Kabul, 22 ago (EFE).- Kabul cumplió este domingo una semana bajo control talibán, que tomaron la capital sin oposición alguna al tiempo que el presidente afgano, Ashraf Ghani, abandonaba el país. Desde entonces, los islamistas han querido demostrar al mundo que su régimen es tolerante e inclusivo, algo que muchos aún no se creen.
«No queremos que nadie salga del país, este es su país, esta es nuestra patria común, tenemos valores comunes, religión común, nación común. (…) Hay una amnistía general, por lo que no habrá hostilidades», afirmó el martes el principal portavoz talibán, Zabihulla Mujahid, en la primera rueda de prensa tras la victoria.
Mujahid, que se mostraba por primera vez en público en décadas a pesar de ser uno de los líderes talibanes más citados por los medios de comunicación, insistió en que el grupo islamista había perdonado «a todos por el beneficio y la estabilidad en Afganistán».
Los gestos de los talibanes hacia la comunidad internacional se sucedieron entonces para mostrar que su nuevo régimen no era el mismo que el que se caracterizó por su conservadurismo extremo entre 1996 y 2001, relegando a las mujeres al interior del hogar.
Una de las imágenes que muchos destacaron fue cuando una de las presentadoras de televisión del canal afgano Tolo entrevistó en el telediario matutino a un representante de los talibanes, algo impensable hace más de dos décadas, cuando las mujeres solo podían abandonar su vivienda en compañía de un hombre de la familia.
Otros representantes talibanes también se han esforzado en mostrar en las redes sociales cómo las niñas regresaban a las escuelas en algunas partes del país, dentro del nuevo discurso de la formación ultraconservadora, en el que aseguran que la mujer podrá trabajar o estudiar, aunque dentro siempre de los límites que marca la ley islámica o sharía, que regirá el nuevo régimen.
Ese nuevo Gobierno está en proceso de formación, con líderes talibanes como el mulá Abdul Ghani Baradar, cofundador de los talibanes y jefe de la oficina política de los insurgentes en Catar, implicado en las consultas en Kabul desde este fin de semana, unas reuniones en las que incluyen también a personalidades del bando derrocado, como el expresidente Hamid Karzai.
Sin embargo, son muchos los que no se creen este nuevo discurso, y piensan que no es más que una buena campaña de promoción por parte de los talibanes, que han aprendido de sus errores del pasado, pero que cambiará en cuanto el mundo deje de mirar hacia Afganistán.
LAS MUJERES PROTESTAN
Algunas mujeres, y a pesar de que todavía continúan en Afganistán, han tenido el valor de mostrarse en vídeos colgados en las redes sociales o de salir a la calle con pancartas, para criticar que han comenzado ya a perder muchos de sus derechos.
Un grupo de trabajadoras de oficinas gubernamentales y activistas salió a las calles de Kabul esta semana para pedir al movimiento talibán roles en la nueva Administración y mantener sus empleos en oficinas estatales, después de que a algunas se les negara el paso.
En uno de los vídeos colgados en las redes sociales, una mujer afirmaba que si los talibanes no han cambiado en los últimos veinte años, ellas sí, y lucharán por sus derechos.
«Los talibanes eran y son un grupo insurgente. Han traído a decenas de hombres armados. No están organizados y la gente les teme. No saben cómo administrar un gobierno. Afganistán ha cambiado desde el 96. Este grupo hará sufrir a la gente, ya ha empezado a hacerlo», aseguraba hoy por su parte en Twitter la activista Samira Hamidi.
Y así, destacaba Hamidi, en la «primera semana de los talibanes 35 millones de personas están sufriendo»: los bancos permanecen cerrados, el precio de los alimentos se ha duplicado, no se sabe nada de la ayuda humanitaria a los desplazados internos, la gente no puede adquirir tarjetas telefónicas, internet es muy lento o no hay, y las oficinas gubernamentales están cerradas.
CAOS EN EL AEROPUERTO
Durante esta semana, uno de los símbolos de la desesperación de muchos afganos por abandonar el país ante la llegada de los talibanes fue el caos en el aeropuerto internacional de Kabul, donde las primeras imágenes que llegaban desde ahí mostraron a miles de personas desesperadas por subir a los aviones que despegaban.
Ese caos dejó varias víctimas, entre ellas dos jóvenes, un dentista y un futbolista de las categorías inferiores de la selección afgana, que murieron al caer al vacío desde un avión estadounidense que había abandonado a toda prisa el aeródromo.
Cuando se tomó después el control del interior del aeropuerto, haciéndose cargo el Ejército estadounidense de la zona militar y los talibanes del área civil, el caos se concentró en el exterior, donde miles de personas llevan intentando desde hace una semana entrar y abandonar el país en un vuelo de evacuación.
Hay empujones, estampidas, disparos al aire de las fuerzas de seguridad, golpes, lanzamiento de botes de humo y explosiones disuasorias, pero una mayoría de los que permanecen allí, algunos de ellos con niños, no desisten.
El Ministerio de Defensa británico informó este domingo en un comunicado de que al menos siete civiles murieron en el aeropuerto por el caos durante la última semana.
«Nuestros pensamientos están con las familias de los siete civiles afganos que tristemente han muerto entre la multitud en Kabul. Las condiciones sobre el terreno siguen siendo de extremo desafío», reconoció.