En cuatro años al frente de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro pasó de ser un antiguo aliado del expresidente de izquierda José Mujica, en Uruguay, a convertirse en la mayor voz crítica de la región contra regímenes como los de Venezuela, Nicaragua y Cuba.
“Hace cuatro años, la agenda de América pasaba por otros organismos como la Celac y Unasur. Nuestro objetivo es que volviera a la OEA”, afirma. En esos términos, lo ha conseguido: el secretario general impulsó la imposición de la Carta Democrática de la OEA contra el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, no dudó en llamarlo dictador y en reconocer al opositor Juan Guaidó como presidente legítimo en cuanto se declaró como tal el pasado 23 de enero, incluso antes de que los países de la OEA votaran al respecto.
El rol activo de Almagro es, para sus defensores, la razón por la que la OEA volvió al centro del debate regional y, para sus críticos, un comportamiento beligerante impropio de un diplomático. El secretario, quien presidirá la Asamblea General de la OEA en Medellín, habló con El COLOMBIANO sobre estas discusiones y su gestión frente a un organismo que acapara la atención del continente.
La Alta Comisionada de la ONU Michelle Bachelet visitó Venezuela la semana pasada, ¿cree que debió ser más contundente en su declaración?
Lo que dijo después de su visita es muy útil para convencer a determinada izquierda en el continente que todavía negaba la existencia en Venezuela de tortura, de presos políticos, de crisis humanitaria. Sin embargo, sí nos preocuparon temas institucionales, como el reconocimiento de la Alta Comisionada a un gobierno que ha sido declarado ilegítimo por la OEA, las reuniones con sus funcionarios. Más que una institucionalidad, la de Maduro es una cadena de mando de crímenes de lesa humanidad. Esperamos que a la hora de la presentación del informe de su visita, la primera semana de julio, se aclaren esas preocupaciones.
¿El cerco diplomático tuvo éxito?
El pueblo venezolano tiene derecho a ser protegido. No puede ser abandonado por la comunidad internacional. Estamos hablando de millones de personas. Por eso es necesaria una solución definitiva a la dictadura venezolana, que es la causa fundamental de la crisis humanitaria y migratoria que está pagando el resto de países del continente. Tenemos que tener acciones más concretas, más allá del aislamiento, para recuperar la democracia.
Hablando de democracia, algunos señalan que la OEA debería rechazar el intento de reelección de Evo Morales en Bolivia…
Hay algo que para nosotros es una realidad: la reelección no es un Derecho Humano. Definitivamente. Ahora bien, la Suprema Corte Boliviana que le permitió volver a aspirar a Morales no es la primera que reconoce este tipo de derechos, es la cuarta en el continente. En ninguna de las ocasiones anteriores esa decisión fue contestada por el Sistema Interamericano. No habiendo ningún antecedente, no me pueden pedir a mí que aplique un doble estándar y diga: las tres veces anteriores sí, pero con Evo Morales no. ¿Por qué? ¿Por qué es indio? Si mañana el derecho interamericano me da herramientas, como las que buscamos al solicitar un informe a la Comisión de Venecia, seremos los primeros en pronunciarnos sobre ese tema. Pero hoy estamos obligados a aceptarlo por el fallo de la Corte Boliviana.
¿En Bolivia hay una democracia?
En Bolivia hay una democracia. Hay un presidente electo cumpliendo un mandato legítimo.
¿Cree que la implementación del Acuerdo de Paz en Colombia va bien, teniendo en cuenta el asesinato de exguerrilleros y líderes sociales?
En primer lugar, hemos hecho pública nuestra condena a cada uno de los asesinatos y hemos pedido protección institucional. En segundo lugar, creo que la implementación del Acuerdo se está haciendo conforme a lo que está escrito. En nuestras conversaciones con el presidente Iván Duque nos ha señalado que las limitaciones tienen que ver con aspectos presupuestales.
¿Y qué opina sobre los sectores que dicen que modificar el acuerdo es traicionar lo que se firmó?
Lo que hemos visto es que todas las discusiones han sido muy institucionales y que el Estado colombiano ha ido dando la respuesta a cada inquietud. Eso es en lo único en lo que nos vamos a fijar sobre este tema.
¿Por qué la negociación sí es una opción en la crisis de Nicaragua y no en Venezuela?
No hay una comparación directa entre Nicaragua y Venezuela. Ortega no es Maduro. La reciente liberación de prácticamente la totalidad de los presos políticos en Nicaragua demuestra niveles de compromiso del sandinismo para lograr una solución negociada. Falta mucho: el restablecimiento de libertades públicas, del Estado de Derecho, de los derechos civiles y políticos, etcétera, pero en cuatro procesos de diálogo en Venezuela no pudo lograrse un paso como este. Además, la puntualidad que tuvo la crisis nicaragüense tampoco tiene que ver con las características de represión y de crisis humanitaria que padece Venezuela. Si mañana hay un compromiso de Maduro de liberar a los presos políticos, de entrar en un proceso de reforma electoral, creíble con modificación de toda la estructura, bien. Pero hoy esos procesos en Venezuela no tienen ni el 10% de resultado que han tenido unos meses de negociación con el sandinismo.
¿No es una puerta cerrada?
Hay otra diferencia: Ortega gobierna Nicaragua, Maduro reprime Venezuela. ¿Qué solución hoy le da Maduro al tema de salud? Ninguna. ¿Qué solución le da a la educación? ¿Al tema de alimentación? Ninguna. ¿Qué parte del territorio controla Maduro? Prácticamente el 80% ha pasado a manos de ELN, Farc, carteles mexicanos, Irán, Hezbolá. ¿Qué hace Maduro además de reprimir a la oposición política? Nada más. Ortega, por otro lado, teniendo muchos menos recursos, trata de resolver el tema de salud, el tema de educación, sigue tratando de resolver los temas sociales de su país.
¿Qué lectura tiene de la reciente tensión entre Estados Unidos y México por el tema de migración?
Vamos primero con lo positivo. Hemos apoyado el plan integral de México para Centroamérica, creo que la asociación con los países del Triángulo Norte (Guatemala, Honduras y El Salvador) puede dar buenos resultados a la hora de generar mejores condiciones de estabilidad social. Estos países sufren violencia estructural. No olvidemos que sin tener conflicto armado tenemos 15 de las 20 ciudades más violentas del mundo en el continente producto del crimen organizado. Erradicar estas condiciones requiere mucho apoyo. Por otra parte, siempre hemos aprendido que las negociaciones bilaterales entre los países del continente. México y EE. UU. han tenido su negociación y acuerdos, nuestra responsabilidad consiste en apoyar esos acuerdos.
¿Persisten los problemas presupuestales de la OEA?
Cuando asumimos la organización de la secretaría general, teníamos dos objetivos: darle a la OEA sustentabilidad política y económica. La idea era que la organización dejara de vivir de autopréstamos. Eso se ha logrado con políticas de austeridad. Estamos en una organización que año a año está obligada a ser más austera, porque año a año somos más pobres. Es falso que los países siguen contribuyendo lo mismo que hace 15 años, contribuyen menos porque no se ajusta esto al aumento del costo de vida.
Decisión coherente
Como secretario general de la OEA tengo la obligación de trabajar con aquellos gobiernos que son legítimos. No se me puede pedir que siguiera trabajando con un gobierno que no era legítimo como el de Maduro, ni que espere a que se vote si se reconoce a un gobernante legítimo como Guaidó. Al otro día de su posesión, ya tenía temas para tratar con él sobre Venezuela. Tomé una decisión coherente con el Sistema Interamericano y con las resoluciones de la OEA”.