María Mora ECS.- A veces pasa que, conocemos a alguien y nos quedamos con esa primera impresión, tomamos eso, más lo que una que otra persona ya nos había comentado de ese alguien y damos por hecho que ya lo tenemos resuelto y sabemos todo de él. Algo muy parecido ocurrió con el virus chino, se corrió información de que estábamos ante una gripe más… que factores como el clima, el hecho de sólo afectar a los adultos mayores severamente y tener una tasa de mortalidad baja estarían de nuestro lado y que saldríamos de este virus rápidamente.
Hoy, cuando ya sentimos que los medios de comunicación no estaban exagerando y que fue un error por parte de grandes naciones ocultar los casos de infectados o no aplicar las medidas necesarias a tiempo fue un error crucial, es que verdaderamente entramos en la gravedad el asunto.
Está claro que las personas mayores de 65 años son el principal grupo de riesgo ante esta pandemia. Aún cuándo los jóvenes creemos poder superar o resistir los efectos del virus, también está la probabilidad de no hacerlo. A esto se le suma, el temor constante de ser portadores y transmisores del virus, contagiando a nuestros padres, abuelos, hermanos…. Si bien pasamos el día nutriéndonos de información, publicaciones en redes sociales y nuestros mejores aliados a la hora de sobrellevar el tiempo, los memes, el sentimiento de incertidumbre y preocupación sigue presente siendo ya natural en este aislamiento social al no saber cuándo ni cómo va a volver todo a la normalidad.
Miedo
Cada pandemia que ha ocurrido a lo largo de la historia parece llevar bajo su brazo siempre lo mismo: Miedo.
El miedo crea un patrón de conducta en la sociedad, especialmente en la actual sociedad venezolana que ya está entrenada para vivir situaciones para nada usuales. El aumento en la demanda de productos de higiene personal y del hogar, de alimentos no perecederos o equipos de protección para evitar el contagio del virus son un ejemplo de los efectos de este sentimiento en las personas.
Escuchar un podcast, ver maratones de películas o series, escuchar música, retomar hábitos de lectura y hablar con amigos por medio de llamadas o mensajes de voz son algunas de las cosas que hacemos para mantener la cordura en tiempos de ansiedad. Sobre todo, cuando la campaña “Quédate en Casa” parece llevar el timón de esta situación.
El COVID-19 es una enfermedad a la que se está expuesto más allá del aislamiento social o de los cuidados de prevención que se están aplicando. El margen de contagio está ahí siempre y es enorme. Es imposible aislarse cuando no se cuenta con una totalidad de recursos en casa o cuando se presenta alguna emergencia y de plano no se cuenta con lo necesario para afrontarla. Por su parte, el miedo ha tomado ya todos los espacios, se ha expandido rápida y eficazmente en las masas cuando nos dimos cuenta de que enfrentamos algo que todavía no podemos controlar.
Desde el encierro, se precisa al miedo como un arma de doble filo. Por un lado puede alimentar pensamientos apocalípticos o crearnos paranoia, hacernos creer cualquier chisme comunitario o caer en las noticias falsas, puede volvernos egoístas a la hora de querer responder y acaparar los recursos sólo para nosotros mismos e incluso, es, una medida de control social. Enfocar al miedo como una medida sana, que nos protege de cosas peligrosas y que nos permite tomar acciones inmediatas en lugar de paralizarnos es lo ideal y lo más inteligente que podemos hacer como sociedad.
Apoyo familiar
Hay que apoyar a nuestros familiares, entender que pasar tanto tiempo en casa requiere cooperación y alianza, saber solidarizarnos con el niño que debe seguir con su educación, con el joven que está buscando una razón de ser, con el adulto que es cabeza de familia y el anciano que quiere ver crecer a sus nietos es la mejor opción. La capacidad que tenemos como humanos miembros de una comunidad está a prueba.
Armarse intelectualmente no es nada sencillo, mucho menos cuando las decisiones importantes deben ser tomadas en grupo porque nos afectan a todos, hacer que esto acabe en lo que podamos es nuestra responsabilidad. La solidaridad, la empatía y tolerancia juegan hoy papel fundamental como estrategia para ganarle la guerra a estos demonios con los que hoy nos enfrentamos.