Maestra María Rosario Abreu: Recuerdos y gratitud eterna para usted

DIA DEL EDUCADOR. Con este homenaje a la Maestra María Rosario Abreu, rendimos tributo a todos aquellos maestros y maestras que dedicaron sus vidas, en todos los rincones del estado Trujillo a formar y a educar a muchos hombres y mujeres que ahora estamos y estaremos por siempre agradecidos de sus enseñanzas y de la formación que nos impartieron

En 1998 Diario de los Andes el entregó la estatuilla como Trujillana del Año.

 

Hoy en el Día del Maestro, Historias de Vida, rendimos homenajear a la Maestra María Rosario Abreu, y con ella reconocer la excepcional labor que como maestros, realizaron hombres y mujeres de la talla de: Carmen Sánchez de Jelambi , José Luis Faure, María Carrasquero, las hermanas Álvarez de Lugo, María Dolores de Araujo, Lorenzo Valero, Ana Jacinta Batista, Salvadora Espinoza, Antonio Luis Siervo, Mili Díaz, Aura Salas Pisani, las hermanas Dora y Ligia Burelli Rivas, Tarcila Briceño, Carmen Peña de Moreno, Rafaela Rodríguez de Volcanes, Salvador Pérez Barroeta, Antonio Cortés Pérez, Horacio Baptista, José del Carmen Briceño, Elisa Briceño de Pineda, Esther Rosario Magi, Daniel Segura, Elena Bastidas, Chepita Paredes, Amparo Briceño, Eloísa Fonseca, María Dolores Araujo, Josefa Espinoza, María Briceño Carrasquero, Humberto Álvarez de Lugo, Alide Anselmi de Casanova, más allá, Monseñor Miguel Antoni Mejia, Don Miguel Briceño, Américo Briceño, Francisco Sánchez, William Hackett, y todos aquellos maestros y maestras que dedicaron sus vidas, en todos los rincones del estado Trujillo a formar y a educar a muchos hombres y mujeres que ahora estamos y estaremos por siempre agradecidos de sus enseñanzas y de la formación que nos impartieron.

 

Nació para educar

 

María Rosario Abreu nació para ser educadora. Antes de cumplir su mayoría de edad y ante la imposibilidad de ejercer como maestra en una escuela pública, y mediante un permiso especial, fundó la escuela Santa Rosalía, nombre escogido acatando las sugerencias de su señora madre. Desde ese momento importante, para ella y para la comunidad valerana, se dedicó con toda su alma y con todo su ser a instruir niños y niñas que con toda confianza les entregaban sus padres para que los educara y los formara. Durante sesenta y cinco años ejerció la docencia, y a fe de Dios que María Rosario Abreu cumplió con su cometido. Con la responsabilidad que la ha caracterizado y llena de un amor y respeto para cada educando, María Rosario Abreu educó y formó a miles de niños y niñas, de Valera, y de otras partes del estado Trujillo, que llegaban a ella impulsados por su merecida fama de insigne maestra.

Una pequeña casa, como incrustada entre los hoteles Haack y Martini, en la pequeña casa una pequeña sala, en la pequeña sala unos treinta o cuarenta pequeños niños, sentados en sus pequeñas sillas, todos atentos a las enseñanzas impartidas por una gran maestra. Me estoy refiriendo a la pequeña escuela Santa Rosalía, pequeña en dimensiones y en capacidad física y grande en sus logros educativos, y a su dueña y directora, María Rosario Abreu, quien fuera es una mujer extraordinaria, de grandes principios, valores y de excelsa vocación para la enseñanza. En ese recinto dela calla 10 con avenidas 9 y Bolívar, funciona el CC Cantaclaro.

 

Siempre se le vio rodeada de niños, sus alumnos fueron los hijos que no tuvo

Metodología eficaz

 

María Rosario Abreu tenía un método de enseñanza, que hoy se vería como poco ortodoxo, pero eficiente al máximo. Sus lecciones, de cualquier materia, especialmente de Moral y Cívica, Historia, Geografía, del estado Trujillo y de Venezuela, son de alguna manera inolvidables. La Aritmética la enseñaba con ejemplos prácticos y lograba, como pocos, resultados altamente positivos; sus alumnos salíamos sabiendo las cuatro operaciones básicas, quebrados y decimales, regla de tres y regla de interés, realmente enseñaba a cómo sacar cuentas sin equívocos. Además formaba a los alumnos en materia religiosa y los preparaba para la primera comunión y para las confirmaciones. Era muy exigente con los alumnos, diariamente asignaba tareas y diariamente evaluaba el cumplimiento de las obligaciones. En estas actividades las madres, especialmente, colaboraban grandemente con el cumplimiento exigido. Ninguna madre dejaba salir a sus hijos, a jugar o a divertirse, si no le tomaba la tarea y verificaba que se la sabía. Calificaba al alumno especialmente en tres áreas: Rendimiento escolar, conducta y aseo.

María Rosario siempre fue una mujer justa, jamás castigó a ningún alumno sin haber motivos para hacerlo. Cuantos y cuantas recordaran agradecidos un palmetazo dado a tiempo, o haber sido enviado a la dirección, o haberlos dejado al mediodía en la escuela, por haber tenido un comportamiento no acorde con los reglamentos establecidos. Otra forma de castigar el no haberse aprendido la lección, el no haber llevado la tarea, el no haber prestado la atención debida, o cualquier travesura, era dejando al alumno, en horas de la tarde acomodando las pequeñas sillas en un rincón del aula de clases, para que sirviera de sala, donde María Rosario, atendía sus compromisos sociales, que por lo general se relacionaban con la marcha de la escuela, recibiendo a los padres de los niños para enterarlos de las actividades de sus hijos. El éxito logrado por María Rosario Abreu como educadora, se debió al hecho de que ella involucraba directamente a los padres de los niños en la tarea de su formación integral y a la confianza que los padres le dieron siempre. María Rosario pasaba a formar parte de la familia de cada alumno, y como tal lograba la colaboración de los padres y el respeto por la enseñanza que les impartía a los niños, a quienes trataba como si fueran sus propios hijos. Era tal la confianza depositada en ella, que si algún niño llegaba con el cuento de que María Rosario lo había castigado, con toda seguridad «le encaramaran una pela», dando por seguro que de alguna forma había faltado. María Rosario, tal vez por su dedicación a su querida escuela Santa Rosalía, jamás contrajo matrimonio, y Dios no le dio hijos, pero en cambio su amor, su cariño y su pasión como educadora le dieron miles de hijos. Cada uno de sus alumnos, de alguna manera, sus hijos.
Muchos de quienes fueron sus alumnos expresaban el día de su fallecimiento, que, con María Rosario Abreu se había sido mezquino, ya que no se le reconoció como debía el gran aporte que ella le brindó a la ciudad de Valera. Se escuchaban quejas en cuanto a que se le estaban debiendo homenaje, esas voces, de una u otra manera tenían razón, en vida fueron muy pocos los reconocimientos que recibió, a pesar de reunir todos lo méritos necesarios para muchas distinciones y elogios.

 

Su vocación siempre fue la enseñanza, desde muy joven se dedicó a la educación. Logró mantener su escuela Santa Rosalía en pie hasta 1992

 

Recuerdos
y gratitud eterna

 

En el año 1998, Diario de Los Andes la designó como TRUJILLANA DEL AÑO, merecidísimo homenaje que enaltece al periódico y a su editor, en la persona de su edito Eladio Muchacho Unda, quien fue su alumno. Ese acto abrió una brecha, de ahí en adelante fueron varios los reconocimientos que recibió previo a su partida. Sin embargo, somos de los que cree, que el mejor de los homenajes y que no se dio, hubiese sido la adquisición, por parte del gobierno o alguna entidad privada de la Escuela Santa Rosalía, ofrecida por su fundadora en varias oportunidades, y que en el año 1992 se vio obligada a cerrar sus puertas a causa de la falta de recursos económicos para continuar. La ofreció en venta para que siguiera funcionando, sus planteamientos y ofrecimientos no recibieron respuesta. Aun así debemos estar complacidos, porque María Rosario Abreu reunió méritos para que les sean otorgados todos los homenajes, y se le siga recordando con amor y gratitud.
Que Dios, la Santísima Virgen y Santa Rosalía, a quienes enseñaste a querer y reverenciar, le bendigan Maestra María Rosario Abreu. Que ellos premien en la eternidad su magnífica labor educativa y formativa. Gracia por ese derroche de amor y enseñanza para con los hijos de esta urbe de Siete Colinas.

 

 

 

Su intachable trayectoria le daban méritos suficientes para recibir todos los reconocimientos y distinciones posibles, pero el mejor fue el que recibió de quienes por generaciones pasaron por sus salones de clases.

 

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