Los juicios de Núremberg, el comienzo del recuerdo en medio del desastre

Los juicios de Núremberg contra los principales criminales de guerra nazi, que se iniciaron hace 75 años, representaron el comienzo de la confrontación de los alemanes con los horrores del nacionalsocialismo, en medio del trauma y los escombros dejados por el desastre de la guerra. En la imagen, los acusados. EFE/ CRÉDITO NATIONAL ARCHIVE– COLLEGUE PARK– MD– EEUU. AUTORIZACIÓN DE MEMORIUM DE NÚREMBERG

Berlín, 20 nov (EFE).- Los juicios de Núremberg contra los principales criminales de guerra nazi, que se iniciaron hace 75 años, representaron el comienzo de la confrontación de los alemanes con los horrores del nacionalsocialismo, en medio del trauma y los escombros dejados por el desastre de la guerra.

La conmemoración, que contará con la presencia del presidente alemán, Frank Walter Steinmeier, no tendrá gran asistencia de público debido a la pandemia, pero será transmitida a todo el país, incluido un video mensaje del último fiscal superviviente, Benjamin Ferenz, que ya ha cumplido los 100 años.

La significación de los juicios se ha transformado a través de la historia, pero desde el comienzo implicaron una confrontación con el horror, aunque al principio hubiera resistencia: Günter Grass sostiene, en su libro de memorias «Pelando la cebolla» (2006), que él solo aceptó los crímenes del nacionalsocialismo cuando oyó por la radio que, tras las sentencias en de Núremberg, el jefe de las Juventudes Nazis, Baldur von Schirach, aceptaba haber tenido conocimiento del plan de exterminio de los judíos.

La experiencia de Grass, que asegura no le había convencido lo que le contaron antes oficiales estadounidenses encargados de programas de reeducación, parece haber sido compartida por mucha gente en su momento.

En una encuesta realizada en la zona de ocupación estadounidense en noviembre de 1945, un 65 por ciento aseguraba haberse enterado con el proceso de Núremberg de cosas que desconocían. En el verano del año siguiente la cifra había subido al 87 por ciento.

Entre lo que los encuestados aseguraban haber oído por primera vez estaban los campos de concentración y los planes de exterminio.

Los juicios de Núremberg contra los principales criminales de guerra nazi, que se iniciaron hace 75 años, representaron el comienzo de la confrontación de los alemanes con los horrores del nacionalsocialismo, en medio del trauma y los escombros dejados por el desastre de la guerra. En la imagen, uno de los cuatro fiscales, Robert H. Jackson. EFE/ CRÉDITO NATIONAL ARCHIVE– COLLEGUE PARK– MD– EEUU. LA AUTORIZACIÓN DE MEMORIUM DE NÚREMBERG

NÚREMBERG Y LA REPRESIÓN DEL RECUERDO

Detrás de esas respuestas pudo haber sin duda un intento de exculpación de parte de muchos. El propio Grass dice que si no había conocido antes los crímenes de los nazis había sido, como tantos otros, porque no quería saber.

No obstante, según el historiador Arnd Bauerkämper, fue después de su celebración que los juicios de Núremberg empezaron a ser interpretados como el comienzo de una cultura del recuerdo.

«El Proceso de Núremberg no tuvo un papel muy importante al comienzo en la cultura del recuerdo en Alemania, pero posteriormente, desde los 60, ha sido interpretado como el inicio de una confrontación crítica con el pasado alemán, en especial con los crímenes de guerra, los crímenes contra la humanidad y la preparación de una guerra de agresión», explica a Efe el historiador .

«Los aliados intentaron que esa confrontación empezase mucho antes, ya en el 45 o 46, pero no se consiguió porque los alemanes, sobre todo en Occidente, tendía a reprimir y a minimizar el recuerdo del pasado nazi», agrega.

Se necesitó una generación más critica para valorar el proceso de Núremberg como el comienzo, no solo de la confrontación jurídica sobre el pasado nazi, sino también como el punto de partida para crear una cultura de la memoria.

 

LOS ASPECTOS JURÍDICOS

Las bases jurídicas para el proceso habían sido fijadas por el Tratado de Londres entre las potencias aliadas -EEUU, el Reino Unido, Francia y la Unión Soviética- en el que determinó el estatuto para la creación del tribunal con fiscales y jueces de los cuatro países.

La idea era hacer varios procesos ante ese tribunal, pero al final -por diferencias entre los aliados- solo se realizó uno que se inició el 20 de noviembre de 1945 y terminó con la lectura de las sentencias el 1 de octubre de 1946.

Los procesos posteriores, realizados también en Núremberg contra otros antiguos nazis -y que terminaron el 14 de abril de 1949-, fueron adelantados en solitario por las fuerzas de ocupación de EEUU.

En todo caso, el llamado estatuto de Londres está considerado como un precedente de lo que sería posteriormente el estatuto del Tribunal Internacional de la Haya.

«La idea del estatuto de Londres era que la prohibición de retroactividad de la ley es un principio jurídico importante, pero que podía haber crímenes tan graves que esa prohibición pudiera declararse fuera de vigor», dice Bauerkämper.

«Entre esos crímenes estaban los crímenes contra la humanidad, Y ese delito es algo que de hecho se encuentra en el estatuto del Tribunal Internacional de la Haya. Se puede ver cierta continuidad», agrega.

 

LOS ACUSADOS Y SU DESTINO

Ante el tribunal fueron llamados a responder 24 personas: las de mayor relevancia durante los años del nacionalsocialismo habían sido Hermann Göring y Joachim von Ribbentropp, pues Hitler, Goebels y Himmler ya estaban muertos.

Al final solo 21 de los acusados pudieron ser sometidos al proceso. El jerarca nazi Robert Ley se suicidó antes de que empezara; Martin Bormann, cuyo paradero se desconocía, fue juzgado y condenado a muerte en ausencia, y el industrial Gustav Krupp no pudo ser juzgado por razones de salud.

Tras 218 días, en los que el tribunal escuchó a 236 testigos y examinó 200.000 declaraciones juradas y 5.230 documentos, entre ellos material fílmico, doce de los acusados fueron condenados a muerte, siete a penas de prisión y tres absueltos. En los casos de Ley y Krupp, el proceso terminó sin sentencia.

Göring, condenado a muerte, se suicidó en la cárcel antes de ser ahorcado. Su cadáver fue incinerado y las cenizas se arrojaron al río Isar, lo mismo que ocurrió con quienes fueron ejecutados, entre ellos Ribbentropp.

Los condenados a penas de prisión empezaron a purgar sus condenas en Núremberg, pero en 1947 fueron trasladados a la prisión de Spandau en Berlín, que siguió en funcionamiento hasta 1987, cuando el último de los prisioneros, el jerarca nazi Rudolf Hess, que había condenado a cadena perpetua, se suicidó en la cárcel. Después, fue demolida.
Rodrigo Zuleta

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