Los escritores emergentes como agentes de transformación del mundo editorial

Por Diliver Anrubi Uzcátegui

Los hábitos de lectura están en constante cambio. Nótese que no soy tan atrevida en decir: «en evolución». Porque si hago tal declaración, los amantes de la imprenta, la generación de Gutenberg tal vez gritarán como la Reina de Corazones en el clásico infantil de Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas (1865): «¡Que le corten la cabeza!»

Con timidez, solo me atrevo a hablar de cambios, pues reconociendo el encanto de tocar un libro y oler sus páginas – sí, lo admito, tengo gustos raros -, doy gracias a la tecnología, por la posibilidad de agrandar el texto – hasta que mis cansados ojos y con ayuda de los lentes puedan leer – en las versiones digitales, y que además hay que ser sinceros, es muy cómodo llevar tu libro favorito comprimido en formato digital, en algo tan liviano como tu celular.

No sé si es por considerar el libro como uno de mis mejores amigos, que, al ver su transformación, en contraste con la calidad de lo plasmado en ellos, que a veces me aterro, y comprendo porque a los amantes de la lectura nos tildan de «especie en vías de extinción».

Supongo que veo en el libro, la evolución misma del hombre. Saber que de las tablillas de arcilla hemos llegado a los Ebooks, se me hace una historia evolutiva digna de ser contada, pero sé que la tendencia me obliga a facilitarle al lector años de historia, en una imagen.

En cuanto a gustos, en géneros para libros, partamos de que existen tres grandes géneros o categorías usadas para clasificar este universo de la palabra, la cual agrupa los textos de acuerdo a su contenido, forma y estructura, haciéndonos más sencilla la ubicación de un libro, según nuestro gusto o interés.

Si usted me pregunta por mis gustos literarios, le cuento que estos, en mi caso, han reflejado mis etapas de la vida. Así, en mi infancia, amaba las grandes historias. Me devoré a los 10 años, La Odisea y La Ilíada, menudas historias con listas interminables de nombres de personajes, ¿No creen?

Más adelante, en la época del primer amor, me apasioné por la lírica. Degustaba compendios de poesías y odas de autores varios, como: José Ángel Buesa, Mario Benedetti, Gabriela Mistral, Andrés Bello, Aquiles Nazoa, Pablo Neruda, Sor Juana Inés de la Cruz, Safo, Andrés Eloy Blanco, entre otros.

Ya en mi temporada como estudiante de comunicación social, probé a placer lo que otros veían como una tarea tediosa y hasta el sol de hoy, disfruto leer. Aún puedo sumergirme en un libro por horas, como si fuese el armario de Narnia (C.S: Lewis) donde los niños Pevensie se perdían, pero para que tal encanto se dé, el libro debe engancharme. Siempre he dicho que mi trabajo perfecto, podría ser leer libros.

Ahora bien, después de haber leído a los grandes clásicos, a los más famosos escritores, no sé ustedes, pero a mí me queda una sed de aventura, que me lleva a probar autores no conocidos, autores emergentes.

 

¿Por qué leer autores emergentes?

Leer a un autor no reconocido te permite la emoción del descubrimiento detrás de cada página leída. Ser el primero en captar a un nuevo escritor te hace sentir como un cazatalentos. Luego compartir tu hallazgo con otros lectores, te hace parte de una comunidad de amantes de la literatura emergente.

 

Mi autora emergente favorita

Recientemente, me dí el gusto de entrevistar a mi escritora no reconocida o emergente favorita. Se trata de la comunicadora social, Lissette Severiche. ¿Qué les puedo decir de ella?

Ya hablar con ella es una velada interesante. Oírla (como muchas  veces lo hice) es como cuando escuchabas a tu abuela contar sus muchas anécdotas. Su creatividad parece ser una fuente inagotable.

Y hablando de anécdotas, les contaré una con ella, de cuando apenas comenzaba a conocerla. Recuerdo que coincidimos una vez, bajo el ardiente sol de El Vigía – en Mérida , Venezuela – cerca del mediodía (muy mala hora para estar en la calle) buscando una dirección para cubrir una noticia que nuestros respectivos medios de comunicación nos pidieron.

Aquello era un laberinto de calles polvorientas, con innumerables casitas iguales, que no permitían fijarte un punto de referencia y donde no había un árbol para refugiarse de aquel infierno.

De pronto, de la nada apareció una mujer mulata, grande y de contextura gruesa, que con maestría llevaba sobre su cabeza, anidado en un pañuelo, una palangana llena de cocadas.

¡Lo que habría deseado que fueran cervezas, agua, o cualquier cosa para calmar la sed! Pero eran dulces, tan empalagosos como la sonrisa de aquella señora que al ver que no le compraríamos nada, nos dejó con la palabra en la boca, cuando le preguntamos por el lugar que buscábamos, y se fue con su tumbao de caderas y una sonrisa, ahora maliciosa.

En ese momento, mi compañera de aventura comenzó a narrarme una historia de crimen organizado, en la que la protagonista era una vendedora de cocadas que escondía su letal mercancía en el espacio oculto entre su pañoleta y la palangana, donde los dulces eran una fachada inocente.

¡Juro por Dios, que la escuché con mucha atención y me olvidé de que mis neuronas comenzaban a evaporarse con aquel sol y sensación térmica de 40 grados! Para mí todo cuadraba, y ya preparaba mi huida de aquel lugar, cuando la narradora soltó una carcajada que me reveló que todo era invención suya.

La verdad es que la historia para mí fue tan real, y el escenario era tan propicio, que no niego pensé: ¿Piecitos, para qué los quiero?

A partir  de aquel día, para mí es imposible ver a una de estas vendedoras y no sentir un escalofrío por la espalda, al pensar en la posibilidad de que ¿si la historia no era un invento? Así te pesca Lissette con el anzuelo de sus historias.

La escritora es amante de las letras desde que era niña. Desde chica ha estado sumergida entre historias propias y ajenas, hasta que alcanzó la madurez y decidió titularse como comunicador social.

La escritura, más  que una profesión en la que se apuesta la vida es su idioma. Es su forma de hacer aflorar su variopinto mundo interior, donde pese a las vicisitudes de sus muy diversas circunstancias, conserva intactas sus pasiones, ingenuidad, rica visión del mundo que le rodea, además de un lenguaje fresco, ligero y nada rebuscado.

Todo lo anterior, te engancha llevándote a través de sus vastas y minuciosas descripciones de los escenarios donde sus personajes, lloran, ríen, crecen, aman y se desenvuelven cubiertos de esa magia que como autora le impregna a cada historia.

De sus obras, les comento que tiene cuatro novelas, de ellas una sola publicada ( por ahora) y, varios cuentos, además de ensayos, crónicas, entre otros trabajos que han participado en concursos literarios.

 

«Más allá de la mirada»

Libromasalladelamirada.blogspot.com

Su obra publicada, «Más allá de la mirada» (2018), es una novela que cuenta una historia de amor de una pareja que confronta diversas situaciones para fortalecerse dentro de su relación, al tiempo que confirman que lo suyo va más allá de una vaga pasión, escondida detrás de una mirada furtiva.

Sus personajes hablan, además de emociones, de valores que experimentan para sobrevivir en la diversidad de dos culturas antagónicas entre sí, pero que se reponen dentro de una simbiosis perfecta llamada amor.

Se trata de 180 páginas de fácil lectura, de esas que se hacen en una tarde de lluvia frente a una bebida caliente, en un abrir y cerrar de ojos, sin mucho esfuerzo y te quedas con el corazón inmerso en un carrusel de emociones. Aquí te dejo el enlace para que como yo la disfrutes: libromasalladelamirada.blogspot.com

Durante la entrevista, la escritora emergente me confesó que está actualmente escribiendo otra novela que, como la primera, representa una trama diferente, pero también un sacrificio en la búsqueda de una editorial que la publique.

Me llena de esperanza que existan escritores como Severiche, con una visión y pluma diferente, que no se rinde al buscar un editor que sea tan único como ella y entonces, como lectores podamos apreciar más de su obra.

Recuerda que, al leer autores no reconocidos o emergentes, estás contribuyendo a la diversidad y riqueza del mundo literario, como si de un caleidoscopio se tratara.

 

 

 

 

 

 

 

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