario Briceño Iragorry), donde se produce una gran revista científica “Cifra Nueva”, de muy buen nivel teórico en el mundo de la literatura, en donde Argenis cumplía el oficio de editor. En el auditorio Domingo Miliani, los grandes eventos y congresos nacionales e internacionales de Presencia y Crítica.

En ese curso preparatorio se tenía que pasar por un fin de semana de evaluaciones, exámenes, exposiciones, elaboración de ensayos, entrevistas con los maestros, incluso llegar a ese día era una hazaña, así no aprobara, era un punto de honor.

Una vez adentro venía lo bueno, lo estaban esperando Isidoro Requena, Víctor Bravo, Briceño Guerrero, el propio Rodríguez Carucci, Domingo Miliani, Jesús Enrique Zuleta, Alberto Villegas, Douglas Bohórquez, Pedro Cuartín, Carmen Virginia Carrillo, Margot Carrillo, Rafael Alfonzo, Juan José Barreto, Luis Javier Hernández, María Eugenia Urrutia, Camilo Perdomo, Antonio Vale, Aníbal Rodríguez, más los profesores invitados.

Los caminos por andar fueron la narrativa, la poesía, el cuento y el ensayo, por ahí vi pasar a: Alirio Díaz, Ednodio Quintero, Eugenio Montejo, Asdrúbal Colmenares, Adriano González León, Ana Enriqueta Terán, Ramón Palomares, Edmundo Aray, Guillermo Morón, Oscar Sambrano Urdaneta, Ángel Lombardi, Américo Gollo y más…

Sin duda que nuestra maestría pegaba fuerte en Venezuela, la ULA la tenía en tres visiones: Mérida Literatura Iberoamericana, Táchira Literatura Latinoamericana y el Caribe; Trujillo Literatura Latinoamericana. Frente a estos ambientes intelectuales, teóricos y literarios, teníamos un lugar posicionado como lo era la calidad académica de respeto y orgullo.

Tantas cosas que contar. Los años inolvidables, el país era otro, con aciertos y desaciertos. “Las líneas imaginarias se diluyen después de algún tiempo. Su valor es esporádico pues, como el arco iris, reaparecen y tienen su misma inmaterialidad. Y sin embargo siempre están allí, sobre los mapas». Graciela Montaldo. Líneas Imaginarias.

Feliz cumpleaños ULA-NURR.

 

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