En el año 1920, Sánchez Castaño y el señor Schcrochi, de Carvajal, fueron los primeros propietarios de vehículos en Valera. Sánchez Castaño, casado con una Fontiveros, hermana de don Esteban Fontiveros, dueño de la Hacienda Los Potreritos.
En la década de los 30 al 40, del siglo pasado, en Valera había pocos automóviles. Había cuatro conductores o “choferes de plaza”, Onésimo Venegas, Polo Salas, Néstor Manzanilla y José Abreu, eran los que brindaban el servicio de autos libres en la ciudad.
Entre 1924 y hasta 1950, hubo en la ciudad tres distribuidores de vehículos: Muchachos Hermanos con don Ramón Muchacho Daboín, don Eleazar y don José Muchacho Daboín, eran representantes de la firma estadounidense Dodge y Plymouth, además de vendedores de repuestos y baterías. Además de vender los rollos y cámaras Kodak.
Don Máximo Briceño Cols, oriundo de la Mesa de Esnujaque, casado con la hija del general Juan Araujo, Juanita de Briceño, era el representante de la concesionaria Ford, al morir en 1932, siguieron con el negocio los hermanos Mancilla Calles, estaban al lado de José Antonio Jelambi. Eran el bachiller Pedro Luis Mancilla y su hermano Augusto Mancilla, quienes trajeron los dos únicos vehículos Packard que circulaban en la ciudad, uno lo tenía don Augusto y el otro pertenecía a la señora Carmen Guerrero, propietaria del Lucky Strike.
También estaba la firma Morales López, que era distribuidores de los automóviles Pontiac.
Luego surgiría la firma Pacheco Hermanos, nativos de Monte Carmelo, Carlos y Germán Pachecho, en la esquina de la avenida 5 con calle 11, en un moderno edificio para la época, luego del edificio de Olmos Jiménez, el Oljim, ubicado en la calle 11 con avenida 11, donde nace la Distribuidora Chevrolet con Pedro J. Martínez y después pasa a manos de don Jorge Dubuc Arjona y Marcos Tulio Viloria, de San Juan de Isnotú.
Como observamos, todos grandes pro hombres que contribuyeron al desarrollo y al empuje de la Valera dinámica y progresista en la segunda mitad del siglo XX y que sentó las bases para una moderna ciudad.
Pero también a lo largo de la historia de la ciudad, ha habido personajes populares que vienen desde los años 20, como el recordado “Cleto”, un caletero, trabajador que usaba una carrucha de dos ruedas para llevar bultos de verduras y hortalizas o cualquier carga que le solicitaran las personas que frecuentaban el antiguo mercado municipal. Era un empedernido aficionado a la bebida, pero lleno de bondad y solidaridad hacia el prójimo, cuando los hombres de kaki –así era el uniforme de la Policía Municipal en aquel entonces- se lo llevaban detenido para pasar “la juma” en la celda del calabozo del mercado, cuando los transeúntes le inquirían: “Cleto, ¿Por qué te llevan preso?” jocosamente en medio de su filosofía popular respondía: “Por sospecha”. Luego cuando murió su hígado, se dice que causó asombro entre los patólogos que le hicieron la autopsia, pues no presentó síntomas de haber sido afectado por el alcohol que consumía.
También estaba el “loco” Víctor, el «loco» Abelardo, el «loco Pala” que se la pasaba con una pala recogiendo la basura en la calle real, hoy avenida diez. Mocho Mío, “Reo”, que tenía un vocabulario muy florido para no decir soez, típico por las mentadas de progenitora que le inquiría a las personas y más recientemente “Zancudo”, barredor del aseo urbano, “Colmillo de Tigre “ y la siempre recordada “Ramona”, fueron personajes populares de esa Valera de siempre.
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