Héctor Díaz
La crecida de cualquier río, el desbordamiento de una quebrada, las apariciones en las riberas de la Vichú de cerro Pedro Felipe se convertían en las charlas cotidianas de los moradores del Caserío Nueva Era (hoy Sabana de Mendoza); la cuesta a Betijoque estaba llena de misterios: la laguna encantada con la pata y los patitos de oro, el hombre de la casaca acompañado por unas damas antañonas, que según algunos, era el dueño de los Encantos, que abarcaba desde Los Tiestos, pasando por las quebradas hasta desembocar en la laguna de la Ceiba. Nadie se explicaba aquellos misterios sobrenaturales, el caserío comentaba cada suceso: a fulano de tal se lo tragó la laguna y hay que esperar un año para que lo devuelvan, al vecino Antonio, el hombre de la casaca que dijo que recogiera los animales y abandonara su casa de barro, porque hoy en la noche, la mudanza del Encanto va a pasar por allí; mire lo que le pasó al compadre Juan José, no hizo caso a la mudanza del Encanto, y mire cómo quedó en la ruina.
Estas conversaciones eran el pan diario de cada día en las humildes casas de barro y techos de paja, en el único bar de la esquina, el cual era el paso de los viajeros de la zona alta de Valera. El Boticario, antes de expender el producto al cliente, primero los interrogaba sobre los sucesos de la noche anterior; la comarca se conmovía por aquellos comentarios a diario, parecía una narrativa sacada de la literatura fantástica donde cada género tiene dos mundos, el mundo real que se ve, se palpa, el viviente cotidiano; pero que el otro también lo comentan y lo sienten como que si también fuese real. Personas de cierta edad que vivieron envueltos en estas historias y hasta se atreven asegurar que sostuvieron largas conversaciones con estos seres misteriosos.
La llegada del ferrocarril ayudó a despejar muchas dudas sobre estos fenómenos, y hasta se llegó a especular que el fracaso del ferrocarril fue debido a las embestidas de Los Encantos, en sus continuas mudanzas, esto ocasionaba el sepultamiento de los rieles, al igual, que la paralización de las vías ferrocarrileras. Otro sitio que se convirtió en leyenda fueron las Curvas del Cequión, los Pate’edantos, Palo Amarillo, por cierto, muchos de estos sitios aún se conservan con la diferencia que ya son centros poblados. Por ejemplo, los Pate’edantos están ubicados en todo el centro, que desde los años 1960 lo que se llamaba Barrio a Juro, hoy parroquia Valmore Rodríguez. Todos los pequeños productores que tenían sus fincas en la vía La Ceiba lo utilizaban como camino de bestia, la callejuela de la hacienda que estaba al frente del poblado, lo que hoy es, la entrada o avenida principal al sector de la parroquia Valmore Rodríguez, este camino conducía a la Curva de Madre Vieja, pero lo más curioso de todo, era que los Pate’Edantos lo tenían como sitio de referencia para los viajeros, tanto como en el encuentro, como para el descanso; ese sitio albergaba una hermosa laguna debajo de sus árboles que hacía más apetecible su estadía y lo único malo, era que a determinadas horas, las apariciones hacían de las suyas. Según, decían, la figura de un jinete con un caballo blanco perseguía a los transeúntes a cierta distancia, otras versiones cuentan, eran los grandes ruidos como especie de una batalla (caballos galopando, marchas de guerra, gemidos de dolor, armamento en acción). El paso los Pate’edantos era obligatorio pero tenebroso. Ese camino de bestias fue un punto de referencia para los proyectistas del ferrocarril ya que a doscientos metros tiraron los rieles para el tranvía y la línea del correo La Ceiba Sabana de Mendoza.
La leyenda de los pueblos de la zona baja hay que rescatarla, allí se encuentra depositada el alma de lo desconocido, lo que una vez fue un acontecimiento en la comarca que estremeció a sus pobladores, hoy se encuentra en el baúl del olvido, los cronistas se exceden en sus investigaciones materialistas quizás porque se les hace más fácil la fuente informativa, pero obvian la otra cara de la historia. Estos registros de la esencia misma del alma no se encuentran en ningún archivo oficial, se encuentran en la memoria de quienes fueron jefes civil en la comarca o policía de punto en el poblado, quiénes eran dueños de materas y vivieron en carne propia los acosos de los encantos al igual que las apariciones, quienes tuvieron la ingrata experiencia de caer privados ante la presencia de seres sobrenaturales, quienes tuvieron la dicha de sacar botijas enfrentándose con el espíritu en pena de quien custodiaba el tesoro, aquellos Don Juan de los caminos que buscaban el amor en los parajes solitarios y en los caminos de arreos, esos mismos que el destino les preparaba una mala jugada ya que la mujer que se encontraban en plena vía inmediatamente le hacían proposiciones de amor y al estar en plena faena del éxtasis placentero, aquel ser femenino, hermoso al principio, se les convertía en una macabra silueta; fueron muchos los casanovas de la Sabana de Mendoza que se vieron envueltos en esa sensualidad misteriosa. Los hechos más recientes que datan de 60 o 70 años atrás como lo fue el indio Manairo, un personaje de estampa aborigen, con melena larga, conocimientos de magia a tal punto, que se metía en una botella, hacía un billete de valor con el envoltorio de una caja de cigarrillos.
Aún se mantiene en la memoria de muchos habitantes de Sabana de Mendoza, que fueron testigos en unas fiestas patronales en honor a la Virgen del Carmen, en plena retreta de la plaza Bolívar, unas muchachas se burlaron del Indio Manairo y con la pura mirada, les bajó el armador con toda la ropa interior; eso fue algo sorprendente para los que presenciaron el hecho. Este indio se convirtió en un personaje popular, por consiguiente, entró a formar parte de la leyenda de los Encantos de la zona baja.
Aún tenemos un material bastante amplio que se ha logrado a través de conversaciones con personas de cierta edad con familiares de personas que vivieron estas inusitadas historias, muchas veces dudamos de las leyendas, pero recuerden que es la leyenda, y es la misma se compagina lo mágico con lo real, pero en el fondo existe una finalidad, la espiritualidad de la vivencia del hombre que traspasa el alma de los tiempos y se deposita en el espacio infinito de los recuerdos. Aquellos inmensos árboles ubicados en un paraje solitario, donde sus visitantes eran escasos transeúntes y que ante la clemencia del trayecto recorrido, acompañado por la fatiga al igual que el calor sofocante, no encontraba mejor sitio que los Pate’Edantos para refrescarse del viaje y posteriormente continuarlo. La frondosidad de sus ramas parecidas a sombrillas, no permitía la penetración de los rayos del sol, lo que hacía apetecible su descanso bajo las sombras, sus continuas ráfagas de viento acariciaba los cuerpos cansados del eterno viajero.
Su laguna en el extremo derecho calmaba la sed de las bestias, quienes también se hacían merecedoras del acogimiento hospitalario de los Pate ‘dantos, el agradecimiento era una exclamación en viva voz de los parroquianos, que recibían el favor de la tolda. Hombres, bestias, laguna, árboles, sombras y el silbido del viento se conjugaban misteriosamente como un concierto clásico al estilo de la Novena Sinfonía de Beethoven, que reclamaba respeto a la soledad; la armonía de la naturaleza se presentaba para combatir el cansancio y refrescar al viajero con su siesta. Cuántos parroquianos en pleno sueño vieron sus doncellas bañándose en la laguna de los Pate ‘E dantos, como Dios las trajo al mundo.
Cuenta la leyenda que el dormir bajo las sombras de esos árboles era la única manera de entrar al Encanto, que estaba allí en ese sitio y que no eran muchos los que se atrevían a pasar con malos pensamientos, ya que de hacerlo, se exponían a ver escenas macabras. Los Pate, E dantos formaban el asiento oficial de la Encanto de las materas de Madre Vieja, caminos de arreo obligatorio o callejuelas del viajero, las almas errantes atrapadas por penitencias pululaban en sus alrededores en busca de paz espiritual. También fue sitio estratégico para los soldados que combatieron en la feroz guerra de la Vichú de 1871, está batallas determinó la autonomía, al igual que la independencia de los pueblos de la zona baja, la cual eran usurpadas por el caudillo zuliano Venancio Pulgar y tenía los límites hasta Sara Linda de Isnotú, también se presume que fue el paso de Bolívar hacia la Ceibita, allí lo recibieron con todos los honores y hasta una fiesta popular en su nombre le celebraron, el Libertador bailó al son de los tambores africanos. En la mañana siguiente una embarcación marítima trasladaba a Simón Bolívar a Maracaibo. Se deja entrever el trayecto obligado de Libertador y su tropa por el camino de bestias en los Pate‘e dantos; aunque no existen datos verídicos, sí se conoce a través de algunas crónicas la presencia de Simón Bolívar en las costas de la Zona Baja del Estado Trujillo. Por razones de tipo estratégico la señalización hacia la desembocadura de La Ceiba era y sigue siendo la Vichú, ante esta situación utilizaban los márgenes de las quebradas como guías de camino y los Pate ‘E dantos justamente están ubicados a menos de un kilómetro de la Vichú.
Los proyectistas del ferrocarril toman como referencia los Pate ‘e dantos, para el tendido de los rieles Sabana de Mendoza a todos los kilómetros de la vía La Ceiba y los Pate ‘dantos quedaban como un recuerdo hermoso, la mirada del pasajero del tren era obligatorio al paso de la frondosidad de sus árboles, cada uno comentaba sus anécdotas del viejo camino, quién no recuerda los Pate ‘dantos, se dejaba escuchar entre los pasajeros del ferrocarril acomodándose en su butaca del vagón como haciendo gala de su diferencia entre una silleta del burro o caballo y el asiento cómodo. Otros preferían el silencio para invocar el recuerdo del camino, la nostalgia desfilaba viendo el paso de los árboles del descanso, su laguna empezaba a secarse al igual que el camino enmontado y un angostito paso era lo que ya se visualizaba, la civilización había llegado a Sabana de Mendoza. Solamente quedaba el ruido del tren y la estela de humo de carbón que el maquinista dejaba escapar al pasarle por el frente a los Pate ‘dantos, allí quedaban los viejos recuerdos al igual que unos sueños. que una vez penetraron a los Encantos, allí estaba todavía la botija llena de morocotas, la luz azul incandescente que era la guía que mostraba el sitio del entierro, los aparecidos se mudaron ya no volvieron asustar; El Encanto se trasladó a la laguna con sus doncellas y sus animales, el venado, aquel enorme animal codiciado por más de un cazador, pero que nunca pudo ser atrapado y aún el monteador veía como su escopeta morocha le incrustaba en medio de la frente de los disparos, pero que no llegó a caer, desaparecía entre los Pate ‘e dantos.
Hoy al transcurrir el tiempo, aún permanecen los Pate ‘e dantos vigilantes, frente al progreso y en medio de una renaciente parroquia, su aspecto ya es de ancianos enfermos que se niegan a morir, igualmente, en medio del abandono que al caérsele cada rama son como lágrimas de dolor. Los Pate ‘dantos, algún día se interesaran por su leyenda y su historia, ese día abriremos otra página mágica del pueblo de Sabana de Mendoza y así como Mérida tiene la leyenda encantada de las cinco águilas blancas de Caribay, nosotros tenemos Los Pate ‘dantos, las sombras del Encanto.
*Exconcejal.