Las secuelas de la pandemia han sido devastadoras en el mundo entero, en Venezuela agudizó la crisis ya acumulada por el actual régimen; los trujillanos, ante esas perspectivas nada halagüeñas, deben prepararse para revertir los tropiezos, desaciertos, a fin de acometer la nueva realidad socio económica.
Los trujillanos hemos perdido oportunidades de oro, en el siglo XX y en el naciente siglo XXI, donde proyectos ambiciosos han sido relegados, dejados a un lado, echados al olvido, o ignorados simplemente, en acciones que han retrasado el desarrollo armónico de la entidad, uno de ellos, en el cual, confieso, fui uno de sus animadores, fue la construcción de la carretera Boconó La Marqueseña, obra de gran significación económica para los valles altos trujillanos. Otra obra vial de trascendencia fue la carretera expresa Lara Trujillo, la cual tuvo enemigos dentro del mismo estado, y en el gobierno. Estas dos realizaciones han atrasado el desarrollo regional.
La Escuela Experimental de Diseño, comenzó pero fue saboteada en sus primeros tres años, fue otra iniciativa innovadora abortada; la gran biblioteca y la sala de conciertos que propuso el Maestro José Antonio Abreu, para que Valera se convirtiese en centro internacional de grandes eventos musicales, partiendo del sistema nacional de Orquestas, fue igualmente torpedeada por mezquinos intereses.
El Sistema Hidráulico Trujillano que implicaba recuperar las cuencas hidrográficas e impulsar el desarrollo igualmente fue menospreciado, la zona industrial de Agua Santa, la Compañía Nacional de Reforestación; la represa de Agua Viva, el acueducto central de Valera, la zona industrial Carmen Sánchez de Jelambi, cuya consolidación aún está pendiente, entre otras obras esenciales.
Bien, no buscamos culpables, sino que ante estas frustraciones, los trujillanos debemos reflexionar y repensar en busca de alianzas estratégicas que conlleven buscar soluciones, puntos de coincidencias, para superar la gravedad de la situación que se avecina, es la disyuntiva. El acuerdo en pro de Trujillo y su desarrollo aplazado, pues, manos a la obra.
Por Ramón Rivas Sáez