Desde los lindantes cerros, Valera parecía un mar de techumbres de teja y paja sobre el que siempre han descollado las torres de su templo. La casa de Dios ha sido y siempre será su perenne icono. Nuestra meseta era un sitio de paso, y sólo eso, hasta que algunos edificaron sus casas, un templo y marcaron la traza de sus calles. Valera ha sido siempre –desde que la iniciaron los pioneros– una ciudad donde la influencia religiosa ha estado presente. La generosidad del pueblo, permitió culminar el templo en 1953, gracias al esfuerzo de algo más de cinco lustros de trabajo de un grupo de almas piadosas de esta colectividad y el tesón del presbítero José Humberto Contreras. El templo de San Juan Bautista, siempre será sitio de cobijo para la paz y armonía de los valeranos. Una energía sublime se mezcla con las tonalidades que proyectan la policromía de sus majestuosos vitrales, que invitan a la reflexión y a la necesaria observación de sus fastuosos techos en busca del Creador. A través de estos coloridos vitrales se cuela la luz que ilumina las imágenes de la vida pública de El Salvador. Fueron encomendados a la compañía alemana Casa Franz Mayer & Co., con sede en Múnich en julio de 1939, dos meses antes de desatarse la segunda Guerra Mundial. Esta empresa de un gran prestigio internacional era dirigida por Anton, Karl y Adalberto Mayer, hijos del fundador Franz Mayer, quien se convirtió en el principal proveedor de vitrales de las grandes iglesias católicas que se construyeron en todo el mundo durante ese período. Al desencadenarse la guerra, los vitrales no pudieron ser despachados a tiempo y quedaron confinados en los sótanos de la empresa que sufrió serios destrozos por los permanentes bombardeos, pero que no alcanzaron a deteriorarlos. Tiempo después y gracias a permisos especiales de las autoridades de ocupación, los vitrales fueron enviados a Venezuela. A finales de 1949 los vitrales llegaron a Valera y por error no eran los encargados, situación que se puede apreciar en el escudo de marca de la empresa donde se puede leer «Ecclesia Caracas, F.Mayer Múnich cía.» y correspondían a la iglesia de Nuestra Señora de Lourdes de Caracas, que fue edificada en paralelo a la nuestra. Los vitrales no fueron devueltos y terminaron instalados en nuestro templo para deleite de su feligresía. Como describe textualmente el cronista Juan de Dios Andrade, «desde cualquier sitio que se contemple la ciudad de Valera, véanse despuntar, impetuosas y esbeltas, las torres del templo de San Juan Bautista. lnterpretando su imponente simbolismo, como si se tratase de una constante invitación hacia el más allá, hacia la luz, hacia el infinito, una inmensa sinfonía de piedra, una suma de todas las fuerzas de una época, que hoy se muestra orgullosa en los cielos de nuestra querida Valera».
Fuentes:
Juan de Dios Andrade, El Templo de San Juan Bautista.
Conversaciones con Mons. Heberto Godoy (Agosto 2008).
Conversaciones Soc. Francisco Crespo (Agosto 2008).