Dayrí Blanco.- A Luis Guillermo Lachmann le cuesta un poco recordar todo con exactitud. Ya han pasado más de cuatro años de aquel suceso que le cambió la vida, que provocó su exilio y en el que vio morir a quien lo ayudó a escapar de la represión de cuerpos de seguridad.
Para él todo sigue siendo confuso. Una semana antes de aquel 27 de julio de 2017 conoció a Leonardo González Barrreto. Lo recuerda como un hombre colaborador, que siempre tenía caramelos, arepas y jugos para los jóvenes como él, y un carisma inigualable propio de su formación como Doctor Yaso.
En ese momento vivía en Naguanagua, y salía a protestar por todo el descontento que sentía y que le impedía visualizar un futuro para él y su familia. Tenia 18 años y se reunía con otro grupo de jóvenes y vecinos de todas las edades en las cercanías de la avenida Valencia
Ese día se había convocado una actividad denominada “gran plantón nacional”, que consistía en permanecer en las calles de las comunidades en protesta por 12 horas. Todo estaba tranquilo hasta que pasadas las 3:00 p.m. un fuerte operativo de la Policía de Carabobo y la Municipal de Naguanagua llegó al lugar arremetiendo contra todos.
El asesinato
“Todo fue muy rápido”, expresó Luis Guillermo en entrevista para El Carabobeño desde Colombia, país en el que vive actualmente. “Yo estaba entre los primeros en la concentración, y al dar la vuelta para correr quedé de último… El señor Leonardo iba en su carro, me vio ahí solo y se devolvió, me dijo que me montara y ahí empezó la persecución”.
Tampoco recuerda exactamente por dónde transitaron. Pero sí tiene en grabado en su memoria las señas que hacía González Barreto a los funcionarios tratando de explicarles que ellos no estaban armados y que solo manifestaban pacíficamente.
“Pero a ellos no les importaba nada. Estaban muy violentos”. Luis Guillermo le dijo a Leonardo que debían buscar un lugar para refugiarse. “Estoy seguro que si nos agarran nos matan”, le insistía, pero no hubo tiempo de nada.
Mientras manejaba y su vehículo recibía disparos, la recomendación de González Barreto al joven fue que se agachara, que se mantuviera lo más pegado posible al piso del carro. “Después sentí que se detuvo y se bajó del carro explicando quiénes éramos. Yo no sabía que estaba herido, lo vi tambalearse y me bajé corriendo a agarrarlo”.
Luis Guillermo no tenía una sola herida hasta que se atrevió a pedirle ayuda a los uniformados. “Se supone que ellos son los que debían protegernos, por eso les dije que había que llevar a Leonardo a un hospital, y lo que hicieron fue darme un golpe en la cabeza”.
La tortura psicológica
El cuerpo de quien tenía caramelos en sus bolsillos estaba tirado en la acera de la urbanización Los Guayabitos. Esa es la última imagen que tiene el joven de quien le salvó la vida. “Los de la Policía de Carabobo se fueron rápido, apenas vieron que Leonardo estaba muerto… Ellos estaban hasta en los techos”.
Los funcionarios de la Policía Municipal de Naguanagua se mantuvieron en el lugar, a excepción de quienes montaron a Luis Guillermo en una patrulla y lo llevaron al comando a declarar, “no puedo precisar cuánto tiempo estuve ahí, todo era muy confuso para mí”.
A partir de ese momento todo cambió para él. No volvió a protestar, pero tampoco pudo seguir tranquilo con su vida.
Tuvo que esconderse porque a toda hora se sentía vigilado. “Pasaban carros de la policía por el edificio donde vivía, incluso por los lugares de trabajo de mis padres”. Al preguntarle cuánto tiempo estuvo refugiado no pudo responder con exactitud, “creo que como tres meses”, pero su madre le aclaró que había sido un año.
Después de eso la familia tomó la decisión de migrar. “No podía ni dormir, vivía siempre con mucho temor”. Estuvo en terapias psicológicas que lo ayudaron a conseguir tranquilidad, y no se había atrevido a hablar del suceso en que asesinaron a Leonardo González Barreto y por el que hay seis funcionarios de la Policía Municipal de Naguanagua detenidos y siendo juzgados. Se espera que en las próximas horas se den las conclusiones de este proceso.
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