Caracas, 8 sep (EFE).- En su última reforma de Gobierno, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, ha mostrado el papel que desempeñan los militares en su seno. Son diez los ministros de uniforme -tres de ellos vicepresidentes- y ocupan cargos clave al que han sumado el de Minería.
Los diez militares ocupan las carteras del Despacho de la Presidencia, Interior, Defensa, Agricultura, Alimentación, Vivienda, Obras Públicas, Energía Eléctrica, Frontera y Desarrollo Minero Ecológico, este último en manos de civiles hasta la última reforma del Ejecutivo.
Además, tres de ellos -Remigio Ceballos, de Interior; Vladimir Padrino, de Defensa, y Néstor Reverol, de Energía- ocupan también tres de las vicepresidencias: Seguridad Ciudadana, Soberanía Política, Seguridad y Paz, así como el de Obras Públicas y Servicios.
La presidenta de la organización Control Ciudadano, Rocío San Miguel, explica a Efe que en el Gobierno venezolano «ha habido siempre una suerte de colonización en el gabinete» por parte de los militares, «ya desde la época» del fallecido presidente Hugo Chávez (1999-2013), quien también era uniformado.
«Generalmente, han concentrado las carteras ministeriales de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, que prácticamente es el área de inteligencia política y de control del orden público», explica.
En esa cartera, recuerda, solo ha habido tres civiles en los últimos 21 años, los que la llamada revolución bolivariana ha gobernado el país.
En el Gobierno de Maduro, presidente civil, todos los titulares de esa cartera «provienen del mundo militar», y «la mayoría de ellos» eran oficiales en activo al hacerlo.
También ha sido «una constante (…) controlar el área de Alimentación».
«Ha sido también frecuente la entrega del sector Vivienda, Obras Públicas (…) Energía Eléctrica, es decir ministerios de los cuales ellos ejercen la cartera», comenta San Miguel.
«Básicamente, hemos asistido a que un tercio del gabinete siempre es controlado por los militares en torno a estas competencias que son las más importantes del país en términos de poder y son los ministerios donde se mueve el mayor cúmulo de recursos», explica.
«Un punto importante» para San Miguel en esta nueva reforma del Gobierno, es que ahora los militares asumen el Ministerio para el Desarrollo Minero y Ecológico que ha cobrado mucho valor «en términos de dirección política y ejecutiva» al asumir el cargo el almirante William Serantes Pinto, excomandante de la Armada.
«DESLIGADOS DEL CONTROL»
Uno de los problemas que considera la activista que tiene esta presencia de militares en los ministerios es que «se ha desligado de cualquier mecanismo de control democrático del resto de los poderes público».
En su opinión, «hay una perversión de lo que significan los modales autoritarios» de las Fuerzas Armadas al frente de estos ministerios porque «entienden que no están sujetos al ‘check and balances’ (controles y equilibrios), que entienden que no están a la rendición de cuentas y su punto de rendición es exclusivo del comandante en jefe», es decir, el presidente.
Además, explica que «la opacidad es una ley en el mundo militar» y las Fuerzas Armadas son «una caja negra», una «visión que se reproduce en estos ministerios» que actualmente dirigen los militares».
También denuncia que «una de las promesas que conllevó el trabajo constituyente» de 1999 «fue la desmilitarización de la seguridad ciudadana», algo que no ha podido «ser honrado».
«Hemos visto un camino completamente distinto, el de la militarización de la seguridad ciudadana», apostilla.
A su juicio, eso ha llegado a su punto más álgido con la designación como ministerio del Interior de Remigio Ceballos, antiguo comandante estratégico operacional de las Fuerzas Armadas, número dos de la institución, quien «esta reproduciendo el concepto de planificación y operación militar dentro del ministerio».
Por todo ello, la presidenta de Control Ciudadanos piensa que «los militares son un pilar de poder en Venezuela» y cualquier que ocupe el Palacio presidencial de Miraflores, «en las circunstancias actuales de Venezuela no se sostiene sin el apoyo militar».
«El modelo de poder de la revolución es militarista», concluye.
Gonzalo Domínguez