Los papagayos de Ortega desde hace 60 años surcan cielos en todo el mundo

Cree en el trabajo y la creatividad. Tiene 6 décadas haciendo papagayos que vende en la avenida: “es que ningún gobierno lo va a mantener a uno hay que salir y trabajar”, afirma Ortega a sus 74 años de edad. @juditvalderrama  

ESPECIAL/ El sueño de volar siempre ha estado presente en el hombre, desde la infancia, y el papagayo o cometa es una manifestación de esa aspiración a la que le ha apostado desde hace 60 años Antonio Ortega, haciendo papagayos desde que tenía 14 años de edad, los que ofrece al público por más de cinco décadas/

“Tengo más de 60 años haciendo estas cometas. Cuando niño comencé porque cuando eso el mejor deporte era volar papagayos, mucha tradición había año tras año, sobre todo en épocas de vacaciones. De niño los hacía para mí, después para vender en el comercio en todas las bodegas y en cualquier parte. Aquí en la avenida tengo más de 40 a 50 años vendiéndolos”.

Ortega el artista popular que hace realidad el sueño de surcar cielos

Es Antonio Ortega, un venezolano que le apostó toda su vida a este hermoso arte de hacer volar piezas de papel o tela de formas diversas.

Este artista popular considera que volar los papagayos es una costumbre que debe conservarse, por eso no sólo las elabora, también ha enseñado a otros niños a construirlas, “porque es una recreación, sana, barata y que los mantiene en contacto con el aire libre y pueden compartir con su familia mientras se divierten”.

Con orden ha llevado su negocio, siempre cumplidor de la norma, manifiesta, “yo sacaba los permisos y me han dejado vender aquí, primero iba al Concejo municipal, después con alcaldía, y todos los gobiernos que han pasado hasta la actualidad me lo permiten”.

Desde 5 mil pesos

Cuando comenzó su fábrica de papagayos los vendía en centavos de bolívares, hoy valen de 5 mil pesos las más sencillas y la de mayor elaboración las ofrece en su puesto en la avenida 19 de abril de San Cristóbal, en 25 mil pesos colombianos, unos 6 dólares americanos.

Cuenta que las elabora de tela impermeables de la misma calidad que se emplea para construir los paraguas, así resisten la lluvia. Cuando comenzó su labor todas eran de papel, pero fue perfeccionando su arte para evitar que se mojen y el agua las destruya.

“El sistema para que puedan volar alto está en que tenga bien tomadas las medidas, sino nunca vuelan”, Ortega no usa moldes, relata que las medidas están en su mente por la experiencia de tantas décadas construyéndolas.

Todos los materiales los consigue en el Táchira, manifiesta que no hay nada que importe.

Las que le encarguen

No hay límites, de cualquier figura y tamaño las construye Ortega. Lo que pidan sus clientes: “hay gente grande que me pide hasta de dos y cuatro metros de largas porque les gusta el deporte este”.

Dice que puede tardar una hora a hora y media elaborando un papagayo grande de los más sofisticados dentro de su repertorio.

Hay otros clientes, como sus hijos, a quienes siempre les hizo los geniales papagayos y los enseñó a construirlas, tradición que siguió con sus nietos que son más de dos decenas de muchachos.

“Yo le explicó a la gente que quiere saber, trato de enseñarles o se llevan también las que yo hago”.

Millones y millones

– “Millones, millones. Figúrate las hacía por mayor. Es como ahorita las garzas que hago, las he sacado por miles y sirven para decorar los jardines, son grandes cantidades. Hay gente que le he vendido miles y las revenden por allá en otras partes del país”.

También hay sencillas cometas para los más pequeños

Ortega también ha sabido que sus papagayos no solo vuelan y han volado en Venezuela, han tocado otros cielos, “mis cometas han llegado a todas partes del mundo, no solo a Estados Unidos, Italia y más países, porque ahorita llegan y compran para llevárselas lejos”.

 Construir casas su otro oficio

Ortega es maestro constructor, no solo cometas ha elaborado, también viviendas, indica, “yo hago casas, edificios, quintas. Pero nunca paré de hacer cometas, la señora mía o la familia venían mientras trabajaba yo en construcción, y ellos atendían el negocio”.

Ahora, como ha estado detenida o escasa la construcción él mismo atiende el negocio desde hace años, comenta: “como no hay materiales para construir, uno pasa un presupuesto ahorita y mucha gente si tiene los reales para comprar los materiales, no tiene reales para pagar el maestro y los obreros. Y con todo este problema y la pandemia más se mermó todo”.

Así que el modo de vida de Ortega, es lo que devenga de sus famosos papagayos de colores, tiene su pensión del Seguro Social, pero eso por lo reducido de la cuota no le alcanzaría para comer, si quiera.

Una extensa familia

No solo sus papagayos han servido para surcar los cielos de forma lúdica, también ha sido el ingreso más estable de Ortega y su familia a sus 74 años de edad, debido a que ha tenido una prolífera descendencia.

“Pues, tengo, tuve tres mujeres y 15 hijos entre ellas. Cada una le hice su casa, su rancho. Yo mismo les construí sus casas y me iba también a elevar las cometas con los hijos, a la monumental, al Cerro del Cristo, a la Loma del Viento”.

 “Ningún gobierno lo va mantener a uno hay que trabajar”

– ¿Se imaginó a los 74 años estar todavía haciendo cometas?

– “Bueno, hasta que uno viva, no sé cuánto más duraré haciendo cometas. Me siento sano y saludable, el último niño que me nació tiene 13 años”.

– ¿Ha pensado en algún momento, como muchos, irse del país por la crisis?

“No, yo no he pensado irme del país. Yo de aquí no me quiero ir tampoco. Pase bien o mal, aquí me quedo yo. Aquí me muero yo. Tengo todos mis hijos aquí, todavía no ha emigrado ninguno, tengo suerte de tenerlos todos aquí en Venezuela, claro, algunos viven en Valencia, otros en Caracas, en Guárico, pero siguen aquí. Mi hijo mayor va ahorita para 57 años”.

– ¿Usted cree que en este país aún se puede vivir bien, a pesar de la crisis?

– “Claro, lo que pasa es que hay que saber trabajar y trabajar duro, porque si uno se pone a la expensa del gobierno ningún gobierno va a mantener, a nadie. Ni los pasados, ni lo que vengan, ni ahorita. Si uno no trabaja no hace nada. Uno tiene que trabajar siempre”.

Ortega, es un artista popular diverso, no solo hace cometas, también garzas de cemento para decorar jardines y espigas de colores de la flor de la caña brava que recolecta en montañas andinas.

“Lo que pasa es que no me da tiempo de hacer más, pero no me paro sin trabajar nunca. He sacado hasta abono de las montañas y lo vendo para las matas y todo se vende. Uno tiene que salir, invertir y trabajar, de ahí uno mantiene la familia y saca para sus gastos de todo”.

Su historia de creatividad y trabajo lo deja muy bien parado con la historia, con un mensaje claro de que no hay excusas para trabajar cuando hay salud, porque con 74 años dice llegar a las 8 de la mañana a la avenida, prepara su mercancía para exhibirla de forma de que todo luzca bien, y es a las cinco de la tarde cuando recoge para irse, “aquí almuerzo y todo, me traigo o me traen la comida y después sigo trabajando”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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