Estocolmo, 5 dic (EFE).- En los años 80 el investigador Shimo Sakaguchi se hizo una pregunta sobre un órgano del sistema inmune (el timo) que no logró responder hasta 15 años después. En 2001, los estadounidenses Mary Brunkow y Fred Ramsdell completaron la respuesta del japonés experimentando con ratones.
Los tres han conseguido el Premio Nobel de Medicina y Fisiología 2025 por aportar las piezas fundamentales del rompecabezas que explica cómo se regula el sistema inmune, que hoy es la base para el desarrollo de tratamientos que salvan la vida a millones de personas con cáncer, trasplantes o enfermedades autoinmunes.
Para completar aquel rompecabezas tuvieron que pasar cuatro décadas, que partieron de la curiosidad investigadora, crecieron con la perseverancia y florecieron con la colaboración de científicos de distintas generaciones y países. Se llama ciencia básica y es lo que este año ponen en valor los Premios Nobel.
Los galardones de 2025 desafían la inmediatez imperante en nuestro tiempo y apuestan por todo lo contrario, premiando a quienes cultivan la curiosidad por entender mejor el mundo, su paciencia, su rigor y su trabajo colaborativo.
Galardón a la perseverancia
Pasar del laboratorio a las aplicaciones que cambian la vida cotidiana de las personas no es un camino lineal ni fácil. Implica mucho experimento fallido para avanzar hacia lugares no siempre fáciles de vislumbrar, y la rentabilidad no está asegurada.
Por eso, al ser preguntado en rueda de prensa por cómo se pasó de la descripción del túnel cuántico a tecnologías actuales como los teléfonos inteligentes, a uno de los tres galardonados con el Nobel de Física, el británico John Clarke, le costó dar una respuesta clara al periodista. Quizá no la haya.
«Tú no sabes cómo va a evolucionar esa idea. Habrá otros investigadores que la retomarán y la desarrollarán», contó Clarke. Su intención inicial cuando comenzó a investigar era demostrar dos propiedades de la mecánica cuántica, que más tarde contribuyeron a describir dos de sus discípulos, con los que comparte el galardón: el francés Michel Devoret y el estadounidense, John Martinis.
La investigación que» se hace a fuego lento es la fuente de la que beben los grandes avances», coincide la presidenta del Consejo Superior de Investigaciones Científicas español, Eloisa del Pino, en una entrevista con EFE sobre el tema.
«Supone la culminación de una experiencia que empieza cuando un científico se pregunta por algo en lo que aprecia que hay una laguna de conocimiento. Y años o décadas después, tras enlazar ideas, experimentos y colaboración se logra una respuesta que acaba resolviendo cuestiones muy complejas», agrega.
El valor de la curiosidad
La física cuántica, la química de los materiales porosos y los estudios sobre la respuesta inmune «no avanzaron gracias a promesas de retorno rápido, sino a la constancia de comunidades científicas que han sostenido preguntas difíciles durante décadas, trabajado con rigor, paciencia y un profundo respeto por el conocimiento», señala el biólogo molecular de la Universidad británica de Cambridge David Fairén-Jiménez.
En Química el premio ha recaído en el japonés Susumo Kitagawa, el británico Richard Robson y el jordano Omar Yagui por describir estructuras metal-orgánicas (MOF en inglés), que se están transformando en materiales para ofrecer soluciones a la crisis ambiental: captura de gases contaminantes, de agua del desierto o almacenamiento energético.
Los Nobel de 2025 también abogan por las ciencias sociales y el arte «que se hace despacio» en las categorías de Economía y Literatura.
Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt recogerán el galardón de Ciencias Económicas por explicar cómo se produce el crecimiento sostenido a través del progreso tecnológico.
Mokyr, de nacionalidad estadounidense e israelí, lo explicó a través del periodo 1750-1914, año en que se inició la Primera Guerra Mundial, mientras que el francés Aghion y el canadiense Howitt presentaron un modelo matemático en 1992 que explicaba la destrucción creativa generada por la innovación.
Por su parte, el autor húngaro Lászlo Krasznahorkai, que ha confesado haber seguido escribiendo toda su vida por considerar que su primer libro estaba incompleto, recibirá el Nobel de Literatura por «reafirmar el poder del arte», por buscar la belleza por el simple hecho de buscarla, como reza la pura esencia de las artes y la ciencias.
Los Premios Nobel se entregan en una ceremonia que tiene lugar en Estocolmo el 10 de diciembre, aunque los homenajes a los galardonados y sus logros comienzan mañana sábado.
El Nobel de la Paz, que este año ha recaido en la opositora venezolana María Corina Machado, se entrega ese mismo día en Oslo como estableció Alfred Nobel en su testamento, dado que Suecia y Noruega estuvieron unidas en vida del inventor.
Cada Premio Nobel está dotado con 11 millones de coronas suecas (casi un millón de euros al cambio actual, algo más de un millón de dólares), a repartir si es compartido.
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